Una vez que Valeria se instaló en una de las habitaciones y Maximus saludó a su familia, su tía abuela volvió a interceptarlo antes de que se encerrara en el despacho, como acostumbraba a hacer cuando quería evadir un tema.
–Maximus, hijo... creo que me debes una que otra explicación – dijo.
Annie era una mujer muy educada y reservada, poco le gustaba estar metida en los asuntos de su familia, pero es que ¡Maximus acababa de llegar con una esposa que había salido aparentemente de la nada!
–Sé de lo que vas a hablarme, tía, y aunque te amo y te respeto no es algo que quiera discutir contigo. Ya no soy el mismo niño que te consultaba cada una de sus decisiones.
–Eso lo sé, pero al menos pudiste decirnos que ibas a casarte y te habríamos acompañado en una fecha tan importante. Ni siquiera sabíamos que tenías una novia. ¿Dónde la conociste? ¿Cuánto tiempo llevan juntos?
Annie estaba un poco ofendida por la rudeza de su sobrino.
Maximus se detuvo abruptamente frente a la puerta y se giró para encarar a su tía.
–Lo único que tienes que saber de Valeria es que es mi esposa y punto, no hay nada más – sentenció, dándole la espalda.
–¡Maximus Stone!, detente ahora mismo! – exigió la mujer. Pocas eran las veces que ejercía su autoridad, pero si Maximus quería actuar como un adolescente rebelde, entonces ella tambien lo iba a tratar como tal.
–¿Y ahora qué?
–No quise comentarte nada hasta que tú lo hicieras, pero... ¿esa es la mujer que será la madre de tus hijos? ¿Sabes lo que eso significa?
Frustrado, Maximus tomó una profunda respiración, por supuesto que sabía lo que eso significaba. No habia podido dejar de pensarlo ni un solo segundo, ni la noche anterior en que ella hizo aquella descabellada propuesta, ni durante el matrimonio ni uno solo de los minutos después.
–Si, ella es la mujer que tendrá a tu próximo nieto dentro de algunos meses – aseguró.
Annie se dio cuenta de que aquella conversación no resultaría en nada positivo, de modo que soltó un suspiro y salió por la puerta.
Qué difícil sería la convivencia en aquella casa.
Más tarde, cuando ya era de noche, una mucama llamó a la puerta, informándole que la cena sería servida dentro de poco.
Dejó lo que estaba haciendo a un lado y entró al comedor. Su tía abuela, Adam y su hija Raquel ya estaban ahí.
–Buenas noches – saludó a todos con formalismo, deteniéndose un momento para besar la frente de su sobrina, que era su adoración y él la de ella, incluso más que su mismo padre.
–Cariño, ¿Tu esposa no bajará a cenar con nosotros? – preguntó Annie a su hijo cuando los alimentos comenzaron a ser servidos.
Maximus abrió discretamente los ojos. Carajo. No solo había olvidado a Valeria por completo, sino que después de la ceremonia, ni siquiera pensó en que ella podría tener hambre.
No era un desalmado.
Se disculpó un momento y subió a la habitación de su esposa. Iba a abrir sin tocar cuando de repente escuchó murmullos en el interior.
Ella estaba repitiendo con dedicación las líneas de su próxima película.
Valeria no parecía una mujer que le fuera a dar problemas, ella realmente no se veía tan mimada ni caprichosa como todos habían querido hacerla ver, aquello genero un sentimiento extraño dentro de su pecho.
–Bueno, al menos está preocupada por mantener si carrera y no haciendo quien sabe que estupidez. Lástima que su vida como actriz se ha acabado – murmuró antes de abrir.
La encontró sentada a los pies de la ventana. Ella se incorporó en cuanto lo vio. Se había aseado y cambiado de ropa, también lucia bastante descansada, notó a medida que la estudiaba.
–Veo que ya te pusiste cómoda – dijo al tiempo que observaba todas sus cosas en su sitio.
–Sí, bueno, yo...
–Da igual, aquí vivirás por un tiempo y es lo más normal. La cena ya está servida, vamos para que te unas a la familia y los conozcas – espetó con seriedad.
Ella asintió rápidamente. No había comido nada en todo el día y su estómago crujía. Dejo a un lado un pequeño cuaderno que tenía en la mano y le pasó por el lado.
–Recuerda lo que te dije, no hables más de la cuenta, mucho menciones tu vida de farándula. ¿Bien?
–¿Qué diré si me preguntan cómo nos conocimos tú y yo? Digo... estamos casados.
–De eso me encargo yo.
