Viaje
— Estamos completamente perdidos.
Exclamó Lissana un tanto molesta. Oscuras nubes de lluvia se cernían sobre sus cabezas, y se encontraba en medio de un espeso bosque donde no había ningún lugar en el cual resguardarse de la lluvia, que no tardaría en dejarse caer.
Tenían una semana de haber emprendido su viaje y de haber dejado el palacio real de Cosset, pero no paraban de perderse, Uzziel tenía un pésimo sentido de la orientación.
Lissana se había dado cuenta de eso demasiado tarde.
— No estamos perdidos.
Masculló el hermoso joven de cabello castaño y delicadas facciones, que en ese momento examinaba con sus profundos ojos grises el bosque en el que se encontraban.
— Solo nos hemos desviado un poquito del camino, si vamos por este camino, lo más probable es que logremos salir de este bosque.
Las palabras de Uzziel no calmaban para nada a su prima, ella cerró sus hermosos ojos dorados, sus largas pestañas hicieron
contraste con su pálida y suave piel.
Lissana resopló muy molesta.
— ¿Y cómo se supone que saldremos de este bosque?, aunque puedo volar, aun no manejo muy bien el llevar a otra persona conmigo, puede que te deje caer a mitad de vuelo.
— No volaremos, lo decidimos al salir del palacio, viajaremos como lo hacen las personas normales.
Dijo Uzziel, recordandole a su prima la promesa que ambos habían hecho al salir del palacio y que en una semana su prima había amenazado en romper una docena de veces.
— No somos personas normales Uzziel.
Respondió Lissana, un tanto exasperada.
— Y con tu sentido de la orientación no creo que lleguemos a ninguna parte.
— Claro que lo haremos, deja de ser tan amargada Lissana.
La hermosa joven pasó una mano pálida por sus cabellos castaños, intentando calmar la ira que empezaba a brotar en su interior. Tenían una semana de haber emprendido su viaje y ya se arrepentía de haber dejado a su dragón y de haber llevado a Uzziel con ella.
— Debí haberle hecho caso a la tía Maya.
Murmuró para sí misma con un profundo arrepentimiento. En eso Uzziel dio un grito, recibiendo toda la atención de Lissana.
— ¡¡¡Ah!!!
— ¡¿Y ahora por qué gritas?!
— Creo que ya se por donde debemos ir.
Dijo con más seguridad que antes.
— Si empieza a llover, quiero que sepas que te abandonaré en este bosque.
— No olvides que le prometiste a mi madre que cuidarías de mí, mientras estemos de viaje.
— ¡¿Cuidar de ti?!, ojalá solo fuera eso.
— ¿Qué quieres decir?
— Eres un maldito desastre.
Varias gotitas de agua empezaron a caer, Lissana no pudo más, su paciencia se había agotado por completo; llamó a los vientos y
empezó a levantarse del suelo, Uzziel la agarró de la cintura y dijo entre súplicas.
— No puedes dejarme aquí tirado.
— Entonces has algo para salir de este maldito bosque o encuentra un lugar donde resguardarnos.
— Solo sigueme.
Dijo Uzziel sin soltar su mano. Ya que temía que su prima lo abandonara, antes de que la lluvia empezara a arreciar, ellos encontraron una cueva y la usaron para protegerse de la lluvia.
— Lo ves, encontramos un lugar donde pasar la noche, mañana buscaremos la salida con más calma.
— Mañana sobrevolare el bosque, buscaré la salida y me largare de aquí.
— No piensas abandonarme, ¿Verdad?
Preguntó el muchacho con cierto temor.
Lissana encendió una fogata para calentarse en medio de la cueva y respondió.
— Claro que lo pienso.
Confesó la muchacha mientras agregaba unas cuantas ramas para avivar el fuego.
Uzziel palideció ante su respuesta.
— Pero no tienes que preocuparte, no te abandonaré.
Continuó diciendo al ver la expresión de miedo e incertidumbre que se había apoderado del rostro de su primo.
— Lo siento.
Se disculpó rápidamente.
