Para la hora del té, los bolsos y maletas que habríamos de llevar ya estaban listos y en la puerta.
Apenas había informado al resto de mi familia, que deseaba viajar este año, había generado un silencio tal, que me había obligado a repetir la petición para volver a descongelar el mundo a mi alrededor.
Mi prima menor me preguntó si estaba loco y mi tía, si estaba bromeando.
Al responder a ambas que no, habían comenzado las preguntas de por qué, tan repentinamente y luego de tantos años, deseaba ir de nuevo. No di explicaciones e inventé una mentira rápida, mientras intentaba evitar la mirada preocupada que Natalie me dirigía, pero haciendo eso, conseguí lo que deseaba con tanta ansias: viajar.
Aunque para la hora previa al viaje, me encontraba tan aterrado y nervioso, que lo único que
