APENAS COMIENZA

1175 Palabras
[ZAED] La madrugada ya está con nosotros, y el silencio pesa más que cualquier palabra. La brisa fría golpea mi rostro, pero no me despierta; estoy atrapado en esa frase que ella dijo, en esas pocas palabras que destruyeron todo lo que creía haber dejado atrás: “Lo perdí.” No solo la dejé a ella. También dejé a nuestro hijo. Me cuesta respirar. Siento el pecho apretado, como si el aire mismo se negara a entrar. Ella está a mi lado, mirando el mar, y cada vez que su pecho tiembla por el llanto contenido, algo dentro de mí se rompe un poco más. —¿Cómo? —pregunto al fin, con la voz quebrada—. ¿Cómo fue que lo perdiste? Alya se pasa una mano por las mejillas húmedas, como si intentara borrar las lágrimas y con ellas la historia que acaba de revivir. La veo tan frágil que me duele mirarla. —Me enteré dos semanas después de que te habías ido —dice con un hilo de voz—. Me sentía mal, fui al médico… y me confirmó la noticia. Hace una pausa. Su respiración se entrecorta, como si cada palabra le arrancara un pedazo de alma. —Hice de todo por encontrarte, Zaed. Llamé a todos los contactos que tenía, fui a tu oficina, incluso llamé a tu casa sin decir mi nombre. Pero tú… desapareciste. Desconectaste el teléfono, cerraste tus redes. Me apartaste de tu vida. La escucho y no puedo moverme. No tengo cómo justificar lo que hice, porque nada —ni el miedo, ni las amenazas, ni el peso de mi apellido— puede compensar haberla dejado sola con eso. —Un día… —continúa ella— fui al café donde siempre nos veíamos a escondidas. Me senté en la misma mesa. Hablé con tu recuerdo, te dije que ibas a ser padre… y lloré como nunca. Su voz se quiebra, y en ese momento me dan ganas de abrazarla, de decirle que todo estará bien, aunque sé que no hay forma de volver atrás. —Pero al salir de allí… —susurra— todo fue muy rápido. Un ciclista me llevó por delante, caí al suelo, tan fuerte que… No puede seguir. Me acerco y la abrazo, aunque intenta resistirse. —Shhh… —murmuro, sosteniéndola—. No digas más. —Vi la sangre —dice entre sollozos, aferrándose a mi camisa—. Y entendí que ya no quedaba nada entre nosotros. Cada palabra me atraviesa como un cuchillo. Quiero gritar, golpear el suelo, volver el tiempo atrás. Quiero haber estado ahí para impedirlo. Pero no estuve. No supe. No pude. —No quise ir a emergencias —continúa ella— porque mis padres lo habrían sabido. Fui al médico que me atendió antes… y fue ahí cuando supe que había perdido… a lo más importante de mi vida. Me quedo en silencio. El sonido del mar llena el espacio entre nosotros. No hay olas suficientes para borrar lo que siento ahora. —Alya… —susurro—. No hay castigo suficiente para mí. No hay forma de reparar lo que te hice. Ella se aparta apenas, lo justo para mirarme a los ojos. En su mirada hay tanto dolor como amor reprimido. —No busco que me pidas perdón, Zaed. Solo quería que supieras lo que pasó. Que entendieras por qué no pude seguir adelante. —Yo tampoco seguí —respondo con un nudo en la garganta—. Todo lo que hice desde entonces fue intentar olvidarte, pero no se puede borrar algo que fue verdad. Ella baja la vista, y la luna ilumina su perfil cansado. Hay sombras bajo sus ojos, heridas que el tiempo no curó. —¿Por qué te fuiste así? —pregunta al fin, con la voz llena de rabia contenida—. ¿Por qué ni siquiera tuviste el valor de decirme adiós? Trago saliva. Esta es la parte que más me duele confesar. —Mi padre lo sabía —digo finalmente—. O al menos lo sospechaba. Ella me mira con incredulidad, y su respiración se detiene un instante. —Ya me lo has dicho, pero no entiendo porque no me lo dijiste. —Verte otra vez sería peor. Esa noche… antes de irme, lo escuché hablar con alguien por teléfono. Decía que “el problema debía resolverse” y que “no podía permitirse que los Marchesi fueran parte de esta familia”. Yo… no sabía hasta dónde llegaría. No sabía si hablaba de mí… o de ti. Alya se cubre la boca, sorprendida. —¿Estás diciendo que… tu padre…? Asiento, derrotado. —No podía quedarme. Tenía miedo de que te hicieran daño. Pensé que alejándome te protegía. Pero lo único que hice fue destruirte. Ella niega con la cabeza, como si necesitara convencerse de que eso no es real. —Zaed… —susurra—. No puedo creerlo. —Mi padre siempre quiso controlar mi vida, no sé porque, pero mis relaciones, mis decisiones, mis amistades. Cuando se enteró de que te veía, comenzó a investigar. Tenía contactos, gente que seguía mis movimientos. Yo… lo escuché decir que mandaría a alguien a “eliminar el problema antes de que creciera”. Alya tiembla. Y aunque el mar sigue rugiendo, el silencio entre nosotros se siente más fuerte que nunca. —Yo era ese “problema”… —dice, casi sin voz. No puedo responder. Solo bajo la cabeza, avergonzado, sintiendo cómo las lágrimas me arden en los ojos. —Y mientras tanto —añade ella—, yo… me moría en silencio. Sin saber por qué te fuiste, sin entender nada. La abrazo de nuevo, con desesperación. Ella no se resiste esta vez. Se hunde en mi pecho, temblando. —Lo sé, Alya… lo sé. Y si pudiera cambiar algo, si pudiera dar mi vida para que eso no hubiera pasado, lo haría sin pensarlo. Nos quedamos así, abrazados, rotos, intentando sostenernos entre ruinas. La noche empieza a desvanecerse y el cielo se tiñe de gris. Cada rayo de luz parece un recordatorio cruel de que el amanecer llega aunque el mundo se caiga a pedazos. —¿Y ahora qué hacemos, Zaed? —pregunta ella, con voz apenas audible. No lo sé. No tengo una respuesta. Solo sé que el pasado volvió, que la verdad está saliendo a la superficie y que, por primera vez en años, la posibilidad de perderla de nuevo me aterra más que cualquier amenaza. La miro. Ella me devuelve la mirada, vulnerable, cansada, real. —Ahora… —digo despacio—, no te dejaré sola otra vez. El sol empieza a subir sobre el mar, tiñendo el horizonte de un tono naranja pálido. Y por primera vez, la claridad no me trae alivio, sino un peso insoportable. Porque sé que esta vez no solo luchamos contra nosotros mismos… sino contra todo lo que nos hizo quienes somos. Y algo dentro de mí me dice que el verdadero infierno apenas comienza
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR