Pablo sonrió mientras abría las cortinas, dejando que la luz entrara e iluminara su habitación. El cielo se encontraba claro y despejado, como no se había visto en semanas. Una brisa agradable recorría la ciudad y los pájaros se encontraban cantando con alegría. —¡Pablo! ¿Antes de ir a tu trabajo puedes ayudarme a colgar la ropa? —¡Sí, mamá! Descendió las escaleras con energía y corrió al patio, recibiendo el cesto de ropa de manos de su madre, quien apenas lo entregó corrió a la casa para realizar otros deberes. Su hijo en cambio se quedó allí, bajo el cálido sol, mientras comenzaba con aquella tarea. Usualmente se resistía a ayudar con ese tipo de deberes, sobre todo si tenía que salir a algún lugar, pero gracias a la cerca de madera que sus padres habían colocado en el patio, pod