Dentro de un par de minutos estaría nuevamente en aquel lugar, rodeado de personas a quienes no había visto en casi nueve años, a quienes no recordaba para nada, pero que, sin embargo, si me recordaban y conocían… o creían conocerme. Era bien sabido que ante los ojos de aquella rama de mi familia, era visto como un niño malcriado, un chico caprichoso y una vergüenza definitiva… No importaba qué, no sería bien visto por nadie en aquel lugar y aquellas personas tenían sus motivos, así como yo tenía los míos para odiar esa mansión: mi abuela. Nadie iba contra la matriarca de la familia Parrington. Nadie. Mi abuela había gastado su vida entera formando un imperio y encargándose de que este perdurara para siempre, aún después de su muerte. Había criado a sus hijos e hijas con los mismos