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2366 Palabras

—¿Ha sido él quien se lo ha dicho a usted, querida señora Gereth? La querida señora Gereth sonrió dulcemente: —¿Cómo podría, si nuestra situación es de tal cariz que se comunica conmigo sólo por intermedio de ti y tú eres tan tortuosa que lo ocultas todo? —¿Es que él no contestó la nota donde usted lo informaba de que yo estaba en la capital? —preguntó Fleda. —La contestó suficientemente yendo a verte a todo correr y sin pensárselo dos veces. La señora Gereth se había enfrentado a esta alusión con una pronta firmeza que casi se burlaba con insolencia de cualquier motivo de queja, y ahora el propio sentido de la responsabilidad que poseía Fleda era tan vivido que en comparación todo resentimiento había encogido. Ella no tenía agallas para sacar a colación un agravio; sólo pudo, intriga

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