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3094 Palabras

20 A casa de su hermana no le llegó ningún telegrama motivado por el suyo propio: el resto de aquel día y la totalidad del siguiente transcurrieron sin una palabra ni de Owen ni de su madre. Ella estaba a salvo, sin embargo, para su infinito alivio, de cualquier trato directo con el suspense, y era consciente, para su sorpresa, de que no había nada que le demostrara a ella misma, o a su hermano político y a Maggie, que estuviera excitada. Su excitación se componía de cadencias tan veloces y finas como las revoluciones de una peonza: suponía que estaba dando vueltas, pero daba vueltas tan deprisa que ni siquiera se sentía moverse. Su tribulación se había alojado en alguna región del alma que cerraba sus puertas aquel día y que había bloqueado inclusive su propia conciencia de ello: tal vez

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