Saliendo con el enemigo

3136 Palabras
Abro los ojos con un poco de dificultad y asomo la cabeza entre las mantas. En la cama de al lado veo a Elsa y Julie. Es una cama pequeña pero ambas están abrazadas y caben perfectamente. Estiro mi mano para coger el teléfono que está cargando en la pequeña mesita de noche y quito el cargador. Miro la hora y mis tripas rugen. Bostezo y me estiro en la cama, mirando hacia el techo. Había sido una noche entretenida. Habíamos bailado, reído y bebido. Me di cuenta que Ethan no sospechaba nada porque no quitaba las manos del cuerpo de su chica. Connor no había tardado en desaparecer diciendo que tenía cosas que hacer. Eso se traducía en: he quedado con alguien más interesante que esta fiesta. Habíamos cogido todos juntos un Uber y Elsa me había dejado dormir en su cama para que Ethan y Heidi pudieran tener intimidad en la nuestra. Me levanto sin hacer ruido y salgo de la habitación. Todo está en silencio y me dirijo a la mía, abriendo la puerta lentamente por si me encuentro algo que no deseo ver. Veo a Heidi entre las sábanas de su cama y abro la puerta más para ver que Ethan está en mi cama espatarrado. Me quedo en la puerta observando que solo lleva un bóxer blanco. Recorro su cuerpo, lentamente, recreándome, porque quiero y porque puedo y cuando he tenido suficiente, me dirijo a mi armario para coger algo de ropa. Me acerco al cajón de la ropa de interior, que está al lado del chico castaño, y abro el cajón con mucho cuidado. Lo miro mientras lo abro y él lo único que hace es arrugar un poco la nariz. Cuando salgo de la habitación, la pregunta que me hago es: ¿Por qué Ethan está durmiendo en mi cama y no con Heidi? El chico era grande, sí. Alto y robusto, pero vamos, ¿quién no quería dormir entre sus fuertes brazos o apoyar la cabeza en sus pectorales? Yo sí, y todas las chicas de la universidad, también. Después de una ducha para quitarme el olor a alcohol y a tabaco de anoche, me preparo unos fideos instantáneos porque no tengo ganas de meterme en la cocina. Cuando estoy echando el agua hirviendo en el vaso que tiene el contenido, escucho unos pasos y giro mi cabeza un poco para ver aparecer a Ethan. —    Hola —murmura con voz ronca. —    ¿Y la ropa? —Pregunto dejando la cacerola en la vitrocerámica. —    En la habitación —se pone a mi lado y coge un vaso para después llenarlo de agua. Cierro la tapa de los fideos y dejo que reposen unos cuantos minutos para que estén listos para comer. Me apoyo en la encimera y observo como su nuez de adán se mueve cuando traga. —    ¿Qué miras? —Pregunta dejando el vaso en el fregadero. —    Eres un rinoceronte —abro mis brazos para referirme a su anchura y él, sonríe—. Si me dieras un puñetazo seguro que me mandas a Los Ángeles de la fuerza que tienes —digo—. Por favor, mándame a Los Ángeles. —    ¿Quieres que te de un puñetazo? —Se ríe y niega con la cabeza, apoyando una mano en la encimera. —    Solo si me mandas a Los Ángeles. Cojo el vaso de los fideos y voy al salón, donde me siento en el sofá y enciendo la tele, bajándole el volumen.  Antes de que Ethan vuelva a entrar en la habitación, lo llamo y él se detiene antes de entrar al pasillo. —    ¿Por qué estás durmiendo en mi cama? —    Heidi se queja por el espacio —se encoge de hombros. —    Cámbiame las sábanas después —abro la tapa de los fideos y él sonríe un poco para después perderse por el pasillo. —    ¿Has vuelto con Dave? —Pregunta asomándose de nuevo al salón. —    Sí, eso parece. ¿Tienes que hacerle a mi hermano un informe semanal? Ethan vuelve a sonreír y esta vez, no vuelve. Se encierra en mi habitación con Heidi y solo salen para comer algo.   