Maximus estaba pensando en decirle que no, ¡Ni loco estaba dispuesto a casarse con la mujer responsable de la muerte de su prometida! Aquel fue el primer pensamiento que tuvo, hasta que otro, le llegó de repente.
Tal vez, teniéndola cerca, Maximus iba a hacerla confesar, además, podría asegurarse de que ella no escapara o hiciera alguna artimaña que la hiciera quedar libre del crimen que cometió.
Maximus la tendría cerca, cobraría la herencia de su tío abuelo, ayudaría a su padre que estaba en el hospital y entonces le daría a Valeria Montenegro el castigo que se merecía por haber acabado con la vida de su amor más grande.
Tras meditarlo por algunos segundos, Maximus asintió con la cabeza.
–De acuerdo, nos casaremos.
El corazón de Valeria se aceleró, ¿Sería eso suficiente redención para que ella pudiera olvidarse de la culpa en su pecho? La mujer no tenía una respuesta a esa pregunta, pero de lo que si estaba segura era de que, estando cerca de Maximus, podría evitar que él la enviara a la cárcel.
–Arreglaremos los detalles tan pronto como sea posible, quiero que esto sea rápido.
Valeria frunció el ceño.
–¿No vas a explicarme porque necesitas el dinero de la herencia? ¿Cuáles son las condiciones de todo esto? – siendo un abogado, ella pensó que aquello sería lo primero que él le haría saber.
–Lo sabrás en el contrato que te haré firmar – sentenció – por el resto, no tienes porque saberlo. Tu y yo no somos amigos y nuestra relación será completamente por obligación. No esperes que vaya a tratarte como mi esposa, no seremos una pareja normal.
Maximus agarró a Valeria del antebrazo y entonces la llevó hacia la salida de su oficina.
–Ahora no tengo tiempo para explicarte la letra pequeña, pero prometo que lo haré – sentenció, abriendo la puerta para que ella pudiera salir.
Valeria se fue, realmente confundida, Maximus actuaba como si la odiara, y aunque entendía su perdida, ella no era la verdadera culpable en la historia, era cierto que ella fue quien chocó con el auto de Sarah, pero fue Antonio quien hizo algo para que ella se sintiera tan mareada.
¿Acaso era posible que Maximus le creyera?
Maximus, por otro lado, se sentó en su escritorio y se llevó un par de dedos al puente de la nariz. Frustrado, adolorido y con migraña.
Justo cuando el hombre cerró los ojos para tratar de descansar un rato, alguien abrió la puerta de su oficina abruptamente.
–Maximus, hermano, lamento no haberte llamado antes, me acabo de enterar sobre Sarah.
Maximus se emocionó al ver a su primo, Adam.
–¿Qué estás haciendo aquí?
–Regresé a la ciudad en cuanto me dieron la noticia – Adam le dio un abrazo a Maximus.
Después de un rato, ambos hombres se habían puesto al día sobre sus vidas. Después de todo, no habían tenido contacto en aproximadamente dos años y Adam siempre fue el fiel confidente de Maximus.
–¿Puedo saber que tienes en mente con esa mujer? – preguntó Adam.
–Convertiré a esa sinvergüenza en mi esposa y prisionera.
Adam se rascó la nuca. Esperaba cualquier otra respuesta menos esa que había obtenido.
–¿Realmente vas a casarte con ella? – para Adam, toda aquella idea era una completa locura – dices que ella es la responsable de la muerte de tu prometida y aun así ¿piensas tenerla bajo tú mismo techo?
–Sí, de esa forma podré tenerla controlada, por lo menos mientras cobro mi parte de la herencia de nuestro tío abuelo.
–Maximus, creo que hay una clausula que has estado pasando por alto. El abuelo no solo pidió que estuviéramos casados, sino que, además, tuviéramos a un hijo. Solo con el nacimiento de nuestro primogénito podremos cobrar nuestra parte – suspiró - ¿Por qué crees que no he podido cobrar el maldito dinero? Tengo a una esposa espectacular, pero que por desgracia no ha podido tener hijos todavía.
Maximus soltó un suspiro, sabía que había más en ese testamento. Más que él no habia podido tener en cuenta por culpa de su falta de tiempo.
–¿Piensas embarazarla?
–Si tengo que hacerlo, lo haré.
–¡Dañarás la carrera de la muchacha! – le recordó Adam.
