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Mis 3 Grandes Errores

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Una publicista es obligada por su jefe asumir el rol de esposa de tres hombres diferentes con un mismo problema que se deriva por su solteria.

Ella debera vivir en sus casas diferentes dias de la semana y acomodarse como si fuera la dueña y señora, pero el convivir con ellos significa entrometerse en su vida privada lo que conlleva al enamoramiento.

El problema comienza cuando los tres comienzan a enamorarse de ella.

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Prefacio
Mire mi reloj, extrañamente el universo habia confabulado a mi favor para lograr que yo, Abby Connor llegara temprano al trabajo, eso nunca habia sucedido ni siquiera en mi primer día. Entre por la puerta de cristal que tenia grabada las iniciales de la compañia, G&B. El guardia de seguridad, Alfred, alzó la cejas al verme pasar por la puerta con tranquilidad, no era usual, quizas era la unica persona en toda la empresa que todos los dias llegaba corriendo con papeles cayendo de mis manos, mal peinada y con unas terribles bolsa debajo de los ojos, cuando todas mi compañeras usaban faldas y zapatillas de tacon alto, pero es que ser la secretaria del presidente de la compañia no era para nada sencillo y gracias a dios, no era la única a la que le sucedia algo similar. Mi jefe, Alexander Reese, disponia de dos secretarias, pero ya que yo era la mas antigua mi trabajo era siempre un poco mas pesado que mi compañera Sarah que apenas tenia seis meses trabajando para él. Para muchas personas, decir que era una novata cuando ya tenia medio año trabajando era exagerado, pero cuando trabajas para un hombre como mi jefe siempre hay algo nuevo que aprender, siempre tiene sorpresas bajo la manga. —Es extraño verla aqui tan temprano señorita Connor, esperaba verla en—miro su reloj—media hora. Debi tomar eso como una burla, pero incluso para mi era increíble que nada me detuviera para que llegar tarde. —Tendre una reunión muy temprano, asi que mas valia madrugar—expresé pasando a su lado para tomar el ascensor. Alexander me habia recordado varias semanas atrás que vendrian clientes importantes a verlo ese día y necesitaba que yo estuviera presente, quizas para documentar todo lo que se dijera en la reunión, por lo que tuve que apresurar mi productividad para estar libre esa mañana, por supuesto, no dormi nada. Llame el ascensor, pero aunque era temprano la maldita porqueria tardo varios segundos en llegar. Mire la pantalla, decia estar en el estacionamiento, a tan solo un piso debajo,pero pense que tal vez alguien con un trasero muy grande o un cuerpo muy pesado estaba demorandolo. Cuando las puertas se abrieron vi a un dios frente a mi. Me quede inmóvil e incluso me ruborice al ver a un tipo tan atractivo dentro del mismo ascensor que yo pretendia usar. Su cabello oscuro estaba sujeto a un peinado firme, las facciones de su rostro eran finas y atractivas, ademas sus ojos verdes eran igual que ver un campo extenso en el cual no tendria problema alguno en perderme. Llevaba un traje negro que tal vez estaba hecho a la medida, se le veia increíblemente bien. Un hombre como él debia ser alguien exitoso, se veia a simple vista, lucia muy elegante como para ser alguien común como yo. —Buenos días—me atrevi a decir al ingresar al ascensor, por suerte ese dia y gracias a Alexander, llevaba un traje azul de dos piezas con una falda entallada y un par de zapatillas que estilizaban mi figura. Habia logrado ponerme maquillaje e incluso arreglar mi cabello, además por sugerencia de mi jefe me habia puesto mis lentes de contacto. Al colocarme a su lado me di cuenta que era mucho mas alto de lo que yo imaginaba, quizas media un metro ochenta, su cuerpo desde mi posición se notaba musculoso y el aroma de su colonia era agradable. —Buenos días—me respondio cuando las puertas se cerraron, agradeci al universo que me permitiera estar con ese hombre en un lugar tan pequeño. Lo unico que desee en ese instante era que el ascensor se detuviera para poder tener una excusa para poder tocarlo y comprobar si los musculos que había notado eran reales. Pero eso no sucedio, el ascensor continuo su camino y él no dijo otra cosa. Me senti algo decepcionada. Cuando las puertas se abrieron descubri que ese tipo se dirigia hacia la oficina de mi jefe, muy conveniente, aunque gracias al incomodo silencio habia comenzado a perder el interés en él. Al llegar a la oficina, él abrio la puerta, pero inesperadamente la cerró justo en mi cara,¡Era un imbecil! Abri la puerta, pero no sin antes dirigirle una mirada mordaz. Para mi buena suerte no tendria que atenderlo, pero para