Valeria no tenia demasiada información a cerca de quien era Maximus Stone, después de todo, ella nunca habló con Sarah, jamás fue cercana a ella y por si fuera poco, Valeria tampoco se interesó nunca en su abogado. Él solo era uno de sus muchos trabajadores, ¡Que ironía de la vida que ese hombre acababa de convertirse en su esposo!
–¿Po… por qué dijiste eso allá adentro? – preguntó ella, siguiéndolo a él que caminaba fuera de la notaría junto a Adam.
–Los dejaré a solas, nos vemos ahora en el almuerzo – aseguró Adam, antes de alejarse de los recién casados.
–¿Acaso crees que soy tan estúpido como para no saberlo? Me di cuenta desde la noche en que fui a tu departamento y vi las llaves de tu carro destrozados sobre la mesa de centro. Quizá eres una buena actriz, pero estas lejos de ser una buena mentirosa.
Ella retrocedió un paso y negó con la cabeza.
–Por eso fue que aceptaste mi propuesta – musitó – quieres tenerme cerca para hacer mi vida imposible.
Ah, qué tonta había sido. ¿Cómo no pudo sospecharlo?
–Si, fue por eso que acepté tu propuesta y espero que sepas que no puedes retractarte de absolutamente nada. Viviremos atados a este matrimonio infernal y cuando podamos terminar con esta charada. ¡Ya veremos que pasa!
La rabia se notaba en la cara de Maximus, tanto que durante unos instantes, Valeria se sintió estúpida por no haberse dado cuenta antes. Estaba claro que él la odiaba.
–No sabes toda la verdad, yo no soy la culpable de la muerte de tu prometida… –intentó defenderse.
Antes de que Antonio o Valeria pudiera decir algo más, los paparazis aparecieron con sus cámaras, disparando flashes en dirección a la nueva parejita.
–Ahora quita esa cara y sonríe, lo que menos quiero es que la prensa empiece a especular sobre este matrimonio. El abogado de mi tío abuelo tiene que verlo como algo real. Agradece que eres una actriz y mentirosa, esto no será nada difícil para ti.
Valeria estaba al borde de las lágrimas, necesitaba demostrarle que ella no era la completa responsable de esa muerte.
Valeria se tragó el nudo en su garganta y entonces soltó una risa cuando se dio cuenta de los hombres tomando fotos a través del cristal de la notaría.
Estaba claro que su matrimonio sería la noticia principal de la sección de chismes del día siguiente.
Continuando con su plan, antes de que Valeria pudiera negarse, Maximus agarró a Valeria de la cintura y entonces la juntó a su cuerpo, dándole un beso.
Ella no supo como responder, aquello le tomó por sorpresa, sin embargo, rápidamente, Valeria pudo adaptarse a los suaves labios de Maximus Stone, aquel besó le generó mariposas en el estómago, pero no solo a ella, si no a Maximus tambien, quien sintió un corrientazo eléctrico en su cuerpo.
Al salir, efectivamente la prensa seguía allí, intentando obtener alguna primicia por parte de la actriz más famosa del momento, como desde cuando mantenía una relación con aquel abogado y por qué sus padres no estuvieron presentes en tal acontecimiento tan importante.
–Señores, por ahora no se darán declaraciones, le agradecería que respetaran la privacidad mía y de mi esposa – pidió Maximus, interponiéndose entre los periodistas y Valeria, quien se metió de inmediato en el auto.
Una vez en el auto Valeria se arrinconó al otro extremo, muy pegada a la ventana, como si quisiera interponer toda la distancia posible entre ella y él. No solo por el miedo de lo que se venía a continuación, si no además por todos los sentimientos que tenía arremolinados en su interior.
Maximus la vio de reojo, tenía una cara de víctima, ¡Que descarada! No era ella quien estaba sufriendo la muerte de su ex prometida, pensó.
Media hora de camino más tarde, el auto se detuvo en su destino. Y Valeria había estado tan absorta en sus pensamientos; ajena a que su esposo la observaba con gesto intrigado de vez en cuando, que no se dio cuenta de que habían llegado hasta que escuchó su voz.
–Estás a punto de conocer a mi familia, así que espero te comportes, seas educada y solo hables cuando sea estrictamente necesario. Ah, y ni una palabra de como nos conocimos o de que eres la hermana bastarda de Sarah.
Ella lo miró extrañada, realmente ofendida e indignada por su forma de hablarle.
–¿Estás seguro que tu familia no sabrá nada de mi?
–Mi familia ni siquiera sabe de tu existencia, y yo todo lo que sé de ti fue porque te investigué. Y porque he leído y redactado cada uno de tus contratos. Créeme, estrellita, no todos estamos interesados en tus películas baratas.
–¡Ya le he dicho que yo no...!
–Me tiene sin cuidado lo que me hayas dicho. Las evidencias hablan por sí solas, y las puedo usar cuando quiera, así que si sabes lo que te conviene, harás lo que yo te diga y punto. ¿Te queda claro?
Valeria suspiró frustrada e intentó bajar del auto, ya no soportaba compartir un espacio tan pequeño con él, pero esa mano gruesa y estremecedora la detuvo por el brazo.
–¡Auch!
–Te pregunté si te quedó claro.
Ella pasó un trago amargo y murmuró un débil: – Sí.
Maximus la vio bajar jugando todavía a ese papel de digna y santa que ya comenzaba a fastidiarlo muchísimo y que no sabía hasta cuando iba a ser capaz de soportar.
Hectáreas tras hectáreas verdes y bien cuidadas le dieron la bienvenida a Valeria, coronada por una mansión casi medieval de proporciones desorbitantes. Se sintió mareada y asombrada.
–¿Vives... aquí? – preguntó, observándolo todo con verdadera impresión.
Si Maximus vivía allí era por que tenía mucho dinero, y si lo tenía, entonces, ¿Por qué necesitaba tan desesperadamente aquella dichosa herencia? ¡No tenía nada de sentido!
–Sí, y tú hasta que yo lo decida. ¿Qué te sorprende?
–Es una casa muy grande. Solo la gente de mucho dinero podría tener una asi. ¿Para que necesitas la herencia?
Maximus la miró con fastidio.
–Eso no es de tu incumbencia, deja de meterte en las cosas que no son de tu incumbencia.
Valeria lo miró rabiosa. El no perdía tiempo para humillarla y aunque ella sabía que se había equivocado, tampoco justificaba aquella actitud de él.
–Maximus, hijo, ¡Que bueno verte por aquí! – dijo Annie, la tía abuela del hombre, abrazándolo con cariño.
–¡Mi querida Annie! – Maximus la abrazó con el mismo cariño con el que ella lo hizo.
Al verlo sonreír de aquella forma, Valeria quedó sorprendida. Era la primera vez que lo veía sin ese ceño fruncido. Él parecía tan amargado que ella por un momento pensó que no tenía la habilidad de sonreír.
–¿Por qué no nos avisaste que venías? Desde que te has convertido en un abogado importante no he conseguido que nos acompañes en ninguna reunión.
–Ya no tendrás que llamar a mi asistente tres veces por día, tía Annie – recalcó, recordando todas las incontables llamadas que no había atendido – He venido para quedarme. Viviré un tiempo aquí con ustedes.
–Oh, querido, qué alegría – se emocionó la mujer, pasando del rostro de su sobrino a esa muchacha que se escondía tímida detrás de su espalda – ¿Quién es esta linda jovencita?
Maximus se aclaró la garganta y tomó a su esposa del brazo para traerla al frente.
–Tía, te presento a Valeria... mi esposa.
La mujer abrió los ojos. Habia pasado tanto tiempo desde que Maximus había estado en contacto con su familia, que ninguno de ellos tenía conocimiento de Sarah, o de la boda que estaban planeando. Con Sarah las cosas habían sido tan repentinas que nadie nunca se enteró.
–¿Tu esposa? Pero... ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué no sabíamos de esto? – la mujer mayor parpadeó, desconcertada, luego le sonrió a la joven con dulzura y tomó su mano con confianza – Muchacha, perdona, es que nos toma por sorpresa. Bienvenida. Yo soy Annie, la tía de Maximus, pero créeme, soy como su propia madre.
Valeria sonrió con dulzura sintiendo, al mismo tiempo, curiosidad por la historia familiar de Maximus, ¿Dónde estaba su madre? ¿Por qué su tía abuela se presentaba prácticamente como su madre?
–Un gusto conocerla – respondió ella, agradecida de que por lo menos, alguien en la familia Stone parecía alguien decente.
–Un placer, querida, vamos todos adentro, la familia querrá conocerte. Esto esa una inesperada pero maravillosa noticia. ¡Qué feliz estoy!
Maximus volteó los ojos y suspiró. No quería que su madre ni nadie se hicieran ilusiones con esa cínica, así que tomó a su esposa del codo.
–Valeria está cansada, tía, así que las presentaciones las dejaremos para después.
–Pero querido, tus primos y tíos...
–Para después, tía – repitió con hermetismo.
Annie suspiró. De todos sus familiares, Maximus era el más serio y reservado, y a quien difícilmente se le podía llevar la contraria.
Maximus pidió el favor a la servidumbre a que llevaran a Valeria a que se instalara en su habitación.
–Sí, señor – respondió el ama de llaves.
Valeria apenas tuvo tiempo para despedirse y disculparse antes de que la guiaran al interior de aquella enorme y pintoresca mansión por el área de servicio.
Maximus no apartó la mirada de ella hasta que desapareció de su campo de visión, y Annie Stone no pasó desapercibida la forma en la que su ahijado se quedó prendado a esa hermosa muchacha. Sonrió feliz.
Maximus tenía una familia por fin, y eso la hacía sentir dichosa.