—¡Uno, dos, tres! La pesada caja cayó al suelo, levantando polvo en el aire. Cameron sonrió junto a Albert, felices por el esfuerzo realizado. Camila, en cambio, mantenía una continúa expresión de asco atravesando su rostro, mientras los observaba desde una posición que ella consideraba segura. —¿No hay arañas, cierto? —preguntó, observándolos tras la puerta corrediza de cristal que daba acceso a la casa. Su primo mayor le sonrió con burla, mientras comenzaba a abrir la caja que contenía las partes de la piscina que ese día armarían. —¿Quién sabe? La caja lleva mucho tiempo en la bodega. Cameron le dirigió una mirada de regaño mientras que Camila comenzaba a murmurar "¡Asco, asco, asco!", pero omitió todos sus comentarios. Su primo abrió la caja y lentamente comenzó a sacar las par