Petra empieza a sentir nuevamente dolor en su bajo vientre. Sus dolores estomacales han aumentado mucho en estos últimos meses, al igual que su sangrado vaginal y rectal. Ningún medicamento ha conseguido aliviarla y la doctora que la atiende no tiene un diagnóstico certero para ella. No saber exactamente lo que le pasa, la desespera. La mujer entra a su habitación y enseguida cae de rodillas al suelo. Un surco de sangre empieza a escurrirse por entre sus piernas manchando el piso. Su vista se nubla y empieza a temblar de pies a cabeza. —¡Maldita sea! —grita. Se lleva ambas manos al vientre para mermar el dolor, pero nada surte efecto. Ya no lo soporta. Cada día es peor y se siente más débil. Estos achaques son más frecuentes. Luego de estar con Egil, todo parece haber empeorado. Debe c