Capítulo 8: Un Camino Por Delante

949 Palabras
Nunca fui un experto en hacer sentir bien a la gente. El ejercito me ha hecho ser un hombre frio que solo se preocupa por cumplir su objetivo, pero una vez más me encuentro desarmado por Yana. Cruzo el umbral de su puerta sin escudos ni armas con las que defenderme, solo con este profundo amor que siento por ella y estas ganas de hacerla feliz a pesar de todo lo que paso. Cierro la puerta detrás de mí, y avanzo tratando de entender cómo enfrentarme a esta realidad, pero no tengo ni idea. Sé que debo tener paciencia, que debo darle tiempo, pero solo quiero poder abrazarla, besarla y sentir los latidos de su corazón —Hola— La saludo al verla y sus ojos completamente cristalizados me rompen el corazón. —No estas muerto— Susurra casi como si fuese una pregunta. —No mi torbellino, no estoy muerto— Respondo y me acerco a la cama para poder verla a los ojos. Ella analiza cada detalle de mi como tratando de asegurarse que no soy una aparición y con muchísimas dudas mueve su mano para tomar la mía —Eres de verdad— Dice bajito y sonrió. —Soy de verdad mi amor— Insisto y ella trata de levantarse, pero se queja del dolor haciendo que me asuste —Yana, ¿Qué paso?— Indago preocupado y cierra los ojos. —Me duele— Explica y con muchas dudas muevo la sabana que la cubre. —¿Puedo examinarte?— Le pregunto y se queda en silencio —Déjame ver que tienes por favor— Le pido y es ella quien levanta el batín del hospital para dejarme ver las fuertes marcas que tiene a su costado. Observo los morados que se extienden desde la altura de sus costillas más bajas, hasta debajo de sus pechos y mis ganas de encontrar a los culpables que le hicieron esto aumentan, pero sé que eso no es lo que necesita ella. —No me mires más por favor— Me pide volviendo a cubrirse y me parte el corazón verla de esta manera. Respetando su pedido dejo que se cubra y me siento a su lado para así tomarla de la mano con mucho cuidado —No quiero hablarte ahora de esto, no quiero que te sientas mal, sino todo lo contrario… quiero que sanes— Le digo y beso el dorso de su mano. —Quiero olvidarlo todo, excepto lo mucho que te amo y que estas vivo— Pronuncia haciéndome sonreír. —Con todo gusto te ayudo a olvidar— Le dejo saber y dudo muchísimo en besarla o no, por ende, rozo su mejilla con la yema de mis dedos haciendo que ella cierre los ojos y por mi parte me muero de amor ante este gesto tan sencillo. —Por favor, sácame de aquí— Me pide y en esta ocasión me mira. —Por supuesto que si mi vida, yo te saco de cualquier sitio que tu quieras. Nos podemos ir lejos tú y yo, y olvidarnos de todo— Le dejo saber y la vibración de mi celular en el bolsillo me interrumpe. Lo saco del bolsillo, y al mirar la pantalla no sé qué hacer —Es tu padre. Él está desesperado… aun no le dije nada que te encontré— Resumo. —Contéstale por favor, déjame hablar con él— Dice y con muchas dudas hago lo que me pide. —Señor Ackermann— Respondo. —Pierre dime por favor que tienes noticias— Habla desesperado y al ver que Yana me pide el celular, se lo doy. —Papá, soy yo— Anuncia y puedo imaginarme como debe estar sintiéndose él. Solo escucho la conversación y presto atención a lo que ella le está explicando. Evidentemente está evadiendo detalles importantes, pero no que fue secuestrada, ni mucho menos que Ezequiel la “vendió”. Por momentos tengo la impresión de que ella trata de que su padre no se preocupe, pero por otros es muy sincera, tanto que termina diciéndole que quiere irse lejos conmigo. «¿Cuándo daño le han hecho? ¿Por qué tuvo que correr con esa mala suerte?» Estas preguntas no me dejan tranquilo. Escucho la conversación a medias hasta que de pronto ella me vuelve a dar el teléfono —Quiere hablar contigo— Me dice y asiento mientras agarro el celular. —Señor Ackerman— Digo inmediatamente. —Pierre, llévate a mi hija lejos de toda esta basura. Te hare llegar un dinero que hará que tú y ella puedan estar tranquilos donde quieran. No me des la ubicación a mí ni a nadie por seguridad. Solo llévate un celular encriptado y llámame en un mes para que te diga cómo están las cosas y si es hora de volver. Voy a limpiar toda esta basura, cuando las cosas estén calmadas podrán volver— Me explica. —De acuerdo, hare lo que usted me pida, pero añada un nombre a la lista, ¿sí?— Le pido. —¿Quién?— Inquiere. —Ezequiel, el también debe pagar— Resumo mientras que me alejo de Yana para que no me escuche. —Entendido, dile a tus colegas que se comuniquen conmigo antes de que te vayas con ella— —Si, les diré. Gracias— —A ti, ya me encargo del dinero— Concluye y luego finaliza la llamada. Una vez me acerco a ella, y tomo su mano —Torbellino, ve eligiendo el destino donde quieres que nos vayamos— Le dejo saber y sé que tal vez no pueda ni siquiera hacer eso, pero al menos debo intentarlo.
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