— Si te hubiese dejado sobrevolar el bosque desde un comienzo habríamos salido hace mucho tiempo, pero la verdad es que tenía miedo de que me abandonaras.
Las palabras de Uzziel expresaban lo que Lissana había visto en el rostro de su primo. Haciendo que se sintiera un poco mal por como lo había tratado los últimos días.
— Yo también lo siento, se que no he sido la mejor compañera de viaje.
Uzziel no refutó las palabras de su prima, ya que eran verdad, después un largo silencio, finalmente preguntó.
— Lissana, ¿Por qué querías hacer el viaje de esta manera?, se que quieres ir a la tierra de las hadas, si hubiéramos viajado en tu
dragón o con los pergaminos nos hubiéramos ahorrado mucho tiempo.
Lissana lanzó unas cuantas ramitas a la hoguera, el fuego crepitó y ella finalmente respondió sin apartar su mirada de las llamas oscilantes.
— No es solo a donde quiero llegar, quería conocer mi reino, no conozco nada de él, antes de salir mi madre me dijo: no te conformes solo con lo que conoces, abre tus ojos al inmenso mundo que hay ahí fuera, que tu viaje sea tu aventura y luego decide
que es lo que quieres hacer, donde quieres estar.
— Buenas palabras las de la tía Abril.
— Y eso es lo que quiero hacer, y no traje ninguna montura conmigo, por que no quiero causar pánico, los dragones no son muy queridos que digamos, los caballos alados tampoco son la excepción, no después de la guerra, todos temen a lo desconocido.
— Tienes razón.
Uzziel se quedó mirando cómo las llamas de fuego oscilaban en silencio, Lissana le preguntó.
— ¿Tú por qué me has acompañado?
Preguntó Lissana con curiosidad, ya que Uzziel no lo había expresado claramente.
— No puedo dejarte sola, eres mi querida prima.
Respondió Uzziel, con lo que Lissana había percibido como una mentira.
— Si no quieres decírmelo, no hace falta que mientas.
— Yo no miento, soy un hada.
— Solo eres mitad hada, no estás atado al juramento de verdad de las hadas.
— Hum... No es que no quiera decirlo, es solo que no lo sé, a veces yo también me siento perdido.
Confesó el muchacho con cierta tristeza.
— ¿Creía que te gustaba la vida en el palacio?
— Y me gusta, pero sé que ese no es mi lugar.
— ¿Por qué dices eso?
— Porque es así, tu eres la princesa heredera, pero debido a la ausencia del tío, muchos querían que mi padre tomara el trono y que
yo fuera el siguiente en la sucesión del trono, aunque me gusta estar en el palacio, mi presencia es un peligro para ti Lissana.
— No me importaría darte mi lugar si así lo quieres.
Respondió Lissana con total sinceridad.
— No quiero ser rey.
Se apresuró a decir el muchacho mientras pasaba una mano por su corto y húmedo cabello castaño.
— Solo quiero apoyarte y cuidar de ti, hemos crecido juntos, para mi eres como una hermana.
— Para mi también eres como un hermano, uno muy molesto a veces, pero al que quiero un montón, así que no tengas miedo, nunca te dejaría atrás, además estoy segura que si lo hiciera terminarías armando un gran escándalo con tu magia.
— No lo haré.
Dijo con total seriedad.
— Mi madre aun me tiene prohibido usar mi magia a menos que sea un caso de vida o muerte, o que ella se encuentre presente, así
que no lo haré, se lo prometí.
— No entiendo por qué te prohíben usar tu magia.
— Creo que eso es porque casi destruyó el reino una vez.
Lissana había olvidado por completo, de lo poderoso que era Uzziel, hasta que él había mencionado el incidente de hacía años atrás.
Un gran poder sin control, era más peligroso que una horda de monstruos. Le había dicho una vez su madre mientras reconstruían la
ciudad.
Uzziel se tumbó en el suelo, junto al fuego, usando su brazo como almohada y le dijo.
— Deberíamos dormir, nuestro viaje apenas está empezando, aún nos queda un largo camino por recorrer.
— Si, tienes razón, nuestro viaje apenas está empezando.