La semana vuelve a empezar, las clases vuelven a aburrirme, algunos trabajos a estresarme y Elsa intenta que sustituya el café o las bebidas energéticas por té. No lo consigue. Los ojos me duelen y el cuerpo me pesa un kilo más hoy porque no he conseguido pegar ojo en toda la noche. —      ¿Te preocupa algo? —Pregunta. —      La vida en general, pero no, nada en concreto me preocupa. —      Hmm… ¿Sabes? Estoy estudiando psicología, puedo ayudarte, solo… háblame. La miro alzando mis cejas y ella suelta una risita para después beber de su termo el té que lleva preparado de casa. Su tez morena resplandece con el sol y me doy cuenta lo buena cara que tiene siempre, se maquille o no. —    La mañana siguiente a la que salimos, encontré a Ethan dormido en mi cama en vez de con Heidi. —    ¿Eso es lo que te preocupa? —Alza una ceja, sonriente y ruedo los ojos haciendo que se ría—. Bueno, las camas no son muy grandes y Ethan es muy… musculoso. —    Antes no le importaba dormir con el fuerte de Ethan, es más, creo que dormiría hasta encima de él. —    Llevan dos años, las cosas suelen cambiar con el paso del tiempo. —    Supongo, pero… no lo sé. Que esté con los dos al mismo tiempo… —hago una mueca—. No quiere suficiente a Ethan. —    No los veo distantes. —    Yo tampoco, aunque tuviste que ver la cara de Heidi cuando Dave me besó —río—. Todo un cuadro. —    ¿Te dijo algo? —    No, se supone que tenemos que aparentar y Dave hizo lo que tenía que hacer. —    Así que… estáis de nuevo “juntos” —hace las comillas con sus dedos y al oír eso miro hacia ambos lados y asiento lentamente. No me he encontrado a Dave en casa desde ese día, cosa que agradezco. Es mejor que ambos queden lejos de donde Ethan frecuenta, y nuestra casa, era uno de los sitios en los que el castaño pasaba mucho tiempo. Vivir en una residencia no era lo mismo, y al igual que mi hermano, allí no tiene la intimidad que necesita. Julie no tarda en aparecer y besa a su chica para después sentarse al lado. Vuelvo a bostezar y termino de beberme el café que me queda. —    ¿Qué tal la exposición? —Le pregunta a Julie metiendo un mechón de pelo detrás de la oreja. —    Bien —sonríe ella—. Pensé que iba a ponerme alguna pega, pero no —se encoge de hombros—. Creo que incluso le ha gustado. —    Me alegro —le digo—. Creo que yo también me sé tú exposición de todas las veces que te he escuchado practicarla. —    ¡Podrías haberla hecho por mí! —Ríe Julie. —    ¡Debería! No me subestimes —la señalo con el dedo. —    Hoy estás muy guapa, Paris —miro hacia mi derecha para ver quien me ha dicho semejante mentira y veo que es el chico que en el equipo tiene el número diecisiete. —    Y tú estás muy ciego, número diecisiete. Mis amigas se ríen y solo puedo ver la espalda ancha del chico alejarse mientras niega con la cabeza. —    ¡¿Te ha piropeado y se lo agradeces así?! —Julie levanta sus manos y yo la miro haciendo su mismo gesto. —    Hoy tengo una cara de pingüino revenido que no puedo con ella. Si el FBI pudiera detenerme por mala cara, lo haría. Las diez caras más terroríficas de Indiana. —    Ha intentado ligar contigo —dice Elsa aun riéndose. —    Que me hubiera traído otro café —murmuro apoyando mi mano en la frente—. No soy persona. —    ¿Número diecisiete? ¿Está en el equipo? —Pregunta Julie. —    Sí, ha entrado nuevo este año. —    ¿Y no te sabes el nombre? —Pregunta ahora Elsa. —    No, aún no. Dame