desgracia de Sarah quien ya se encontraba en su escritorio, él se acerco a ella para anunciar su presencia Por lo que vi, Sarah le solicito esperara a Alexander. Aquel tipo solo torcio los labios y luego se vio forzado a sentarte en el sofa de cuero frente a la puerta de la oficina. Cuando lo vi lejos de mi escritorio decidi acercarme. —¡Wow! —dijo Sarah examinándome de arriba abajo—te ves espectacular. Me sonroje, que mejor que subirte el autoestima que un halago de una chica. —Gracias—le dije sentandome en mi sitio y encendiendo la computadora—¿Y ese tipo? Hice una señal con la cabeza hacia ese hombre, que parecia estar inmerso en su teléfono móvil. —Es Benedict Corwin—informo en un susurro para evitar que nos escuchara. Habia visto ese nombre en la agenda de Alexander, era uno de los muchos clientes de la compañia. —No parece estar muy feliz de estar aquí—le hice saber. Sarah giro en su dirección y al ver la expresión frustrada de aquel hombre, rio levemente encogiendose de hombros para luego asentir. —Supongo que hablar con Alexander no le complace en nada—me respondio en voz baja. Comparti un par de risillas con ella hasta que alguien más abrio la puerta de cristal de la oficina. Se trataba de un joven de aspecto sombrio, pero no por ello menos atractivo, de hecho, era incluso mas apuesto que el imbécil que me habia cerrado la puerta. Deje de respirar cuando se acercó a mi escritorio y mostro una media sonrisa. —Tengo una cita con Alexander *—expreso el motivo por el cual se encontraba ahi. Trague saliva, era mi dia de suerte, dos hombres increíblemente hermosos, aunque lamentablemente uno era un imbécil. —Claro. ¿Cual es su nombre? Prepare mis manos para revisar la agenda de Alexander. —Conrad Craid—respondio, pero en ese momento su nombre se sono familiar. Intente recordar en donde habia escuchado su nombre, pero no pude. —Por favor, tome asiento él estará aqui muy pronto—sonrei tratando de aparentar que él o mas bien su atractivo no me habia afectado. Respire hondo y trate de mantener el control de mis hormonas. Lo mire caminar con elegancia hacia el ventanal que ofrecia una hermosa vista mañera de Hyde Park, el hombre tenia un aire misterio y clase que lo hacia sobresalir aunque se encontrara al lado de otro tipo que parecia estar impaciente por irse del lugar. Lo contemple por un segundo, su nombre y su rostro, me eran familiares, pero no lograba hacer conexión hasta que mi teléfono móvil vibro dentro de mi bolso, era un mensaje de mi mejor amiga Tracy. Al abrirlo recorde que si alguien podia ayudarme a recordar si conocia al tal Conrad Craig, seria ella. Tracy era parte de un club de Cinefilos, era una booktuber y ademas tenia un blog sobre chismes y rumores de artistas. Ignore su mensaje, no era mas que una lista de compras de cosas que necesitabamos en el departamento, luego me concentre en escribir: «Tracy. ¿Conoces a un tal Conrad Craig?» Vi debajo de su nombre tres pequeños puntos que indicaban que estaba escribiendo y entonces recibi un mensaje: «Claro que si, tonta. Ya te habia hablado de él. Es mi escritor favorito. ¿Porque?» No queria o mas bien no sabia como explicarle que su autor favorito estaba frente a mi, asi que simplemente cree una mentira convincente. «Alguien en la oficina hablo de él esta mañana, pero la verdad no recordaba de donde habia escuchado el nombre» Tracy escribió tan rápido que apenas tuve tiempo de parpadear: «¡Lo sabia! Sabia que la empresa para la que trabajas ahora lleva la publicidad de su carrera como escritor independiente, esa maldita editorial lo explotaba como no tienes idea, me alegro que decidiera emprender solo, por favor si escuchas algo de él házmelo saber» Bloquee la pantalla de mi teléfono, Tracy podia ponerse pesada cuando se trataba de algun tema que le interesará. Ahora que prácticamente le habia confirmado que ese tal Conrad era cliente de la empresa de publicidad para la que trabajaba, no dudaria en subir esa información a su blog y a su canal de youtube, pero sabia que eso no acabaria ahí, se dedicaria dia y noche a molestarme hasta hacerme cantar. Despues de guardar mi teléfono decidi ir por cafe, por lo que veian mis ojos todo advertia que la mañana seria entretenida, pero de igual manera pesada. Tenia frente a mi a un imbecil con aires de grandeza y un escritor aparentemente insociable, debia acumular energia para resistir la reunión que mi insensible jefe habia agendado para ese dia, asi que me levante y le indique a Sarah que iria hacia la cafetera a preparame un cafe, ella en silencio y solo con la mirafa me sugirio hacerle la invitación a las visitas de Alexander y aunque tenia en cuenta esa cuestión preferia no hacerlo, esos hombres ni siquiera podian mirarse el uno al otro y eso que aparentaban ser personas influyentes, no podia ni imaginar como me mirarian si intentaba acercarme al territorio que ambos ya habian trazado con solo su presencia en la pequeña sala de espera. —¿Les gustaria tomar una taza de cafe mientras esperan al señor *?