Capítulo 9 – ¡Su parecido con Sarah es increíble!

1493 Palabras
–Querido. ¿Está tu esposa bien? – preguntó Vivian cuando acabaron de comer – La noté un poco pálida. Todos alzaron la vista, mirando a Maximus y esperando una respuesta. –Es cierto, hermano, se le veía un poco mal. ¿Quizás debas llamar al médico? – agregó Adam. –Valeria solo está cansada, han sido días complicados para nosotros – espetó con seriedad – Pero si llega a ser necesario, llamaré al medico de la familia, seguro que él puede ayudarnos. –Sería una buena idea – soltó Vivian, quien estuvo pensando durante algún rato en Valeria – cuando entré en el salón y la vi, tuve una sensación de que la conocía de algún lado, ahora sé de dónde, ella es una famosa actriz de películas adolescentes, ¿No es cierto? Maximus se removió incomodo sobre la silla, hablar de la profesión de su esposa lo hacía sentir incomodo, sabía que su familia no la aprobaría y temía que las indiscreciones de Valeria en cada una de sus películas fueran a ser un problema para él y sus planes con la herencia. –Ella era una actriz. Va a tomarse un descanso durante algún tiempo – aseveró a sabiendas de que debía convencer a Valeria de que lo hiciera. –Ten mucho cuidado, querido, estas actrices de hoy en día tienen problemas con la comida, con la bebida, con las drogas, no vaya a ser que esté pálida porque ande vomitando todo lo que consume o quizá peor… Vivian no parecía dispuesta a dejar de hablar y Maximus estaba perdiendo la paciencia, ella no tenía el derecho de referirse de aquel modo sobre su esposa. Ninguno de ellos la conocía, además, la mirada intrigada de la tía abuela Annie le estaba poniendo los pelos de punta. Esa mujer tenía tanto poder, que podía arrebatar la herencia a su sobrino incluso si él cumplía con cada uno de los requisitos. –De mi esposa me encargaré yo – Maximus se incorporó un tanto molesto. Él hombre siempre odió lo entrometida que era su familia, sobre todo porque no tenían ni la más mínima idea de quién era en realidad – Con permiso, buenas noches. Se retiró sin decir más. Subió las escaleras con la intención de ir a su habitación y ver si lograba descansar; sin embargo, no pudo evitar detenerse frente a la puerta de su esposa. Tomó la manija entre sus dedos, apoderado por ese instinto automático que últimamente no lo dejaba en paz. Iba a abrir cuando escuchó el rumor de un sollozo en el interior. Sus ojos se abrieron y se pegó a la puerta para poder escuchar mejor. Lloraba. Cerró los puños. La culpa lo invadió. ¿Qué carajos? Tuvo que salir a tomar el aire. Ciertas cosas comenzaban a parecerle extrañas en ella. Su forma de actuar, de hablar, incluso de ver. Era como si ese par de ojos grises fuesen la ventana de su alma. Un alma pura a e inocente. Sacudió la cabeza. No. No se podía dejar embaucar él también. Ella no era una buena persona, ella fue la responsable de la muerte de su esposa. Alguien sin culpa o vergüenza que atropelló a alguien más y después huyó lavándose las manos. – Maximus ¿Puedo preguntarte algo? – dijo Adam, acercándose a su primo, quien estaba en el jardín trasero, distraído. –Si se trata sobre Valeria… –Se trata sobre ella, pero tienes toda la libertad de ignorar mi pregunta – Adam suspiró – pero quiero saber, ¿Realmente crees que ella sea culpable? Siempre he sido bueno leyendo a las personas y ella no parece una asesina. Maximus bajó la mirada. –¿Crees que es inocente? O ¿Simplemente te has dejado encantar de su sensualidad y belleza? Porque créeme, eso es lo que ella hace con todo el mundo, los enreda en su trampa para salir inocente de cada uno de sus pecados. Al ver lo afectado que se encontraba Maximus, su primo negó con la cabeza, no quería seguir martirizándolo con aquel tema. -Olvídalo. Vamos por un trago. Me urge en este momento. Maximus asintió, aunque esa noche quedó bastante pensativo. En el bar, Adam hizo conversación a su primo, pero él no podía dejar de pensar en ella, en sus ojos grises, su cabello rojizo, en su bonita piel y sobre todo, en lo mucho que se parecía a Sarah. Al principio, no habia querido aceptarlo o