Los hermanos Cipriani llegaron a su casa luego de las carreras, se extrañaron al ver algunos autos de la policía.
El corazón de Analia se aceleró imaginándose lo peor, y es que esa última nota la dejó presa del miedo. Temía por sus padres, ellos junto a Damián lo eran todo para ella.
Se bajó de su auto al mismo tiempo que Damián, quien a pesar de mantener su rostro neutro, por dentro estaba preocupado por lo que estaba ocurriendo. Entró junto a su hermana, al ver la escena que se estaba desarrollando se quedaron helados.
Su padre estaba siendo arrestado, tenía las manos esposadas mientras parecía tratar de tranquilizar a su inconsolable esposa.
—Todo va a estar bien, mi amor. Lo solucionaremos, pronto estaré de regreso —le decía a su esposa.
—Promételo, prométeme que pronto estarás de regreso —pidió Anna con las lágrimas inundando su rostro al ver al hombre que amaba ser arrestado con un criminal.
Los oficiales no habían sido nada amables desde el momento que irrumpieron en su hogar. Fueron bastante groseros con Leandro, a pesar de que este no había forcejado en ningún momento.
—Papá... —dijo Analia llegando junto a su madre.
—¿Qué está sucediendo, oficial? —interrogó Damián a uno de ellos.
—El señor Cipriani será detenido por el delito de asesinatos en primer grado, corrección, lavado de dinero, entre otros crímenes. —explicó breve
—¿Por qué lo están acusando de esto? Mi padre es inocente.
—Hace unas horas llegaron pruebas que lo acusan directamente de ser el buscado mafioso más grande de Italia, el demonio italiano o rey de la mafia, como quieran llamarlo.
—¡No se lo pueden llevar, mi padre es inocente! —exclamó Analia al borde de las lágrimas.
—Llévenselo —ordenó el agente.
Madre e hijos observaron horrorizados al ver a su padre ser empujados por aquellos policías. Les dolió el corazón, fue como una acuchillada para los tres. Para ellos la familia era sumamente importante y siempre debían estar unidos.
Anna lloraba en silencio por la ausencia de su esposo, a pesar de que su marido le había dicho que esto podía ocurrir y la había tratado de preparar mentalmente, para ella fue imposible no derrumbarse frente a sus hijos.
—Tranquila, mamá. Lo sacaremos de allí, haré hasta lo imposible por cumplirlo, te lo prometo, mami —dijo Analia mientras abrazaba a su madre.
Damián daba vueltas desesperadas por aquel salón sin saber qué hacer, su mente se había nublado debido a la desesperación. Sacó su móvil e hizo una llamada.
—Carlo, investiga lo ocurrido con mi padre. Quiero todo acerca del caso, también quiero saber de dónde provino todas aquellas pruebas y cuál es su contenido —demandó al otro hombre detrás de la línea.
—Si, señor. En cuanto la tenga se la haré llegar.
Cortó la llamada para luego hablarle a su tío Marco y a Dante para contarles lo sucedido. Fue cuestión de poco tiempo para que Marcó, Leslie y Dante se presentaran en la mansión. Todos preocupados por lo ocurrido y sin llegar a creer que el gran rey de la mafia había caído.
—Tío, hay que comunicarnos con los mejores abogados. Hay una firma que trabaja para mí padre, creo que ellos serían los indicados. Pero necesitaremos la ayuda de otras mafias si la información que les proporcionaron es grave, tenemos que eliminarlas por completo para que declaren inocente a papá. —Dijo Damián sentado en el sillón del despacho de su padre.
—Dante encargarte de los abogados —ordenó a su hijo.
—Enseguida, padre. —contestó Dante colocándose de pie y saliendo del despacho con su celular en la oreja.
Damián se encontraba demasiado alterado como para encargarse de todo personalmente, se sentía tan impotente.
Mientras Analia y Leslie se encargaron de hacer descansar a Anna. La llevaron a la habitación y le dieron algunos calmantes. Últimamente sufría bastante de los nervios, su marido no ayudaba mucho con los riesgos a los que se enfrentaba en su día a día.
—Tal vez amanece más clamada —dijo Leslie observándola dormir.
—Lo dudo, tía. Mamá últimamente está mal de los nervios y le cuesta tranquilizarme. Y ¿sabes ? Es comprensible que esté así, yo también tengo miedo de que él se quede encerrado allí.
