Analia observaba atentamente desde la distancia a su esposo dar instrucciones a los hombres que lo acompañarían esta noche. Le gustaba ver el porte autoritario que este poseía. Estaba tan ensimismada observando todas las virtudes de aquel hombre que no de consciente cuando Zoe se colocó a su lado en el capo del auto en el que se encontraba Analia. —Es muy lindo, ¿no? —comentó con la voz agria, lo cual ya era normal escuchar en ella. Extrañada por aquella repentina aparición, Analia volteó con sus cejas alzadas hacia la chica. —¿Qué haces aquí? —preguntó ella con disgusto. —Es una lástima que no pueda ser de nadie —comentó ella ignorándola. Analia soltó un bufido y rodó los ojos volviendo su vista hacia su marido. —Pues claro, no es un objeto del cual puedes disponer cuando tú