reconocerlo, pero lo cierto era que era fácil darse cuenta del parentesco entre Sarah Brooks y Valeria Montenegro. El alcohol, los pensamientos y la nostalgia se apoderaron de Maximus mientras iba de camino a la mansión familiar. Eran casi las diez cuando varios golpecitos sobre la puerta de la habitación de Valeria la hicieran alzar la vista y dejara a un lado lo que estaba haciendo. –¿Sí? – dijo al tiempo que abría. –Buenas noches, querida. ¿Estabas ya dormida? – era Annie Stone. Ella negó con timidez y la mujer sonrió – Me alegra. Maximus nos contó que te sentiste indispuesta. –Sí, yo, lo siento, no quise... –Oh, no, tranquila, no hay nada por lo que debas disculparte. Pero respóndeme algo, ¿Qué haces en esta habitación? – preguntó Annie, extrañada. Una de las mucamas me dijo que aquí dormiría. La mujer suspiró, negando con una sonrisa. –Tuvo que tratarse de un error. La habitación de Maximus está en el ala derecha, vamos, te acompaño. Mañana ordenaré que trasladen tus cosas. –Pero, señora... –Nada de señora, por favor, dime Annie. Somos familia ahora – le pidió con cariño, guindándose a su brazo e instándola a caminar por el pasillo – Mi nuera y su esposo se quedaron muy ansioso por saber más de ti, a la familia le encantará tenerte aquí con nosotros. Ella asintió, con una sonrisa. Un momento después llegaron a la habitación. –Buenas noches, querida. Descansa. Después de un poco más de tres vasos de Whiskey, Maximus volvió a casa. Subió las escaleras un tanto mareado y no se detuvo hasta llegar a su habitación, quitarse la corbata, la camisa y los zapatos, quedándose únicamente en pantalón. Todo estaba en penumbras cuando se metió a la cama y sintió un cuerpo cálido y suave bajo sus mismas sábanas. –¿Qué carajos? – se incorporó como un rayo y encendió la lámpara. Valeria abrió los ojos al mismo tiempo. Se pegó contra el respaldo de la cama – ¿Qué diablos haces tú aquí? –Yo... – sus palabras no salieron, se habían quedado atrapadas en su garganta por culpa de esos ojos imposiblemente azules. –Eres increíble, mujer, de verdad – gruñó él, rodeando la cama y tomándola del brazo molesto – ¿Qué es lo que quieres conseguir con esto, eh? Ella se quejó débilmente, sin comprender de qué estaba hablándole. –Yo... yo nada. ¿Qué podría querer? – preguntó, respirando su aliento mentolado con tintes de alcohol. Maximus entornó los ojos. Todavía la tenía presa. –Eso es lo que me gustaría saber. ¿Qué quieres? ¿Por qué te has metido a mi cama? ¿Crees que puedes embaucarme? ¿Acaso no fue suficiente con haber acabado con la vida de Sarah? ¿Tambien quieres usurpar su lugar en esta casa? – gruñó, rabioso, pues lo sabía perfectamente bien. La condenada tenía un atractivo único, inocente y angelical. Era como un hada encantada. Valeria no podía creer lo que Maximus estaba diciendo. Ella no tenía ningún interés romántico en él, si estaba ahí era para limpiar su culpa. Por nada más. –No sabes lo que dices, yo no quería que Sarah muriera, estoy harta de que me digas lo mismo, yo ni siquiera soy la completa responsable de todo esto – Peleó para soltarse; sin embargo, su esposo no se la puso fácil, y contrario a eso, la pegó más a su pecho desnudo. –¿Entonces, quien? – le exigió continuar. Valeria tragó saliva, todavía no estaba segura de poder echar al agua a Antonio, no tenía pruebas y Antonio, por el contrario, tenia todo en su poder para ponerla a ella tras las rejas. –Nada –¡Responde! –¡No! Lo único que puedo decirte es que algún día, vas a enterarte de la verdad, te darás cuenta de que no soy la persona que tu crees. No soy el demonio que vino a amargarte la vida. Maximus la miró fijamente, vio sus facciones, suaves como las de Sarah y entonces, en medio del alcohol y el dolor, se imaginó que ella era su Sarah, sin pensarlo dos veces, él hombre la atrajo hacia su cuerpo y la besó desesperadamente. A Valeria aquel gesto la tomó por sorpresa, sin duda, se descubrió a si misma disfrutando de aquel beso. ¿Por qué le gustaba tanto? Se preguntó, deseando que él no se alejara de ella.
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