–¿Por qué no solo decirles la verdad? Que eras mi abogado y que…
Repentinamente molesto, él la tomó del brazo.
–¿No te parece suficiente que los haga convivir bajo el mismo techo con la asesina de mi prometida? – gruñó, viéndola con rabia.
Ella se soltó.
–¡Deja de decirme eso!
–¡Y tú deja de creer que eres bienvenida en esta casa! ¡Únicamente estás aquí porque estamos obligados a casarnos y a demostrarle al abogado que si somos un supuesto matrimonio de verdad! – Maximus hizo una pausa, tan corta que ella creyó no haber escuchado bien lo siguiente que él le dijo – tambien estás aquí porque deberás embarazarte tan pronto como sea posible.
Valeria atravesó a ese hombre cruel con la mirada, al tiempo en que se sentía como en una dimensión paralela.
–¡Jamás te daré un bebé! – amenazó – Yo solo me casé contigo porque quiero ayudarte, de alguna manera sé que podemos sernos útiles el uno para el otro. Pero yo no tendré un bebé contigo, no dañaré mi carrera y por si fuera poco, ¡Jamás me acostaré contigo! – chilló.
Él sonrió si una pizca de gracia. Ella no tenía ni la menor idea de lo que le esperaba.
–Lo que digas, estrellita – soltó con arrogancia – ahora baja, tienes que comer.
Cuando llegaron al comedor, todo el mundo guardó silencio y alzó la vista. Annie sonrió de tener a su nuera allí. El resto quedó asombrado con la increíble belleza de aquella joven. Parecía un ángel celestial.
–Saluda y preséntate – pidió él en voz baja.
Valeria dio un paso al frente con timidez, dejándose mostrar mejor.
–Buenas no... – intentó decir, al tiempo que pasaba del familiar y amable rostro de la abuela de su hijo, al del hombre al otro extremo de la mesa.
Su pulso se disparó. Como si aquella fuera la actuación más difícil que había tenido que hacer en toda su vida. Pero no era solo eso, no era solo la presión era que, de algún lado, Valeria recordaba el rostro de la mujer que acababa de entrar en el comedor.
–Vivian, cariño, que bueno que has llegado con nosotros – dijo Adam a su esposa que acababa de entrar en el salón.
–¿Qué haces? ¿Qué te pasa? – gruñó Maximus, consciente de las miradas sobre ellos, sobre todo de la de su cuñada.
–Yo... ya no tengo apetito. ¿Puedo retirarme?
–Dennos un segundo – se disculpó con su familia y tomó a la muchacha del antebrazo para sacarla de allí. La soltó cuando estuvieron solos – ¿Qué sucede contigo?
–Es solo que, esa mujer... la recuerdo de algún lado.
–¿Quién? ¿Vivian? – entornó los ojos y apretó los puños – Es por desgracia la esposa de mi primo, ¿Acaso te causa envidia su belleza?
–¿Qué? ¡No! No es lo que crees, ella…
–Eres una niña caprichosa que está acostumbrada a tener la atención de todos a su alrededor, cuando te diste cuenta de que Vivian se robó las miradas en cuanto llegó, entonces quisiste hacer un show para opacarla, ¿Realmente eres tan vanidosa?
Vencida, pues era inútil hablar con él, Valeria bajó la mirada.
–Quiero irme a mi habitación.
–Eso será después de la cena, no toleraré ningún desplante a mi familia, además...
–¡Por favor! – rogó, llorosa.
Extrañamente, el corazón de Maximus se ablandó, y aunque no debería, una parte de él sintió compasión por ella. Tensó la mandíbula. No iba a manipularlo.
–Muy bien, como quieras, sube.
Ella lo hizo sin esperar más, casi corriendo. Y él suspiró hasta después de escuchar la puerta cerrarse, entonces fue a la cocina, pidió a una de las mucamas que le subieran algo de comida y volvió con su familia, disculpándose por ella.
Una vez allí, Valeria pensó en llamar a Axel, después de todo, él era el único amigo que ella tenía en esa ciudad, pero, no podía hacerlo, una de las clausulas de su contrato con Maximus fue justamente esa, no poder hablar de aquel cuerdo con nadie.
A la mujer no le quedaba de otra más que esperar que aquel infierno pasara, que el tiempo corriera muy rápido y que entonces fuera lunes de nuevo para poder volver al set de grabación y olvidarse por un instante de esa farsa que estaba viviendo.
–Solo será un año, solo será un año – se repitió mentalmente, hasta que se quedó dormida.