tiempo, soy muy mala para los nombres, Anna. —    ¡Deja de hacer eso! —    Let it go, let it go… —Canturreo y ella me tira el paquete de pañuelos que tiene a su lado. Cada vez que Elsa habla, no puedo evitar en acordarme de Frozen y me llevo todo el día cantando la canción en mi cabeza. Saludo a Eric con la mano cuando lo veo buscarnos y él se dirige hacia nosotras cuándo nos ve. —    ¿Qué tal, chicas? —Pregunta dejando la mochila encima de la mesa y sentándose a mi lado. —    Bien Eric, ¿y tú? —Hablan las dos a la vez y miro a Eric sorprendida para después reírme. —    Tengo noticias frescas —dice teniendo toda nuestra atención—. Ha entrado una nueva animadora. —    Pensé que las inscripciones ya estaban cerradas —digo. —    Y lo estaban, pero al parecer la chica nueva ha conseguido entrar —se encoge de hombros—. Necesitarían a una más o algo. Aunque George ya no es la mascota del equipo. —    ¿Quién es ahora? —Pregunta Julie. —    No lo conozco. Tendremos que fijarnos en los entrenamientos —Eric me mira y asiento. Eso hacemos. En el siguiente entrenamiento, en vez de mirar tanto a los chicos, nos fijamos en como ensayan las chicas. Hay una chica con el pelo rojo que destaca, es la nueva. Eric y yo la observamos mientras nos comemos un paquete de palomitas. Saco las gafas del bolso y me las pongo para verla mejor. —    Es guapa —digo. —    Sí que lo es, y tiene la atención del equipo. Su pelo llama la atención —dice Eric con la boca llena—. Es más, tiene la atención de todo el equipo de fútbol, ¿vas a ponerte celosa? —sonríe de lado. —    Sé que siempre seré la favorita del equipo, no me preocupa —meto varias palomitas en mi boca. —    Qué egocéntrica eres —se ríe. —    ¿A decir la verdad se le llama ser egocéntrica? —Lo miro y él me empuja levemente—. Espero que Theresa la trate bien. —    Eso lo dudo, toda chica es una rival para quitarle a tu hermano. —    No sé cómo no se cansa. —    Tu hermano ni siquiera ha mirado al grupo de las animadoras. —    Sigue siendo él. —    ¿Has vuelto a ver a Dave? —Me pregunta quitándome el paquete de palomitas. Lo miro y niego con la cabeza. El equipo empieza a entrenar y los observo. Mi vista se fija en Ethan. ¿Se enterará algún día? Aunque quizás Heidi se canse de Dave y siga su relación con el castaño como si nada hubiese pasado. ¿Cuánto duraría acostándose con Dave? —    Heidi queda con Dave fuera de aquí para evitar a Ethan. —    Es que es lo más lógico. Aunque Heidi no tiene sentido común. Intento no reírme pero se me escapa una risita porque es cierto. ¿A quién se le ocurre llevar a su amante a casa sabiendo que su novio puede llegar en cualquier momento? A ella. Dejo de mirar a los chicos para fijar mi vista en las animadoras. Theresa está de brazos cruzados observando como la chica nueva intenta seguir el ritmo, aprendiendo la coreografía que utilizan. Me fijo en Connor y en como de concentrado está en el entrenamiento. El entrenador siempre es más duro con él y observo como mi hermano lo da todo, como siempre. —    Creo que tener a una nueva animadora será divertido —dice Eric viendo como varios del equipo la miran. —    Mientras ganen... —me encojo de hombros—. Pueden mirar a quien quieran. —    ¿Crees que nos dirán que vayamos con ellos otra vez? —    ¿Te apetece ir? —Lo miro alzando una de mis cejas. —    Siempre me apetece ir, ¿a ti no? —    Es que tengo sueño hoy, pero solo una cerveza, por favor. — De acuerdo —sonríe Eric—. Una cerveza. Bajamos de las gradas cuando el entrenamiento acaba y vemos a los chicos sudando