Aquella joven permanecía inconsciente conectada a un respirador, sus signos vitales eran estables pero cada diez minutos una enfermera entraba a cerciorarse de su estado.
La clínica dependía de la vida de ésta joven, la amenaza había sido directamente del mismo hombre que horas antes había terminado con ella por teléfono. ¡Una tontería!
La culpa estaba haciendo estragos en él, las consecuencias de sus decisiones eran devastadoras… no quería lastimarla solo quería terminar con esa relación que para él ya no tenía sentido. Nunca la había amado.
— Fue una linda relación mientras duró –se dijo, tratando de limpiar su conciencia
El chofer lo dejó en la puerta de la clínica y él subió muy deprisa hasta la habitación de aquella joven. Esperó sentado en el sofá por más de ocho horas hasta que la joven de no más de veinticinco por fin abrió los ojos poco a poco.
— A… Ale…Alejandro –susurro con dificultad y emocionada de verlo.
Alejandro guarda sus manos en los bolsillos de su pantalón y regresa a mirarla fijamente, sin moverse ni un solo paso.
— Kendra –pronunció en tono frío- ¿Qué tontería hiciste? –le reclamó sin pensar en su estado
— Yo… no quiero vivir si tú me dejas –le contestó con los ojos llorosos
Si cuando llegó Alejandro sentía culpa por Kendra, ahora estaba realmente enojado al enterarse de las consecuencias de aquella pésima decisión. La muerte de una persona no era aceptable para él.
— Podrías haber escogido otra forma de morir –sus palabras apuñalaron y despedazaron las ilusiones de aquella tonta chica.
— Tú… -y sin poder controlar su dolor lloró amargamente, sintiéndose una completa estúpida con el corazón roto. No valía nada para él y ahora mucho menos, Alejandro no era un hombre muy paciente y jamás la perdonaría ¿o sí?
Él simplemente se limitó a observarla llorar, pero su corazón dolía superficialmente. Se arrepentía de esa relación, de pensar que ella sería igual que Andrea por la similitud de su forma de ser.
Andrea había sido la única mujer en ese frío tempano de hielo de su corazón, por ella había cambiado y definitivamente encontrar a alguien para reemplazarla era una cosa difícil.
Cuando Kendra apareció en su vida, se engañó a sí mismo, una chica alegre, hermosa y de buenos sentimientos era suficiente para intentar una relación pero él jamás pudo amarla como ella lo hacía.
— Alguien murió Kendra, mataste a un hombre por tus estupideces –
La joven se quedó estática, su cuerpo empezó a temblar ante aquella idea inconcebible.
— ¡No! ¡Mentira! Solo buscas deshacerte de mí –le reprochó completamente dolida, ahogándose entre sus gimoteos-
— Entre nosotros ya no hay nada. No me obligues a odiarte, han sido suficientes tonterías de tu parte –sus ojos entrecerrados la miran amenazándola, otra tontería más y él se olvidaría de todo el cariño que una vez existió y las consecuencias podrían ser ¿peores?
— Lo siento –gimoteó muy bajo, arrepentida de todo.
Llorosa y con el corazón hecho pedazos no le quedaba más remedio que aceptar todo lo que Alejandro le pudiera ofrecer, aferrándose a la posibilidad de reconquistarlo. Es inconcebible la idea de que en esos seis meses juntos él no haya podido desarrollar ni un mínimo sentimiento de amor por ella.
— Puedes quedarte con todas las cosas que te regalé, el departamento está a tu nombre y los gastos de la clínica corre por mi cuenta, pero a partir de ahora te valdrás por ti misma. Lo nuestro se acabó –e inmediatamente avanzó hasta la salida
Las cosas han quedado claras, todo entre ellos había terminado, o bueno al menos él lo había dejado claro, porque para Kendrá aún había una esperanza. “Si no me quisiera jamás habría venido a la clínica” se decía guardando una pizca de ilusión en su llorosa mirada.
Alejandro al salir de la habitación dio una importante orden a su asistente, “Averigua el nombre de ese hombre y de toda su familia” dijo el castaño maldiciendo una vez más a Kendra.