— exprese manteniendo mi distancia. El señor Corwin al que habia bautizado como el tipo o también como el imbécil apenas alzo la mirada y luego nego con la cabeza. El otro, es decir, Conrad Craig, al menos se digno a mirarme y articular en sus labios rosados las palabras: “No, gracias” Una vez rechazada, sali de la oficina y me dirigí a la pequeña sala de empleados que compartia con otras secretarias de ese mismo piso, en total eramos siete, pero no soliamos vernos a menudo, no todas podiamos venir en el mismo horario, asi que cuando entre la sala estaba vacia. Opte por dejar entreabierta la puerta, desde ahi podia ver si pasaba Alexander para iniciar mi jornada laboral a su lado, pero mientras preparaba mi cafe alguien llamo a la puerta. —Disculpe señorita, estoy perdido ¿Podria ayudarme?—escuche una voz masculina detras de mi y al girar casi tiro mi cafe al reconocer de quien se trataba. Se trataba de Nathaniel Orson, el famoso actor de Hollywood. —C-claro—titubee, incluso mi voz sono rara—¿Esta buscando la oficina de alguien en especial? Me arrepenti de haber pronunciado aquello, esa mañana, en tan solo cuestión de minutos habia visto dos hombres atractivos y él que era un actor muy importante seguramente debia venir a los mismo que el otro par, a ver a mi jefe. —Busco la oficina de Alexander *, he dado varias vueltas a los pasillos, pero no la encuentro—explico encogiendose de hombros. Rei ante su mirada avergonzada y su actitud de disculpas. —Yo también me perdi varias veces aqui—le revele para que no se sinyiera mal y era cierto, los pasillos eran engañosos para quienes no estabn familiarizados con el lugar—te llevare a su oficina. —Te lo agradezco—me dijo mostrando una blanca sonrisa, ver ese gesto me derritio por completo. Era mucho mas apuesto en vivo que en sus peliculas, alto y bien parecido, su cabello castaño claro se notaba incluso mas claro de lo que imaginaba. Si estaba soñando, esperaba que Tracy no me despertara de un sueño tan hermoso como ese. Camine a su lado aparentemente tranquila, pero por dentro estaba gritando de emoción, no podia creer Nathaniel Orson estuviera a menos de un metro de distancia de mi, él estaba en mi lista de los actores que mas me gustaban y no solo por su actuación sino por su físico. Le indique cual era la oficina y antes de abrir la puerta, él amablemente la abrio para permitirme el paso, era todo un caballero y no como los otros dos que habia decidido ignorarme. —El señor Alexander no tardara mucho, por favor espere aquí—le indique mostrando la pequeña sala, él alzo las cejas al mirar a las otras dos personas que aguardaban por mi jefe, pero no dijo nada, en vez de eso tomo asiento al lado de Benedict Corwin y se relajo. Me sente sobre mi escritorio y deje mi cafe aun lado. Intenté concentrarme y comenzar a trabajar en mis asuntos pendientes, pero era imposible, no con Nathaniel Orson frente a mi. Me pregunte que pensarian los otros dos si me atrevia a interrumpir el silencio que ellos habian creado para pedirle un autógrafo. ¿Seria poco profesional de mi parte? Al levantar la vista vi a Sarah levantarse de su lugar e ir directamente hacia el actor con una pequeña libreta de notas en la mano. —¿Disculpe señor Orson? —le escuche decir, en su voz note nerviosismo y como no, si estaba intentando pedirle un autógrafo a uno de los hombres mas atractivos del cine. El actor levanto la vista de la revista que observaba y entonces le dedico una sonrisa al darse cuenta de sus intenciones. —¿A quien se lo dedico? —expreso dejando la revista a un lado y tomandon la libreta. —Sarah Grayson, por favor—expresó sonrojandose. No esperaba que ella, mi timida compañera se atreviera a ir hacia él. Sarah se acomodo lo mechones de cabello rubio, se mostro de cierto modo coqueta, pero esa actitud fue sutil, casi imperceptible. Yo apenas lo note, pero porque la conocia muy bien, ella no era capaz de comportarse asi con alguien de la oficina. La observe sonrei cuando el señor Orson firmo su libreta y asta quizas le habia dedicado una pequeña frase solo para sus ojos. La envidie por eso, pero no por como iba vestida. Llevaba puesto un pantalon oscuro y una camisa blanca con un moño negro ostentoso, pero debajo de esa ropa mas o menos decente se podian ver su zapatos depostivos blancos, una horrenda combinación, pero para nosotras las secretarias, andar por ahi todo el tiempo con tacones era un suplicio que no estabamos