Cameron despertó aquella mañana con la inminente sensación de que debía quedarse en cama. No podía explicarlo, sólo sentía que debía hacerlo. No salir, acurrucarse de vuelta entre las mantas y cerrar sus ojos para dormir hasta tarde. Más que una opción sentía, en ese instante, que era su única solución. Y es que no había nada importante ese día. Era sábado, estaba lejos de los exámenes, no había reunión con la banda. ¿Entonces por qué seguía sintiendo que debía moverse? ¿Acaso no podía tener un sábado para ella sola? Y entonces lo recordó. ¡Ese día era la final del torneo de fútbol! —¡Es tarde! —gritó, saltando de la cama con una inesperada velocidad. Salió al pasillo, buscando de inmediato la ropa limpia que debía encontrarse cerca. —¡No grites! —replicó Camila de forma débil, sa