Con cada minuto que pasaba, sentía que me desmayaría en cualquier momento. Todo el viaje se había vuelto realmente corto. En un instante, el piloto había anunciado que pronto aterrizaríamos… y ahora me encontraba con mi bolso casi en la puerta del aeropuerto. En menos de una hora estaría en la mansión… Y eso me aterraba. Tan pronto como divisé la limusina, un mareo inesperado me azotó de golpe tan repentinamente, que me tuve que sujetar de la pared cercana para no caer. Mi respiración se aceleró sin desearlo y estaba seguro que de haber tenido algo en el estómago, lo habría vomitado en aquel instante. Mi vista se nubló y un notable dolor de cabeza me inundó. Mi cuerpo entero rechazaba la idea de subirme en la limusina, de verme atrapado. Mi instinto de supervivencia llme suplicaba