–¡Ella dañó mi vida! – gritó Maximus, lleno de rabia – no me interesa lo que tenga que hacer, me encargaré de casarme, de hacer un hijo con ella y entonces salvaré la vida de mi padre.
–¿Y qué vas a hacer con ella después? ¿Enviarás a la cárcel a la mujer que es la madre de tu hijo?
–Ella no solo será la madre de mis hijos, no olvides que tambien es la asesina de Sarah y tendrá que pagar por ello, de alguna forma u otra recibirá su castigo. No estoy seguro si la llevaré a la prisión, pero pagará, puedo jurártelo.
Adam soltó un suspiro, aquello no parecía un buen plan en lo absoluto.
–¿Qué pasa si te enamoras de ella?
–¡Ja! Jamás podría enamorarme de alguien tan descarada. Debiste haberla visto, mirándome a los ojos mintiéndome. Esa mujer no tiene nada que pueda ser deseable para mí. Mi corazón está cerrado y nadie podrá ocupar nunca el lugar que estaba destinado a ser exclusivamente para Sarah.
Adam no dijo nada, pero estaba seguro de que Valeria tenía todas las características para ser una mujer deseable, no solo era bella y completamente sensual sino que además, tambien parecía alguien inteligente y astuta.
–Adam, necesito que mañana seas el testigo de mi boda con ello, necesito que haya alguien que testifique nuestro matrimonio.
–¿Estás seguro de lo que estás diciendo?
–Si, voy a casarme con ella y nada me hará retractarme.
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A la mañana siguiente, Maximus llamó muy temprano a Valeria para decirle que ese mismo día se realizaría el matrimonio. Valeria no tenia que hacer mucho. Maximus ya se habia encargado de absolutamente todo.
Con el corazón completamente acelerado, la chica se maquilló ella misma, se arregló y entonces buscó algún vestido que pudiera servirla para la ceremonia, para su suerte su closet era lo suficientemente grande como para encontrar algo apropiado.
Cuando estuvo lista, Valeria se miró en el espejo y entonces soltó un suspiro. Ella nunca se imaginó casándose, después de las malas experiencias de su madre eso era lo ultimo en lo que la chica era capaz de pensar, sin embargo, verse allí, frente a ese espejo a punto de asistir a una boda de mentiras le hacía tener una sensación de desagrado en su estómago.
Valeria se sentía casi como si estuviera a punto de asistir a una escena de una de esas malas películas que tanto le disgustaba.
Cuando el auto de Valeria se estacionó frente a la notaria donde se llevaría acabo el matrimonio, la mujer quiso correr en la dirección contraria, pero habia dado su palabra, tenía que casarse.
Aquella era la penitencia que tenía que pagar por esa noche.
–Ya estoy lista – dijo tímidamente, bajando del auto y acercándose a Maximus, quien estaba de pie, vestido con uno de sus acostumbrados trajes negros.
Con un gesto de indiferente, Maximus apartó la mirada de ella, sin saber por qué experimentó un extraño cosquilleo al verla vestida así, probablemente se trataba de que no era ella la mujer con la que él esperaba casarse, si no con Sarah.
Al entrar a la sala donde se casarían, solo se encontraban ellos dos en compañía del testigo: Adam.
Rápidamente, ambos firmaron lo correspondiente e intercambiaron los anillos.
–Señor y señora Stone, legalmente los declaro, marido y mujer.
En cuanto el oficiante dijo aquellas palabras, Valeria se llenó de miedo y ansiedad y Maximus se llenó de rabia y coraje. Aquello no iba a salir bien y de alguna manera ambos lo sabían.
Sin embargo, allí en esa habitación, no todos los presentes auguraban algo malo, porque después de verlos juntos, Adam no pudo evitar pensar en lo bien que se veían Valeria y Maximus, parecían una pareja de televisión.
–Espero que sepas, que lo que te espera está lejos de ser un cuento de hadas, a partir de ahora vas a pagar por lo que hiciste – gruñó con rabia.
Valeria no fue capaz de mirarlo a los ojos, pero sus manos y piernas temblaban.
–¿De qué hablas?
–Sé que eres la asesina de Sarah, ya puedes dejar de mentir al respecto – sentenció.
Valeria tragó saliva, pensando en lo que acababa de hacer, ¿En qué mundo aquello había sido una buena idea?
Acababa de casarse con el prometido de su hermanastra y parecía que ya no había escapatoria.