Los ojos de Georgia se llenaron de lágrimas, había estado tan preocupada por él que verlo nuevamente se sentía como volver a respirar después de haber hecho apena durante mucho tiempo.
-¡Por Dios! No sabes lo mucho que me alegra saber que estás aquí, que estas bien. Por favor, no vuelvas a irte sin decirme nada, te prohíbo que me abandones y que lo único que me dejes sea una nota, no es justo.
Alessandro la abrazó con fuerza, a ella y al bebé, el hombre tenia un nudo en la garganta que le impidió hablar, no sabía cómo soltar aquellas palabras, no se trataba de nada sencillo. Aun así, sabía que debía hacerlo pronto, no podía permitirse esperar demasiado tiempo porque entonces el dolor sería aun mayor.
-¿Dónde estuviste? – cuestionó ella, dándole un suave beso en los labios.
-Georgia
