— Entrégate a mí una última vez
— Ámame una vez más –
Cuando estas palabras salieron de sus corazones, ella pareció recordar su promesa de hace años: “Cuando nos volvamos a encontrar, espero no reconocerte… que mi corazón te odie y sea capaz de olvidarse de estos estúpidos sentimientos por ti… ¡Jódete! ¡Muérete! ¡Ya no me interesas más!”
Sin embargo aquí estaba, reconociéndolo y amándolo con la misma intensidad de aquel entonces. Su corazón pareció doler de repente pero sus ojos permanecieron bien abiertos mirándolo, temía que si estos se cerrasen él desaparecería para siempre, por ello comprimió todos sus pensamientos en su corazón y avanzó unos pasos hasta él.
Said la observó con un fuerte dolor en el pecho al ver unas lágrimas pasar por sus mejillas, notó su caminar e intentó retroceder pero ya su cuerpo no le obedecía, quien estaba a cargo ahora era su corazón y el de él gritaba y moría por Alice.
Solo tres pasos y nada podrá detenerlo más, solo tres pasos y todos caerán… una fría ráfaga sacudió sus cuerpos inmóviles, Alice tiritó de frío y él se acercó inconscientemente a cobijarla con sus brazos.
Sus corazones parecían tener un solo propósito: ser solo uno. Porque sus sorprendidas miradas ante la cercanía de sus cuerpos, estaban embelesadas en el otro, conteniendo el aliento antes de tomar una decisión.
“Solo una vez más” se dijeron, sin poder evitar la efímera felicidad de este encuentro casual.
…
— ¿Carolina? –el timbre suena una y otra vez, el pelinegro preocupado intenta llamarla por el celular, en voz alta y con el timbre… empezaba a desesperarse al no tener una respuesta.
Estaba a punto de bajar para solicitarle al conserje del edificio ayuda para abrir la puerta.
— ¿Marco? – escuchó una voz temblorosa y girándose para mirar a la puerta ve a la joven envuelta en su manta con el rostro pálido de miedo.
Su corazón tembló al ver su inocente y tímido rostro, aquellos sentimientos lo tomaron por sorpresa y soltando un largo suspiro se acercó para abrazarla “Caro” susurró y la pequeña se aferró como nunca antes a su pecho.
Al ver su cara temerosa entre lágrimas y su tembloroso cuerpo, Marco la toma entre sus brazo y la lleva hasta el sofá. Las manos de Carolina ante su traumática experiencia se aferraron del cuello de Marco y aprovechando su agilidad subió entre sus brazos hasta ponerse en su regazo como una pequeña niña.
Solo unas horas después, aquella joven ya con los nervios controlados se dio cuenta de la situación en la que se encontraba. Sus rojas mejillas resaltaban en su pecoso rostro y esos ojos caramelos brillaban como resultado de aquella ilusión de permanecer en el regazo del hombre que ella tanto amaba.
Una tímida sonrisa se curvó por sus rojos labios, sin mover ni un solo centímetro su cuerpo para evitar interrumpir el momento.
Él acariciaba una y otra vez la espalda de la joven pero inconscientemente un escalofrío se alojaba en su alma, haciéndole sentir un cálido placer al tenerla tan cerca mientras trataba de calmarla. Nunca antes había sentido eso por ella, nunca…
Y en ella, su corazón latía apresuradamente al sentir la suave caricia de Marco, recordando con pena el dolor de todos estos años.
Cuando conoció a Marco, Carolina tenía tan solo doce años, era una niña para un joven de veintitrés como él, pero su hermana no, ella tenía la edad, el cuerpo y la belleza precisa para él. Por lo que pronto se hicieron novios.
Su madre, le había asegurado que esa “ilusión” pasaría tal como pasan los amores platónicos pero en su caso no fue así. Soportó cuatro años aquel noviazgo y por si las cosas no fuesen difíciles, cuando sus padres fallecieron en un terrible accidente automovilístico Marco se hizo cargo de ellas por un tiempo.
Demasiado dolor soportado en silencio, la muerte de sus padres, el convivir con el amor de su vida y el escuchar cada noche como ese hombre y su hermana estaban juntos.
Pero hoy ya no era más el novio de su hermana, ni estaba en una relación… ya no era prohibido para ella.
“Tal vez ahora tengo una oportunidad, tal vez ahora me mira como una mujer” se dijo, llena de emoción e ilusión. Tan ingenua…
Carolina levanto su sonrojado rostro y lo miró fijamente, su corazón parecía delatar sus intenciones, aunque Marco estaba hipnotizado contemplando su belleza e inocencia, como quien lo descubre por primera vez.
Sus labios se acercaron lentamente a los de él, usando toda su fuerza para acabar con la timidez… “no hay marcha atrás” pensó con el corazón en la boca.
Ella parecía temblar entre sus manos, mientras sus labios satisfacían esos deseos ocultos pero de forma suave y exquisitamente dulce, tal como siempre sucedía en sus sueños. ¿De ella o de él? ya no estamos seguros…
Y es que, el pelinegro por primera vez reparaba que su “pequeña” Caro ya no era una niña, aunque si somos sinceros… cuando la vio por primera vez él también sintió algo por aquella niña ¿acaso estaba loco? Se dijo reprimiendo ese sentimiento absurdo, de que le gustase alguien de esa edad.
Y ahora, debe estar loco por desempolvar aquellos sentimientos y mucho más loco porque en su corazón aún guarda “amor” por Kendra.
Sin embargo, no se opuso a probar los labios de Caro, no se opuso a tocarla de otra manera y no se opuso a tomarla por primera vez…
…
Evan después de llevar a Marco, regresó al lugar donde había visto por última vez a Sofía pero tampoco pudo encontrarla…
— Si te encontré dos veces, habrá una tercera –se dijo y sonrió con cierto pesar
¿Quién podría olvidar aquella noche? Muchas situaciones nacieron ese día, inesperados reencuentros, algunos arrepentimientos y muchas complicaciones.
A la mañana siguiente varias personas salieron muy temprano de una habitación que no les pertenecía, en completo silencio para no despertar a la persona con la que habían pasado la noche.
Y aquellas que permanecieron en las habitaciones, solo fingían dormir al no ser capaces de retener a su acompañante ni por aquella magnífica noche de ensueño. Destrozando todas y cada una de las ilusiones hechas en base a solo sexo. ¡Irónico!