Capítulo 7

1267 Words
Letizia Volviendo a mis prácticas en la Empresa de los Ricci, al parecer Carlo, no era el único que lo sabía… - ¡¡Leti!! – gritó Jacomo, el director de la Universidad y socio de la empresa, al verme llegar – ¡Qué alegría que ya estés aquí! Ya verás que el avance que llevas se verá más que premiado con la experiencia que tendrás aquí en nuestra empresa. - ¡Gracias, de verdad! ¡Es para mí muy importante saber que alguien como usted valora mi trabajo! - ¿Cómo no hacerlo si tus proyectos son maravillosos? Pero ven, que te quiero presentar con alguien… Caminamos por un pasillo, mientras me preguntaba si me animaba a elaborar un par de proyectos con unos datos que me darían las secretarias. - Ferrari… (gritó mientras el entrenador caminaba hacia nosotros con una sonrisa)… ella es la chica de la que te habló Dante… - Un gusto, (tomando mi mano), Letizia, ¿cierto? - Si… (sonrojada) ¡un gusto! - ¡El dueño de la compañía no hace más que hablar de ti! La “chica maravilla” te llama. - ¡Gracias! Exagera, ¡se lo aseguro! - ¡Tutéame, que soy un niño!! Jaja - Bueno, te la dejo que tengo que ir a firmar unos documentos… (dijo el francés saludándome)… vuelvo en un rato. - ¡Vale, gracias! - Ven por aquí, (señalándome un pasillo) solo por ser la recomendada de Jacomo, te permitiré ver una reunión del equipo de trabajo. Me hizo unas indicaciones, sobre los lugares desde los que podría observar y me dejó en la sala de juntas, mientras iba a buscar unos papeles a su oficina. Tal como había hecho en el Teatro, me quedé observando cosas que las personas suelen pasar por alto, detalles de la arquitectura y la decoración de ese lugar que era testigo, cada mañana, de intensas preparaciones para los negocios más importantes que se hacían en el país. Aun no me creía que estaba haciendo prácticas en el primer año y en el lugar donde había soñado trabajar desde siempre. Pero mucho menos me creía que ese aroma llenara mis orificios nasales nuevamente, tomándome por sorpresa… - ¡Vaya! (al abrir la puerta, de espaldas a mi) ¡¡Pero si es la chica loca!! ¿Cómo estás? (sentándose a mi lado y estirando su mano amistosamente, otra vez) No le respondí. No quería hacerlo, pero por otro lado, tampoco podía hacerlo. Por alguna clase de motivo, su presencia me perturbaba. - ¿Te han comido la lengua los ratones? Porque Carlo me ha jurado que no eres para nada maleducada, “Letizia” (acercándose peligrosamente a mi rostro para hacer énfasis en mi nombre) Lo miré con cara de pocos amigos, dispuesta a reclamarle, pero sus ojos me hipnotizaron. Era real, él estaba allí mirándome fijamente y yo estaba pasando por tonta y maleducada, por no contestarle. Era obvio que existía, lo veía por televisión desde mi ciudad natal hablando de negocios, dando conferencias, mentorías y demás, pero tenerlo cerca… tan cerca… era algo que salía de lo que alguna vez habría podido soñar. - Pues ni me comieron la lengua los ratones, ni soy maleducada (levantándome del banquillo)… buen día, estoy bien ¿y tu? (fingiendo) - Oye… (acercándose de nuevo)… intento ser amable…. (mirándome fijamente) - No necesito que seas amable… - Bien… (mirando al suelo). Es evidente que no me soportas… ¿Qué tengo que hacer para cambiar la impresión que tienes de mi? (sonriendo) - Nada… - ¿Nada? (sorprendido por mi respuesta) - Vengo aquí a trabajar, con que tú realices tu trabajo me alcanza y me sobra… (sonriendo). No te he dado confianza para otra cosa… - Solo quiero que seamos amigos… - ¿¿Tu?? ¿Amigo de la “chica loca”? no me hagas reír… - Jajajaja…. No… (sentándose de nuevo y mirándome)… yo amigo de la chica bonita que se cruzó delante de mi coche la noche de aquel concierto de Tiziano Farro y a la cual no he podido quitar de mi cabeza ni un solo minuto desde entonces… (sin quitarme la vista de encima ni un solo segundo) ¡Madre Santa! ¿Qué fue eso? ¿Acaso una declaración? ¿¿Cómo es eso que le gusto?? Por dios… no… ¡¡no es verdad! - ¡Pfff! Ya saliste con tus boberías. ¡¡Lo mismo le has de decir a todas!! (caminando hacia la ventana, justo al otro lado de la mesa) - ¡No a todas! (siguiéndome y tomando mi brazo, haciéndome poner la piel de gallina y sentir una gran corriente eléctrica por todo mi cuerpo, justo como cuando su coche llegó al Teatro y todavía no sabía de quién se trataba) - Si, si… ¡eres un chulo! ¡¡Todos en el ambiente lo saben!! (sentándome) - Es eso… crees que miento y que soy un engreído… - ¡Un chulo, si! - Pues no lo soy… (cerrando los ojos y apretando los dientes) - Buenas… (dijo Adriano pasando a la sala y con ánimo de avisar que detrás venía el resto) - ¡¡A trabajar!! (gritó Ferrari al ver que Fabrizio no se movía). - Pues si quieres creer que soy un chulo… seré un chulo, ¡al menos así me darás crédito en algo!… (y se sentó en su sitio con cara de pocos amigos) Lo sucedido me dejó pasmada. Pero debía concentrarme en lo que debía y no en las tonterías del hijo del dueño de la empresa que se creía que podía tener a cuanta mujer se le pasaba por enfrente. Carlo me saludó y ni bien volvió Jacomo, comenzó la junta del día. Una vez finalizada, me quedé unas dos horas hablando de gestión con Ferrari, luego de hacerle una breve entrevista para la Universidad que saldría en la web de la empresa junto con el trabajo que me habían encomendado al llegar. Antes de salir, estuve hablando con referentes administrativos y de legales, y pacté para el día siguiente una reunión con el contador de la empresa, tal como me había indicado mi profesor, la cual sería al día siguiente. La verdad es que iba muy feliz, pensando en todo lo que había vivido, sobre todo en la charla con Ferrari, con quien siempre es más que interesante intercambiar conceptos de gestión y administración, cuando escuché que alguien me tocaba la bocina, saliendo de las instalaciones… - ¿Vas para lo de Alessia? (dijo Carlo bajando el vidrio)… - No, voy a la Universidad a trabajar… - Te llevo… - Tranquilo, ¡si cruzo aquí al campus por la calle de al lado! (sonriendo) - Sube… no llevo prisa, igual tengo que esperar a tu amiga una hora más a que salga de la Universidad y me viene bien para llevar unos documentos (mientras me abría la puerta del coche) - Vale… (subiendo) ¡¡gracias!! La manera en que me miraba de costado, me incomodaba. Se había convertido en mi amigo, y tenía pavor de que pudiera intentar algo más, por las ideas que Alessia me había metido en la cabeza, de que apuntaba a cuanta mujer se le pasaba por delante. Hasta que por fin… soltó el motivo de sus miradas…
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