Enjaulada. Impensable. Inaceptable. Inconcebible. ¡Una verdadera vergüenza! O bueno, al menos eso pensaba su madre de ella y de su pequeño desafío durante la noche del baile. ¿Cómo sabía Cameron Price aquello? Bueno, era fácil. Lo sabía porque su madre no hacía más que gritarle aquello desde hace casi una hora, tiempo en el que ella no le había respondido ni siquiera una vez, determinada a mantenerse en un silencio implacable. Había llegado a casa por la mañana, tras pasar la noche en casa de Marlon, con el traje del baile todavía puesto y los ojos rojos por el llanto. Sin embargo, su madre no cedió al verla, como ella hubiese esperado, ni la llenó de besos ni mucho menos de palabras reconfortantes. Solo la observó atónita, como si no creyera que aquel muchacho desaliñado se tratab