(Narra Cordelia) ― Tomé. ― Me dijo y me ofreció el chal, yo lo miré fijamente y el apartó el rostro, lo vi ponerse colorado. Para mí no era ninguna novedad que los chicos como él se pusieran así ante mi presencia o la de alguna de mis hermanas. ― Gracias. ― Le dije y antes de darme la vuelta lo escuché llamarme de nuevo. ― Soy Anton. ― Seguía sin poder mirarme a la cara. ― Y yo Cordelia. ― Respondí y seguí avanzando. Padre estaba junto a otros hombres cargando las vigas, lo hacían entre dos hombres o incluso tres. Cuando bien era posible que él solo cargara tres de ellas sin problema, aunque claro, el secreto debía de permanecer siempre como un secreto. Otras mujeres también llegaron con comida y mientras se preparaban los alimentos se comenzó a hablar de los recién llegados, los Abbo

