Marcus acompañaba a Susan y a su tierno bebé, intentaba ser útil en esos momentos en que los nervios como padre primerizo parecen entorpecer sus manos, sus piernas y solo puede observar atontado esa forma tan tierna como ella y el bebé se conectan. Muy contrario a la dura mirada hacia él… La enfermera llega por el niño y Susan se lo entrega a regañadientes, al no querer separarse de su “cosita bella”, como le había llamado. La adolorida morocha intenta ponerse pie para ir al baño esperando que el atontado pelirrojo reaccione y corra para ayudarla, pero las cosas no suceden como ella espera. O no con la rapidez deseada, haciéndola enfurecer. Susan sentía una fuerte presión en su cuerpo, incontrolable y tan volátil como la dinamita explotando sin medir las consecuencias… Una fuerte dis

