Esa tarde volvimos a salir de la mano del restaurante del hotel. De nuevo nos sentimos unidos y felices. Por un segundo creí que lo había perdido, pero tan solo fue mi falta de seguridad y todo mi malentendido, pero afortunadamente no tuvimos que enojarnos para llegar a comprenderlo, sino que riendo lo hicimos ver todo. Ahora, ya podíamos ir al salón de belleza para prepararnos y llegar en la noche a la mansión de los Botticelli.
Entramos al salón de belleza, y el estilista que me atendió la última vez me reconoció, o al menos eso parecía, pero lo que sí estaba claro fue que también reconoció a Christopher.
— Bienvenida señorita, ¡qué placer verla de nuevo! —dijo el estilista, sujetando mi mano —Esa vez que la vi aquí, supe que mi maquillaje obraría milagros... Ya me enteré que se ll
