Estaba en casa, luego de las dos horas escuchando e imitando las indicaciones de la señorita Steven, mi cerebro solo necesitaba descansar un poco. Ya estaba bien duchada y ya había terminado media pizza familiar, ahora solo esperaba pacientemente a que mis ojos se cerrasen completamente. O, al menos eso planeaba hasta que recibí una llamada de Paola. Cito y repito: “Que dice el profesor guapetón que necesita nuestras firmas para hoy, nos está esperando en su casa”. Obviamente trate inútilmente de convencerla de no ir hoy, ¿qué, sí firmábamos mañana? Pero, ella insistió fielmente en que sí nos necesitaba debía ser algo importante. Estaba casi segura que su razón principal era conocer finalmente la enorme mansión de los Lautner. En cualquier caso, tuve que interrumpir mi sueño y manejar m