dispuestas a soportar. Teniamos un cajon especial, de hecho era el cajon mas próximo a nuestros pies, ahi guardabamos un par de tenis que soliamos cambiar por las zapatillas,solo asi podiamos soportar la jornada, pero cuando era necesario debiamos volver a ponernos las zapatillas. Me rei un poco, me pregunte si ella se habria dado cuenta de que habia permitido que Nathaniel Orson viera el truco de las secretarias, pero cuendo se sento frente a su escritorio ella no levanto la vista de su libreta, leia atentamente su autógrafo. Súbitamente la puerta de entrada de la oficina se abrio, era Alexander, vestia un traje azul y una corbata roja. —Muchas gracias por venir caballeros—expresó dirigiendose a todos—enseguida les atenderé. Cuando paso a mi lado me vi forzada a levantarme como Sarah y yo lo haciamos siempre que llegaba. —Abby. ¿Puedes venir un momento a mi oficina?—dijo de repente sin girar en mi dirección. Desconcertada tome la computadora portátil, suponiendo que la usaria para la reunión, quizas para tomar notas o algo asi, luego fui corriendo tras la figura de mi jefe, luego cerre la puerta detras de mí. —Abby—dijo con cierto aire de culpa, pero no entendi por que razón se mostraba a si. Se sento sobre su escritorio y me indico me sentara sobre el asiento frente a él, no me daba buena espina el ambiente que su actitud estaba creando—debi decirte esto antes, pero la verdad no supe como abordar este tema, perdona que te lo pida ahora. —¿Qué sucede?—pregunte algo angustiada, él no era el tipo de persona que suele darle vueltas al asunto. —Necesito tu ayuda—expresó. —Por supuesto—dije instintivamente, como cualquier secretaria lo hubiese hecho ante una petición de su jefe. —Antes de aceptar lo que te voy a pedir, por escucha y si lo que te pido te parece descabellado tienes todo el derecho de negarte, si lo haces por supuesto, esto no afectara nuestra tu situación laboral. —Por favor Alexander, soy tu secretaria. ¿Hay algo en esta vida que no me hallas pedido antes? Él únicamente sonrio, sabia a que me referia, lo que habia entre nosotros no solo era una relación de jefe-secretaria, tambien habia amistad. Lo habia sacado de mas problemas de lo que yo misma era capaz de crear y por eso seguia ahi, por que era increíble en mi trabajo. —Tienes razón, pero en esta ocasión, todo lo que te hibiese pedido antes no aplica como locura como lo que te voy a pedir—insistió. —Entonces habla de una vez para que pueda decidir si quiero o no hacerlo—le exigi recordando que alla afuera le esperaban tres hombres increíblemente atractivos. —Bien—suspiro preparandose para soltar la misteriosa petición—necesito que seas la esposa de los hombres que están esperando alla afuera. —¿Qué?—logre decir, no comprendi sus palabras—¿Cómo que esposa? —Estos hombres tienen problemas personales y públicos que únicamente pueden resolverse con la presencia de una mujer a su lado, no sera mucho tiempo, lo prometo. Te dare los detalles del porqué necesitan una esposa falsa si es que aceptas, pero sino te pudo guardes el secreto de nuestros clientes. Guarde silencio tratando de entender lo que decia, estaba equivocada, esta era la petición mas alocada que en mis tres años trabajando para él me habia hecho. —¿Estas loco? —dije una vez que comprendi que estaba hablando enserio—¿Cómo que de los tres? —¿Me creeras si te digo que la unica mujer en la que confio y podria darle este trabajo es a ti?—dijo, esta vez su tez parecia recuperar color,momentos atras se le notaba muy pálido, quizas porque temia que no aceptara. —Tienes razón, pero no crees que la gente se dara cuenta que la supuesta esposa de Nathaniel Orson es identica a la esposa de Conrad Craig—replique una de las razones del porque estaba a punto de negarme. —No te preocupes por eso, ya tengo un plan, seras tres mujeres en una—aludio sin darme mucha explicación, pense que no queria seguir perdiendo el tiempo—pero antes de poder decir algo mas tengo que hacerte la gran pregunta. ¿Aceptas? Que podia decir, fingir ser la esposa de Nathaniel Orson era mas que suficiente para que aceptara e incluso le diera las gracias a Alexander por ofrecerme la oportunidad de estar con un hombre como él, por supuesto entendia que todo lo que pasara entre los dos seria solamente mera actuación, pero aun así, estar a su lado ya era una ganancia. En cuanto a los otros dos igual era algo asi como una bendición, quien podia decir que tenia tres esposo tan atractivos como ellos, pero ciertamente no debia encariñarme porque ellos no eran mas que trabajo. —Esto es lo mas ridículo que me has pedido desde que trabajo para ti, pero el trabajo es trabajo, asi que no puedo negarme.

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