dirigiéndose a los vestuarios. —    Buen entrenamiento —le digo a Ethan cuando pasa por mi lado. —    Cómo siempre —me sonríe—. Eric —le da un golpe amistoso en su brazo y mi amigo y yo miramos su trasero viendo que sí, tiene más. —    Con las gafas es como si tuvieras treinta años —escucho la voz de Connor y me giro. —    Es que siendo joven no veo —me quito las gafas y las cuelgo en mi camiseta—. ¿Vais a tomar algo ahora? ¿Podemos acompañaros de nuevo? Connor arruga su nariz y se cruza de brazos. Es más alto que yo y siempre tengo que mirar hacia arriba para hablar con él. Bueno, con él y con todo el mundo. —    Lo comentaré en el vestuario y te daré una respuesta. —    Les caemos bien, ¿no? —    Sí, pero eres una chica y no podemos hablar de cosas de chicos. Empieza a caminar hacia el vestuario y miro a Eric con una mueca en mi rostro. —    ¿Cuáles se suponen que son los temas de chicos? Pensé que hablabais de quien la tiene más grande en las duchas. Connor ignora lo que he dicho y aparece corriendo Theresa a mi lado. —    ¿Ya se ha metido en el vestuario? —Nos pregunta apoyando las manos sobre sus rodillas. Asiento—. Mierda —jadea y se mete un mechón detrás de su oreja. —    ¿Te puedo dar un consejo? —    Si me sirve, claro —se incorpora—. Eres su hermana. —    Ignóralo. Es lo mejor que puedes hacer. No puedes darle tanta atención a un chico, quizás cuando se dé cuenta que pasas de él, se interese por ti. No le convence mucho la idea por la cara que está poniendo. Sinceramente eso puede funcionar o no. Lo más seguro es que no funcionase y Connor respirase tranquilo un tiempo hasta que ella volviese a las andadas. — Puede que funcione —dice al fin—. Gracias. Ella me da un abrazo y me quedo sorprendida, por lo que ni siquiera correspondo a esa muestra de gratitud. — ¡Adiós chicos! Miro a Eric y este me mira asombrado. Ahora solo tenemos que esperar a que funcione y ella deje de ser tan intensa. Las demás animadoras pasan, hablando unas con las otras y la última es la chica de pelo rojo. —    ¡Hola! —La saludo acercándome a ella— Soy Paris Duch —le tiendo mi mano y ella me mira sorprendida. —    Soy Lucy Davis. —    Él es Eric Foster. —    Hola, Lucy —le saluda mi amigo dándole la mano. —    Encantada Eric —sonríe. —    ¿Qué tal el equipo de animadoras? ¿Era lo que esperabas? —Le pregunta el moreno. —    Supongo que sí —se encoge de hombros—. Aunque me va a acostar adaptarme un poco, pero estoy emocionada. —    ¿Qué estás estudiando? —Le pregunto. —    Derecho. —    Primer año —ni siquiera lo pregunto porque a pesar de que hay mucha gente de distintas carreras, al cabo de los años, te quedas con las caras. —    Exacto. Me alegra haberos conocido chicos, tengo que ducharme y echarme desodorante, lo necesito. —    Adiós —ambos nos despedimos y Eric me dice que es simpática mientras veo que Connor me ha enviado un mensaje. "A los chicos pareces agradarles más de la cuenta, podéis venir" — Aunque nunca debes fiarte de nadie que se llame Lucy —dice. — ¿Qué? ¿Por qué? —    Siempre suelen ser las malas de las películas. —    ¿No eran las Ashley? —Guardo el móvil en mi bolso. —    Esas también. —    Tenemos vía libre para ir con el equipo a beber algo, amigo mío —lo empujo—. Espero que encuentres a tu hombre ideal antes de que me metas al alcoholismo. —    Se creen muy machos y no saben que todos somos bisexuales —empezamos a caminar hacia la salida. —    ¿Eso crees? —    No lo creo, estoy seguro. Si lo dice Megan Fox, es que es verdad. Tampoco puedes fiarte de las Madison, por cierto. —    ¿Por qué? —    Suelen ser las lagartas de los grupos. —    ¡Deja de especular con los nombres! —Lo empujo mientras río.     