—¡Oh, cariño! No lo tengas, mi hermano siempre se las ingenia para salir de esos embrollos en los que se mete.
—Espero que así sea, tía. No sé qué haría con papá en la cárcel.
Después de esa conversación Leslie la convenció de ir a descansar para que repusiera fuerzas.
Al día siguiente Anna junto a sus hijos se arreglaron y fueron a ver a Leandro, quien se encontraba recluido en una celda especial donde no la compartía con ningún otro detenido.
Anna se angustió al ver a su esposo tras aquellos barrotes de hierro. Él al ver aparecer a su familia sonrió con alegría, se levantó de la banca y se acercó hasta donde la celda le permitió.
—Amore —sonrió sacando una de sus manos para tocarle la mejilla.
Anna cerró los ojos al sentir el tacto de su esposo.
—Te extrañé, mi amor. No soporto estar lejos de ti y más sabiéndote encerrado aquí. Recluido de la libertad.
—Pronto se solucionará todo, al parecer las pruebas que tienen no son muy buenas, pero si lo suficiente para detener como presunto sospechoso. —explicó mirando a sus hijos.
—¿Quién crees que pudo haber sido? —preguntó Damián a su padre.
Leandro sonrió con derrota, sabiéndose derrotado ante su, aparentemente, mayor enemigo.
—Cambell. —dijo sin más.
Analia soltó un jadeo, lo había sospechado pero no lo creyó tan poderoso como para dar pruebas de que el famoso empresario Leandro Cipriani en realidad era el famosísimo rey de la mafia en el bajo mundo.
—¿Tan poderoso es?
—Si, al perecer creció bajos nuestras propias narices, nos confiamos. Anoche me hicieron una breve visita para dejarme una advertencia. —sonrió con ironía —Imagínense, me vino a advertir a mi. Tiene que tenerlos bien puestos para que se haya atrevido a tal cosa.
—¿Qué te dijo?
—Que si no le entregaba a la princesa me atuviera a las consecuencias.
—¿Lo conociste?
—Si, el imbécil es uno de los mejores abogados. Se ofreció a ayudarme para sacarme de aquí a cambio de casarse con mi niña. ¡Absurdo! Prefiero podrirme aquí a darle la mano de mi hija. Además no es como si yo no pudiese sacarme de aquí.
Analia permaneció en silencio, pensando en la situación que básicamente estaba en manos de ella que esto se pudiese solucionar. Pasaron unos minutos con él, pero el tiempo de visita se estaba acabando y Leandro le pidió de por favor que lo dejara a solas con Damián y Anna.
—No vayas ni a pensarlo, hija. Tú te casarás con alguien por amor, no por compromiso y menos con un hijo de puta como ese. Cuídate preciosa —se despidió su padre.
—Si, papi. Te prometo que te sacaremos de aquí. —dijo para luego darse la vuelta y marcharse dejándolo con las personas que él había pedido.
—Hijo no permitas por nada del mundo que ella se case con él, si esto se complica no se lo comuniques a ella porque caerá en la trampa y se casará con él. La conozco y sé que lo está considerando, no quiero que por mi culpa se condene a una vida ordinaria.
—Está bien. Pero quiero que seas consciente que si ella toma cualquier decisión no habrá quien la detenga. Si se llega a reunir con él estoy segura que la convencerá por muy astuta que sea ella, él lo es aún más.
—Lo comprendo, hijo. Ahora déjame con tu madre.
—Te espero afuera, madre.
Se marchó dejando solos a la pareja, Leandro contempló a su esposa con ternura. Le dio palabras de aliento para que pudiera con esta situación.
—No dejes que esto te sobre pase, no quiero que te deprimas y te encierres en nuestra habitación. Nuestros hijos necesitan de tu apoyo para que puedan con esto, tú serás su fortaleza. Quiero que ahora te encargues de manejar por completo las empresas, tú más que nadie sabes cómo se mueven. Haré hasta lo imposible para que no nos incauten nuestros bienes.
—Está bien, amore mio. Haré lo que tú me digas, y tienes razón apoyaré en todo a nuestros hijos.
—Cuida a Analia, que no vaya a cometer alguna tontería.
Se despidieron con un beso, y con un profundo dolor Anna se separó y se marchó una vez el tiempo de visita había culminado. Se sentía incompleta sin su marido al lado, no soportaba el hecho de que estuviera encerrado. Eso era lo que la llenaba de angustia.