Unos kilómetros más allá, un hombre sumamente guapo y con un aire de realeza entraba a un edificio en pleno centro de la ciudad. Samuel Ford, luciendo tan casual como galante se paró frente a la puerta del penthouse, “medianoche en punto” susurró mirando su rolex de edición limitada y tocó la puerta.
— ¡Sorpresa! –pronunció en tono seductor con su encantadora sonrisa, el castaño se ve tan sensual con su polo n***o con cuello entallado en su atlético cuerpo.
Samuel era un joven de buena familia, su estadía por la empresa de Alice era solo pasajera. En realidad se había quedado para apoyar a la rubia debido a esa exquisita y extraña sensación de atracción que ella provocaba en él.
Desde el primer momento en que la vio se dio cuenta de aquella especial fascinación despertando con solo mirar sus encantadores ojos, pero no quiso mentirle y mucho menos conquistarla. Él ya tenía alguien en su corazón, solo le aseguró que de terminar esa relación, nada podría detenerlo para casarse con ella.
Alice lo conocía perfectamente, es más, siempre estaban juntos aparentando una relación ficticia e irreal hasta el momento indicado. Quizá para no sentirse sola, o tal vez porque en su corazón la rubia aún guardaba la esperanza de ser importante para alguien.
— ¡Llegas tarde! –resuena en el interior a modo de reproche- la cena se enfrió
— No importa, no me interesa la comida sino el postre –una sexy sonrisa se estira por sus carnosos labios al mostrar la caja en sus manos.
Solo eso bastó para obtener el título de dueño y señor de todo, absolutamente todo dentro del penthouse hasta de la mismísima voluntad de la persona frente a él.
Samuel ingresa al lugar sin perder más tiempo dejando a su paso el fuerte sonido de la puerta al cerrarse.
El mismo sonido resonó en el departamento de abajo, donde se encontraba una joven completamente sola porque su hermana no llegaría a dormir debido a un accidente. Asustada y pensando en mil fantasmas por el fuerte sonido y el constante rechinar de algunos muebles, se escondió en su habitación tapada debajo de las mantas de su cama y con solo la linterna de su celular encendida.
Mordió su labio y cerrando los ojos suspiró, llamando a la única persona que podría hacerle compañía en esos momentos, eran tres fuertes motivos los que la hacían dudar de su decisión. Uno: por arruinarle la noche de diversión; Dos: ese hombre solo tenía ojos para su hermana; y tres: ella lo amaba con todo su corazón.
Al otro lado de la línea, el joven quien estaba platicando y bebiendo amenamente con sus amigos, tomó el celular entre sus manos dudando en contestar la llamada.
— ¿Carolina? ¿Pasó algo? –
— Marco, ¿podrías venir? Por favor –suplicó con la voz entrecortada.
Carolina estaba a punto de sufrir un colapso nervioso debido a su miedo por aquellos sonidos que para ella eran de mil almas en pena dentro de aquel departamento. Pero en realidad, solo eran el resultado de una excitante y placentera noche de pasión de sus vecinos.
El pelinegro sin dudarlo asistiría con la esperanza de encontrarse con su ex, aquella que aunque ha tratado aún no había podido olvidar. Sin embargo él conocía a la perfección los sentimientos de Carolina y aunque no le era ajena su belleza, su corazón le decía que no debía, era demasiado pequeña.
— Lo siento, debo irme –pronunció Marco como despedida ante sus amigos.
— ¿Alguna emergencia? –preguntó su amigo de al lado, Evan, a lo cual solo asintió- bien, te llevaré –y sin esperar una respuesta de su parte caminó delante de él indicándole el camino hasta su auto.
Ambos sujetos subieron rápidamente al auto y avanzaron sin perder más tiempo. Evan manejaba con cierto apuro, solo unas calles más allá bajó la velocidad de forma abrupta cuando dos chicas muy guapas intentaban tomar un taxi.
“Es ella” Evan quiso detenerse y llamarla pero no podía, tal vez la emergencia de su amigo es más importante en estos momentos.
Y juró que volvería.
…
Los pasos errantes de Alice no la llevaban a una dirección fija, estaba tan pensativa y triste sumida en el dolor de su corazón porque su mente le estaba jugando en contra. Tal parecía haber visto al hombre que tanto extrañaba.
— ¿Cómo sería eso posible? –pensaba, su cuerpo tiritaba por el miedo de no estar equivocada y por las fuertes ráfagas de aire de aquella fría madrugada. Se arrepentía de haber salido del bar en busca de una tonta suposición.
Sus pasos la habían guiado hasta uno de los parques principales de aquella ciudad, el aire soplaba como nunca y la hermosa fuente aún estaba funcionando, iluminando aquel lugar con luces de colores.
Todo esto era tan irreal, “¿Acaso es un sueño?” pensaba aquella chica, ¿Cómo podría serlo? Si había salido de aquel pub hace veinte minutos, sus pies estaban cansados y su cuerpo estaba sintiendo frío pese a la casaca de cuero que llevaba encima.
De pronto, sus encantadores ojos se quedan embelesados a través del agua de aquella fuente, su cuerpo de inmediato se tensó pero al mismo tiempo vibraba sin control alguno al mismo ritmo de su eufórico corazón.
Said, caminó tan solo unos pasos para observarla mejor, pero no se atrevió a acercársele. Quizá era el miedo de lastimarla “otra vez” que lo retenía, era un maldito cobarde con ella y eso lo había hecho odiarse todo este tiempo lejos.
Sus corazones parecían bailar al sonido de las aguas agitándose en aquella hermosa pileta a un lado de ellos. Bailaban regocijándose en el retumbante sonido del otro, como si se escuchasen mutuamente, como si estuvieran al tanto de cuánto se extrañaban, uno al otro…
“¿Dónde estuviste todo este tiempo? Durante todo este tiempo que te esperé” susurró ella mientras su cuerpo se estremecía como nunca. Tal vez de emoción, de miedo o simplemente por comprobar que esos sentimientos aún persisten.
“Lo siento tanto, nunca quise dejarte. Te amo Alice” pareció contestar.
Ambos declaran sus sentimientos para sí mismos, la distancia entre ellos no les permitiría escuchar las palabras del otro pero sus corazones parecían comprender todo. No necesitaban palabras para saberlo, solo bastaba la forma como se miraban para conocer la magnitud de ese amor.
Todo sucedía bajo la atenta y brillante luz de aquella única Luna, testigo fiel de todas las noches de amor entre ellos como también las noches de dolor. ¿Cómo ocultarlo? Ella sabía a detalle su sufrimiento, lo que sus corazones esconden y lo que en su vida ahora tienen.