7. Ella es mi mate

3173 Palabras
Las cosas definitivamente no estaban yendo acorde a lo esperado, ¡en lo absoluto! Di un golpe con el puño al volante sin tener la intención de bajarme de auto, estaba demasiado frustrado por los últimos hechos, mejor dicho, por ella. ¡Ella estaba acabando con la poca paciencia que tenía! Tenía suficiente con saber que no era lobo como yo, porque sí, después de sostener sus manos y pasar algunas horas con ella, me pude dar cuenta que no era un lobo como yo, por eso no me reconocía; había escuchado de los pocos casos desafortunados, pero esperaba que ese no fuera el mío. En realidad, ni siquiera lo había tenido como opción, es decir, soy el alfa de la única manada que habita literalmente en territorio humano, mis antepasados tienen tal trascendencia que nuestra manada tuvo las agallas para plantarse en estas tierras y no en el mundo mágico, dónde ningún cazador puede hacernos daño. Mi manada no solo tenía una gran reputación, tenía poder por sobre muchas otras manadas pequeñas, nos respetaban. Por lo tanto, no esperaba que ese vago índice de que mi otra mitad fuera un ser humano, se hiciera real; todos los que esperaban por su Luna, no están esperando a una humana, no la aceptaran. Sí era poco posible que una mate fuera humana, a esos casos los catalogaban como malos antecedentes o algún castigo por algún antepasado; no era porque los humanos fueran malos, eso era otro asunto, el tema radicaba en que no tenían los poderes de un lobo, un humano podía morir ante una conversión y no se podía mantener a un ser de esa especie en la nuestra sin ser transformados. ¿Cómo les diría que mi futura esposa era una humana, que el poder de mi mandato estaba vinculado a la de un ser que no tenía el poder suficiente para aceptar el cargo, un ser que ni siquiera sabía de nuestra existencia? Yo estaba perdido por ella, podía sentir la conexión entre nosotros, pero no podía salirles con que mi mate era una humana, ellos no lo entenderían. El problema no era solo ese, ahora tenía que lidiar con el hecho de que ella no me quería cerca por culpa de esos idiotas, un asunto que debía arreglar cuanto antes. Bajé dispuesto a averiguar que estaba pasando, necesitaba saber la versión completa para tomar una decisión prudente. Toda mi vida tomé eso de la otra mitad como una tontería, “nadie se puede morir literalmente de amor”, “nadie puede saber que esta con su otra mitad en el primer encuentro”, me decía siempre y, a pesar, de seguir las decisiones de mi padre, solo lo tomaba como parte de mi deber como alfa. Mas cuando nuestras miradas se conocieron por primera vez supe que ahí era donde pertenecía era el lugar que necesitaba mi conector, ni siquiera me importó su naturaleza, era ella a quien quería y eso me daba miedo, sabía que los ancianos no tendrían la misma opinión, en momentos como estos deseaba ser un lobo más y no pertenecer a una familia de gran prestigio como la mía. Ya tenía algo porque preocuparme, ¿y ahora tenía que resolver este lío absurdo? —     ¿Los llamaste a la reunión? — Pregunté a mi amigo y mano derecha, Josh. —     No entiendo el punto de convocar una junta solo con los que asisten a la misma universidad que tú. — Comentaba mientras seguía mis pasos. Me paré y le mostré mi rostro poco amistoso. — Sí los convoqué, están en tu despacho. — Sí, tenía un despacho, era un alfa después de todo. —    Gracias. — Mascullé antes de entrar al despacho. Ahí los tenía, rodeándome con sus miradas curiosas, a la espera de que anunciara la razón por la que los había citado a horas nocturnas sin previo aviso. Era un alfa muy razonable y no había tenido ningún problema para entenderme con los chicos de mi generación, pero había límites. —    Asumo que aquí ya no me necesitas, así que…— Josh pretendía irse, lo detuve. —    Asumes mal amigo mío. — Le invité a tomar su lugar al costado mío. — ¿Cómo han estado, mis buenos lobillos? ¿Se han portado bien? — Solo Josh se dio cuenta del sarcasmo en mis palabras, el resto estaba confundido e, incluso, indignado. —    ¿Para eso nos mandaste a llamar? — Habló por fin el capitán de lacrosse. — ¡Vamos Lautner, tenemos clases en la universidad mañana! —    ¿Seguro que estas preocupado por tus clases o por dejar una mala reputación a tu manada? — Todos empezaron a murmurar, nerviosos. — ¡Ahora mismo me van a explicar que carajos han estado haciendo en la universidad para