-No aceleres mucho —le dije mientras manejaba como si estuviera en una carrera pero nadie nos perseguía, la policía no miró cuando nos huimos del lugar —Me da miedo la velocidad. —Mi voz sonó aterrorizada. —Disculpa. A veces olvido que tengo compañía, casi no suelo tener una chica en mi asiento de al lado. —Bajó la velocidad. No sabía a dónde nos dirigimos, porque no me lo había preguntado ni yo se lo había dicho. -¿Quién eres? –Le pregunté sabiendo que no sabía su nombre. Giró su cabeza para verme por un momento y luego ponerla en la carretera. —Miguel. —Gracias por sacarme de allí, Miguel. —Le di una sonrisa nerviosa. -De nada… —Becky. —Terminé. —De nada Becky, para mí fue un honor salvar a una damisela en peligro —sonrió, y eso hizo que me diera confianza para hablar con él. No p