El día siguiente era sábado, lo que significaba que ni Anisa ni Luisa tenían que ir a ningún lado. Logan, aún lidiando con el dolor en su hombro, solo había logrado dormir unas pocas horas, estirándose con cuidado, con el brazo aún asegurado en el cabestrillo, se levantó de la cama pues la herida seguía doliendo, pero no tanto como la noche anterior. En el baño, se cepilló los dientes y se lavó la cara antes de bajar las escaleras, ni Anisa ni Luisa estaban a la vista, pero el aroma del café recién hecho lo atrajo a la cocina. Luisa estaba sentada en un taburete junto a la barra, con la mirada fija en su teléfono mientras sorbía su café, ella levantó la vista cuando lo vio. —Oh, hola, Logan —saludó con una sonrisa—. Pensé que te despertarías mucho más tarde, ¿Cómo dormiste? Logan vac