que tengan tan mala reputación! — Había confirmado lo poco que Emma me había dicho con otros compañeros, todos concordaban con ella. — ¿Qué carajos hicieron para que yo no pueda decir que los conozco sin manchar mi nombre? —    N-ada… Pool, solo son rumores. — Volvió a hablar el mismo lobo. —    Explíquenme, ¿por qué Emma Sweet no los quiere ver? — Todos miraron abajo. — ¡Estoy esperando una respuesta ahora! Un chiquillo de dieciocho salió detrás de todos, lo conocía poco, hace dos años atrás había activado su naturaleza licantrópica, en otras palabras, era un m*****o nuevo. Explicó lo sucedido desde su perspectiva, me explicó de manera general lo sucedido, evitando manchar al equipo y, aun así, no pude sentirme decepcionado y enojado de lo que estaba escuchando. —    No voy a castigarlos según las reglas. —  Avisé después de un momento de reflexión. — Estoy tan decepcionado de ustedes, lo bajo que han caído, nosotros los lobos estamos para proteger a los humanos, no para abusar de ellos gracias a que somos mucho más fuertes. — Los miré directamente. — ¿Se han puesto a pensar qué pasaría si alguien más fuerte agrede a sus madres o a sus hermanos pequeños? —    No hay nadie más fuerte que nosotros. — Se jacto en un murmuro el capitán de lacrosse, escondiéndose detrás de los otros. —    Tú eres un claro ejemplo de lo que un lobo no debe ser. — Le respondí captando su atención. — No somos el centro del universo, es lo que dice el ritual de iniciación, ¿o es qué ya olvidaron lo que se sintió la transición de humano a licántropo? — Negaron avergonzados, salvo el tipo que lideraba a este grupo. — Ningún grupo deportivo de las otras instituciones ha dejado mal parado a su manada antes. — Tenían como ejemplo claro al grupo de voleibol en el que se encontraba mi beta. — Puesto a que es la primera vez que ocurre, no lo llevaré frente a los ancianos y decidiremos su futuro ahora mismo. —    ¿A qué te refieres? — Preguntó Josh sorprendido por mi inesperada decisión. —    ¿Somos una manada poderosa? — Pregunté al resto. —    ¡Siempre! — Gritaron al unísono, era parte de nuestro himno. —    Esto es algo que todos aquí sabemos por cultura. “El poder no se consigue por la opresión de los más débiles” — Asintieron. — Mi gobierno es firme con respecto al incumplimiento de las normas de esta sociedad. — Asintieron. — Entonces, esta es su oportunidad para que decidan si realmente pertenecen a esta sociedad, no voy a ir con los ancianos porque me quedaré con los que se comprometan con su manada. No pasó mucho sin que los viera arrodillarse, disculpándose por su comportamiento, sabían que cualquier acción no los marcaba solo a ellos sino a todos; sí decidían irse de la manada, estaban declarándose foráneos, aceptando desconocer a su familia y el gran lío no era por la familia directa, se trataba de los abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y así consecuentemente. No podían desligarse de su familia, porque eso les quitaría el sentido de vivir, los lobos estábamos vinculados estrechamente a nuestra familia y eso nos hacía diferentes. Por eso, el mayor castigo no era la muerte, sino el exilió, desvincularlos de su familia, de su ADN, de su esencia, para divagar sin rumbo con más facilidad de ser cazados. —    No voy a ser su nana, no voy a estar checando que están haciendo todos los días; pero en el momento en que escuche alguna noticia vergonzosa para la manada, los traeré yo mismo frente a los ancianos para que sean juzgados frente a toda la manada. — Aclaré. —    Tienes mi palabra. — Dijo el muchacho de dieciocho. Después de él, el resto siguió su ejemplo. —    Mañana los quiero ver con la mejor idea de disculpa en el aparcamiento, llevaré a Emma y su amiga. — Todos se pusieron nerviosos. — No tienen muchas opciones a escoger. Fue lo último que dije antes de acabar la reunión. Una vez que el lugar quedó desalojado quise ir a descansar, pero mi beta aún seguía conmigo, asumo esperando detalles; era mi mejor amigo, por decisiones de mi padre y la búsqueda de mi mate no estudiábamos en el mismo lugar, pero seguía siendo el único que tenía mi confianza después de mi familia. —    ¿Ya me dirás quién es ella? — Le sonreí mostrando los dientes. —    Encontré a mi mate. — Me abrazo dándome palmadas en la espalda. — Es ella. —    ¿Por qué no les dijiste al resto? — Preguntó separándose de mí. —    Nadie lo sabe aún, quiero