…
Sofía, quien llegó con algunos minutos de anticipación al pub, se acercó a la barra para pedir un trago y poder calmar sus nervios. Estaba muy ansiosa, no podía seguir ocultándoles a sus amigas sus sentimientos, se sentía ahogar en un vaso con agua ante la sensación dolorosa de su corazón al recordar aquel hombre.
— Gus sírveme un mojito por favor –pedía la castaña mordiendo de su uña, estaba preocupada y buscaba una solución que no afectara su vida privada aunque estaba claro que ella no tenía una.
Mientras hablaba con el encantador ojiverde y disfrutaba de su trago, Alice ingresaba al lugar luciendo un hermoso e indiscreto vestido rojo, por recomendación de Samuel.
Estaba irreconociblemente sexy, sus hermosos azules ojos brillaban nuevamente y su seguridad había aumentado, no era la misma de hace dos años.
Se acercó a la despistada Sofía y puso su mano sobre la espalda de la morocha para poder llamar su atención, como resultado una parte del trago cayó sobre la barra al resbalar de las manos de Sofía.
— ¿Estás bien Sofy? –preguntó la rubia con preocupación, obteniendo como respuesta un nervioso monosílabo – si no me cuentas no podré ayudarte
— ¡Annie vivirá conmigo! –soltó de golpe la castaña-
— En qué te puede afectar eso… –la rubia la miró son sospecha sin terminar su frase, a la espera de la confesión de la castaña.
— Y si encuentro a la persona indicada y ella… ¡Tonterías! Puedo vivir sola el resto de mi vida –suelta resuelta con una mueca de resignación.
Sofía tenía miedo, miedo de encontrar a la persona indicada y éste termine fijándose en su hermana como una vez sucedió. Annie era dueña de una sensualidad incomparable, acabando con el autoestima de cualquier mujer a su lado, incluida Sofía que tanto la quería.
— ¿Te gusta alguien? –preguntó con curiosidad Alice,
— Claro que no –contesta nerviosa
— Ya me enteraré –suelta confiada la rubia, haciendo una lista en su mente de quien podría ser
Para la castaña era imposible ocultarlo, ella sentía miedo en su corazón pero se preguntaba ¿De qué? Si aquel hombre y ella jamás se habían encontrado más. ¿Por qué? Si para ella el amor no era una opción. Esa tonta esperanza de su corazón por encontrarlo la atormentaba y a la vez, parecía ser suficiente para ella, se aseguraba de no ser herida cuando el tipo quiera dejarla tras conocer a su hermana. Como había ocurrido un día…
Con la presencia de Susan, los nervios y preocupaciones se evaporan, dando espacio a la diversión.
…
Unos kilómetros más allá un tipo llega a la ciudad, los negocios lo han obligado a viajar y su humor no es muy agradable. Aun así, él no pierde su porte de seductor con esas perfectas facciones y esa mirada penetrante y profunda, logrando atraer a las mujeres como un imán a pesar de su desinterés por ellas.
Entra a su habitación del hotel a toda prisa y después de tomar una ducha, con solo unos pantalones puestos se tira sobre la cama agotado por su largo viaje. En su hombro parece tener una importante marca a penas visible sobre su gran tatuaje, su mano se posa en aquella zona y cierra los ojos intentando descansar.
Solo cinco minutos después sus ojos se abren y resopla frustrado al no poder conciliar el sueño a pesar del cansancio. Sin conocer a nadie en aquella ciudad, decide aventurarse y tomando un taxi pide que lo lleve a un buen lugar para tomar una copa.
Aquel sujeto entra por aquella puerta, se mezcla entre la gente y camina en dirección a la barra para poder tomar un trago y relajarse. Pide lo de siempre, un whisky puro y lo toma de golpe, el segundo trago lo pide con hielo y ahora si lo saborea entre sus labios.
De pronto, el vaso cae contra la barra y su mano flota en el aire con la mirada fija en aquella hermosa rubia bailando frente a él. Su corazón late desenfrenadamente saltándose dos latidos de emoción y dicha por encontrarla.
Quien lo hubiera imaginado, han sido tantos sus miedos de volver a verla que ahora inevitablemente se la encuentra… una simple casualidad de la vida.
— Alice -susurra