(Narra Cordelia) Anton se puso colorado como siempre, entonces prestó su atención al suelo bajo nosotros. La noche anterior había caído una tormenta, el cielo prácticamente, se nos vino encima. A cada paso que dábamos, nuestros zapatos se llenaban de lodo, tanto que mi vestido estaba ya manchado de ese barro oscuro y apestoso. Y esa mañana no parecía que fuera a haber alguna diferencia, las nubes encapotadas se cernían sobre nosotros con violencia, era inminente que otro nuevo aguacero se dejara caer sobre todo Liberty. Continuamos caminando por aquel paraje rumbo a mi casa. Al cruzar por un claro, una enorme gota me golpeó en la mejilla, y de pronto, otra la siguió, hasta que el estruendoso impacto de miles de gotas se hizo tan audible que tuvimos que correr. ― Déjame poner esto. ― Me s