hablarlo con ella primero. — Me parecía lo más racional teniendo en cuenta que ella era humana. —    ¿Acaso no te reconoció? — Negué. —    No es licántropo, al parecer. — Su rostro mostraba desconcierto y un poco de lastima. — Pero, es tan hermosa. —    Con eso no basta y lo sabes. — Lo sabía. El resto de la noche nos quedamos hablando de las posibles consecuencias de esto, nadie estaba de parte mi parte salvo él, pero tampoco quería meterlo en líos políticos por mi causa, me esperaba una grande y debía ir armando estrategias para una solución adecuada, en eso me ayudaría. Ella no me reconoce y ni siquiera parece estar interesada en mí, por otro lado, sí los ancianos se enteran de su naturaleza creerán que no es suficiente para ser Luna de la manada y probablemente propongan desvincular el lazo, en el peor de los casos, también estaba el hecho de que mi padre había escuchado mencionarle acerca de mi mate.           Desperté un poco más animado, dispuesto a cambiar la dirección en la que me estaba encaminando, no iba a perderla sin antes hacer el intento, tenía que conquistarla y cambiarle el chip a mi manada, nada más. Solo tenía la primera hora ocupada y luego estaría libre para pasar tiempo con ella o al menos ese era mi plan, hasta que la llamé. Pasé mi tiempo libre en la biblioteca hasta la hora del almuerzo, ya que habíamos quedado en vernos después del almuerzo. Me desanimé un poco al no verla en la cafetería de nuestra facultad, quise creer que era mala suerte y no que me estuviera evitando tan arduamente. La llamé. —    Hola, es…— Me interrumpió. —    Tengo tu número grabado. — Declaró, me puse nervioso al escuchar el tono firme de su voz. —    ¿Dónde estás? — Fui al grano. —    En la cafetería de derecho. — Me encaminé hacía allá, no quedaba tan lejos relativamente. — ¿Dónde nos encontramos? —    ¿Estas con tu amiga la rubia? — Se escuchó un sonido distorsionado antes de oír una respuesta. —    Sí estoy. — Le había quitado el celular. —    Espérenme ahí, llego enseguida. — Pedí antes de colgar. Pocos minutos después las logré encontrar, las dos rubias y con la tez blanca sin perder el color completamente, la diferencia más evidente entre ellas era el tamaño, Paola le llevaba algunos centímetros por delante a su amiga, fuera de eso no había mucha diferencia más que en sus expresiones y rasgos propios, el color de sus ojos por ejemplo. Pedí que me acompañaran al aparcamiento y así lo hicieron, estaba esperando al menos a alguno de los infractores, ya les había pasado el dato, pero me sorprendieron tanto como a las chicas al ver el cartel de disculpa que tenían en frente, un cartel muy brillante que asumo les había tomado tiempo conseguir. Se disculparon debidamente con la amiga de Emma, aunque me inquietó no ver al capitán de lacrosse, Diego, con el resto, pero le daría el chance de la duda, sin quitar mis ojos de él. Después de dejar las cosas en orden, cada quién se despidió y salió del lugar, nos quedamos solo ella y yo. —    Deberíamos irnos también, el tiempo vuela. — Me miró como si no entendiera. —    ¿A dónde pretendes que vayamos? — Cuestionó sin verse molesta. —    A mi casa a practicar lo que presentaremos. — Soltó una risita pequeña. —    Yo no pienso ir otra vez a ese lugar, ¡está apartado de la civilización! — Exageró. —    No tenemos mucho tiempo para discutir esto. — Suspiré tratando de recolectar paciencia. — Te la voy a poner así: O vamos a mi casa, o vamos a la tuya. — No le tomó mucho tiempo decidir. Supuse que le era mejor idea ir a mi casa viéndola ya instalada en el copiloto. Era gracioso verla creer fielmente que no me sabía su casa o su habitación, sabía casi todo de ella, no necesitaba que me llevara a su casa; aunque asumía lo tendría que hacer para presentarme a mis futuros suegros.   El viaje estuvo callado, al menos yo no tenía ánimos de hablar. Cuando le pedí a los chicos que se disculparan planeaba enderezarlos y también que ella entendiera que la manada no era así como se había mostrado, quería que me dijera que no me quería lejos, pero no sucedió. Bueno, al menos los chicos se habían comportado como se debía y esto influenciaría a que alguno de ellos se disculpase con sus víctimas en algún momento, era cuestión de tiempo; era lo que buscaba, lo que mi padre me había enseñado, y mi abuelo a mi padre, consecuentemente. Mi familia no solo era uno de los inversionistas más importantes en el mundo humano, sí, mis antepasados habían dejado una buena fortuna invertida, tanto así que manejábamos un conglomerado con diversas sedes en todo el país y otras partes del mundo; pero, los valores iban de la mano del emprendimiento, de la mano de cualquier acción, es como nos habían educado.   —    Debiste amenazarlos con algo grande para que se disculparan. — Mencionó de la nada. Miraba hacía la ventana. — Bonito el gesto. — Admitió. —    Gracias. — Se giró indignada. — Diría que también me impresionó, pero sé que no crees en lo que digo. Soy demasiado malvado para ti, ¿no? — Me sostuvo la mirada, ya habíamos llegado. —    Gracias por el gesto. — Este tipo de actitudes eran las que me confundían.    Estando en casa, nos concentramos en el trabajo, era cierto que nos quedaba poco tiempo, por lo que estuvimos muy entretenidos en cómo íbamos a hacerlo; su entrega total al estudio era otro motivo más por la que la consideraba perfecta para mí, personalmente me parecía totalmente atractivo ver a alguien enfocada en algo tan básico como hacer las tareas. Llevábamos alrededor de cinco horas y estábamos a nada de terminar el ensayo, realmente dos cabezas pueden funcionar mejor que una sí se trabaja eficientemente; en lo que ella checaba los últimos detalles de la conclusión, decidí ir a la cocina y traernos algún postre para engañar a nuestro estómago, ya estaba anocheciendo. Tomé dos tajadas de torta de chocolate que encontré y las llevé hacía la sala donde ella se encontraba refinando nuestro trabajo; debo admitir que estaba cansadísimo de ver tantas páginas llenas de letras y otras por llenar, pero también moría de felicidad, jamás creí que compartiríamos el mismo curso siquiera, ¡y ahora estábamos trabajando juntos para un proyecto! —    Buenas noches, hijo. — Mi mamá se aproximaba desde la puerta principal. — ¿Tenemos un invitado? — Quiso saber al ver la fuente que sostenía. No me dejó chance de responder y se dirigió hacia la sala. — Hola, querida. — Saludó al verla. —    Buenas noches, señora Lautner. — Respondió Emma cuando notó su presencia. — ¿Cómo se encuentra? — Pregunto por pura amabilidad. —    No hablemos de mí. — Sabía que tramaba. — No tuvimos tiempo de conocernos, estuviste el otro día aquí ¿cierto? — Emma asintió insegura. — ¿Eres la novia de mi hijo? — Fue al grano como es usual en ella. Mamá realmente es linda como madre, como consejera y amiga; sin embargo, cuando se trata de su familia, investiga sus intuiciones para comprobar que se puede hacer al respecto. Era obvio que se había dado cuenta Emma no emitía nuestro olor característico, mamá quería lo mejor para mí como alfa, pero Emma era lo mejor para mí como Pool, su hijo, algo que aún no sabía. —    ¿C-cómo dice? — Se rio nerviosa mientras negaba. —    No tengas vergüenza, nuestra familia no es muy tradicional nos acomodamos a la juventud de hoy en día. — Emma me miró sin entender que estaba pasando. —    Nosotros solo…— Mamá la interrumpió, olvidaba lo intensa que se ponía algunas veces con ciertas cosas. No dejó en paz a mi hermano hasta verlo comprometido, es un claro ejemplo. Sebastián había rechazado subir al mando, por lo que, me tocó hacerlo a mí; la razón básicamente fue que mi madre lo incitó (por no decir que lo forzó) a comprometerse con alguien que él ni siquiera coincidía, mi hermano no gustaba del sexo opuesto y, al final, terminó comprometiéndose con una dama de prestigiosa familia. —    “Solo somos compañeros”, sí, eso es poco probable porque mi hijo no suele traer compañeras a casa, a menos que estén “conociéndose” como dicen ahora. — Pequeños detalles que solo mamá podría notar. — ¡Cariño ven, Pool trajo a su novia! No podía dejar que papá la viera, ya le había mencionado sobre el encuentro con mi mate, se daría cuenta que era humana. Se daría cuenta que era Emma, mis padres podrían amarme y todo, pero ciertamente no confiaba en su juicio desde que forzaron inteligentemente a mi hermano a comprometerse con alguien que definitivamente no lo iba a ser feliz. Era mejor que mi madre creyera en su ignorancia que tenía una aventura o cualquier otra especulación. —    Madre, no lo llames en vano, ya llevaré a Emma de regreso. — Emma me siguió con la laptop en mano. —    Fue un gusto señora. — Se despidió de la mejor manera en lo que yo jalaba de su muñeca fuera de casa. 
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