Los padres de Mykel ya se han marchado, y los niños ya han caído rendidos. Ha sido difícil disimular frente a mis suegros, pero afortunadamente mi esposo ha sabido cerrar su preciosa boca y no decir nada del embarazo. Debo decir que con Mykel me he ganado la lotería, es el mejor esposo en todos los sentidos, incluso colabora en las tareas más sencillas de la casa como lo es recoger la mesa. —Amor, ve a descansar, yo me encargo de esto —sugiere y niego con la cabeza. —¿Cómo crees? Yo organice esto, yo me encargo —difiero, pero él pareciera no estar de acuerdo ya que se acerca a mi y me abraza desde atrás y apoya su barbilla sobre mi hombro. —Deberías descansar, has hecho muchas cosas hoy —insiste y sonrió. —El día no ha terminado —explico y me giro entre sus brazos. —¿No? —pregunta div