Los chicos apenas hablan con nosotros cuando estamos en el bar que suelen frecuentar después de los entrenamientos y siempre me dedico a cotillear con Eric, que se acerca a mi oído y presto atención a lo que dice. —    Me pregunto por qué Heidi nunca viene a tomarse algo después de salir del ensayo de la banda —susurra en mi oído para que nadie más pueda oírlo. —    Ella suele frecuentar otros ambientes. Este —señalo a mí alrededor— no es su estilo. —    ¿Las tabernas no son su estilo? ¿Y cuál es su estilo? —    ¿Starbucks? O ese sitio de margaritas y mojitos que se ha puesto ahora de moda. —    Ah —es lo único que dice—. Su hombre también podría encontrar a alguien. —    Sí, pero Ethan solo tiene ojos para Heidi. —    ¿Y cómo lo sabes? Eric me mira alzando sus cejas y miro a Ethan, que habla entretenido con varios chicos del equipo mientras su mano rodea la jarra de cerveza. —    La forma en la que la mira —le digo—, o la trata. —    Puede que llegue otra que le dé más que Heidi. Ahora tu amiga rubia reparte amor a dos bandas. Y como si cayese del cielo, Dave Evans, el quarterback de la Universidad de Indiana aparece por la puerta con varios chicos más. Lo veo, y no soy la única. Uno de los chicos también lo ve y Dave no tarda en tener la mirada de todos sobre él. Es el eterno rival de mi hermano. Y como es normal al tener diez pares de ojos taladrándote la nuca, él, se gira y se encuentra con nuestras miradas, pero cuando sus ojos conectan con los míos, sabe que estamos jodidos. Sus piernas caminan en mi dirección y sé que a Eric le encantaría gritarme un "¡Se está acercando!", pero no lo hace porque es mi novio, o eso creen ellos. Sus ojos azules no se apartan de los míos y cuando llega a mí, su mano se pone en mi mentón, alzándolo un poco y dejando un casto beso sobre mis labios. —    No sabía que estabas aquí —dice. —    Planes de última hora. Su vista se posa en los jugadores del equipo y sonríe. —    Chicos —hace un movimiento de cabeza en forma de saludo—. Felicidades por vuestra primera victoria. —    Gracias —contesta el número diez—. Espero que nos volvamos a encontrar pronto. —    Eso espero. Dave no ha quitado su sonrisa y observo lo bonita que es. Cuando sonríe, sus ojos se entrecierran un poco y se le crean pequeñas arrugas que enamoran. — Texas dice que dará duro esta temporada —dice mi hermano. — Bueno, podremos contra ellos. Sobre todo si está ella animándonos, ¿verdad? — Sí —contesto rápido. — Espero que este año también seas nuestro amuleto, preciosa. ¿Quieres venir con nosotros o te quedas? Sus ojos azules vuelven a posarse sobre los míos y Eric tiene que darme una patada para que reaccione. — Me quedo. — Bien, nos vemos en el partido. Sus labios vuelven a ponerse sobre los míos y me da miedo girarme y ver a los chicos cuando Dave se aleja. — Os dije que era cierto —dice Ethan—. Sale con el enemigo —y se ríe. Connor me mira con cara de pocos amigos y lo único que quiero decir en este momento es la verdad. —    Lo que no entiendo es cómo habéis empezado a salir —dice mi hermano. —    Uno no elige quien le gusta, Connor. —    Pero es el quarterback de Indiana —dice Tobías—. Nuestro rival. Venga, echaste pestes de él el año pasado. Bueno, supongo que ella irá con ellos esta vez —dice Connor llevándose el vaso a la boca, dando por terminada la conversación.   
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