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Hijo de la locura

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Blurb

Travis B. Oz, reconocido pediatra en Gran Bretaña e hijo de uno de los doctores más famosos del último siglo por sus grandes avances en los campos de oncología e inmunología. Travis es un hombre que tiene fama, inteligencia y sensualidad, es un hombre de familia, el hombre perfecto, pero este hombre tiene muchos secretos detrás que entrarán en conflicto con su vida amorosa; sin embargo, el único que podrá revelar el terrible pasado que lleva a cuestas sin saberlo es su padre, Oz, quien traerá consigo una sorpresa que cambiará su vida como la ha conocido hasta ahora, una misteriosa niña sin nombre, pero con la mirada más gélida jamás vista.

¿Podrá soportar Travis el peso del pasado que le ocultan para tener el futuro que desea?

¿Podrá el amor ser parte de su vida cuando la demencia en sus genes sea algo en contra?

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Código de registro: 2304074002686

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Prohibido cualquier forma de comercialización, distribución o plagio de esta obra.

Si deseas conocer la historia de su padre, te invito a leer: Entre copas con la luna.

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1. ÚLTIMA PROMESA
—Es positivo —afirmé antes de que ella dijese algo. La mujer frente a mí no sabía qué decir o hacer excepto darme una leve y pesada afirmativa con su cabeza que ensanchó mi sonrisa dejándola desconcertada, o quizás sea el semblante tan tranquilo que tenía. —No es la reacción que esperaba —comentó confundida. Perdí la mirada en el enorme ventanal a mi derecha al escuchar una bandada de aves atravesar el azulado día que hacía, viniendo con ello el rostro de una persona a mi mente. —¿Cree que haya despejado el cielo para mí? —pregunté en un murmullo que la hizo verme como si hubiese perdido la razón. —¿Doctor Oz, está bien? ¿Quiere que llame a alguien? —No será necesario, doctora, conozco el camino a casa, pero antes debo hacer una parada a la repostería —estreché su mano con gentileza, acomodé mi abrigo al levantarme y salí del edificio. Tenía varios pendientes para hoy: pacientes que atender en el transcurso de la mañana, una reunión en el almuerzo con los directivos y después de dos de la tarde debía trasladarme a la mansión donde nos reuniríamos la familia durante el fin de semana. Anhelaba tanto ver a mis nietos, sus sonrisas, las locuras con las que saldrían en cada travesura y la paz que traía el ver dormir a los pequeños de la casa, también a mi esposa y su maravilloso semblante risueño, uno que me encantó desde el primer momento en que la vi, así como también quería ver a mis hijos junto a sus parejas siendo felices y todo gracias a un hombre. De pronto una punzada en el pecho me obligó a sentarme en la banca de un parque, no había muchas personas, con suerte seríamos cinco o seis, pero la tranquilidad era absorta y esto hizo que los recuerdos comenzaran a llegar de a poco, las alegrías, las tristezas, el tiempo perdido en cosas sin sentido, las ausencias, el dolor, la culpa… —¿Qué hacías en ese edificio? —imposible no reconocer su voz. Su esbelta figura se acomodó a mi lado, estaba preocupada, mas la paz que sentía en mi interior crecía conforme las memorias seguían llegando al perderme en el estanque frente a nosotros. —Ya sabes qué hacía y estoy seguro que conoces lo demás. —No… —la sinceridad de su melancólica respuesta me hizo apreciarla confundido—. Solo supe que irías, pero no quise indagar más. —¿Por qué? —Quiero que tú me lo digas. Ella no necesitaba mi respuesta porque su corazón se fragmentaba frente a mí en preocupación y tristeza, una que bien sabía era por miedo a revivir lo que menos quería, así que besé su mano y después la atraje a mis labios perdiéndome en su fría calidez, no quería separarme de ella todavía, así que dejé nuestras frentes unidas perdiéndome en su perfume igual que lo he hecho desde la primera vez que pude sentirlo en su piel. —Me alegra haber conocido a todos mis nietos, aunque me duele no poder estar para ellos cuando más me necesiten. Ella se aferró a mi cuerpo soltando en gruesas lágrimas el dolor que abarcaba su alma al comprender mi respuesta, lo peor era que hacía unos años había perdido a alguien importante y que yo, aquel con el que vivió tantas experiencias junto al amor de su vida tuviese que despedirme ahora, era injusto en su perspectiva. —Te salvaré, así él no esté aquí juro que te salvaré. —No, chiquita, no quiero el tratamiento —sus uñas se enterraron en mi piel suplicándome cambiar de parecer. —No me hagas esto, Trav, no soportaría otro golpe ahora. Su dolor era mi dolor y sus lágrimas las mías, pero mi corazón estaba en paz. —Te prometo que si lo veo en el más allá, le diré que todavía lo esperas y que lo amas demasiado. —¡No! —se apartó tomando con fuerza mi abrigo—. Déjame hacer algo por ti, déjame salvarte… Por favor, Travis, no quiero perderte. Aunque fuese inútil, limpié sus mejillas dándole una sonrisa sincera y la abracé escuchando de nuevo la bandada de aves atravesar el parque con su alegre cantar. —Ragnar, ha llegado el momento y no quiero desperdiciar mi tiempo en tratamientos, mi padre gastó mucho del suyo para que yo viviera y es mi hora, de igual forma necesito que esto quede entre los dos porque no quiero alertar a nadie. —Pero Trav… —Pero nada, lo aceptarás y me dejarás ir. No quiero trampas, tampoco quiero obligarte a prometérmelo, así que sé una buena chica y llora ahora conmigo todo lo que quieras, porque más tarde cuando vayamos con la familia debes ser la mujer de acero que todos conocen. —No me hagas esto, no ahora —suplicó sollozante. —Espero puedas perdonarme por lastimarte, pero así es la vida, Rag, y el cáncer siempre fue una amenaza para mí, solo queda agradecerle a mi padre por lo que hizo y a la vida, Dios o lo que sea que me permitiese vivir mucho más, tan solo te pido un par de cosas. —Lo que sea, sabes que haré lo que sea por ti —y pensar que cuando la conocí me atreví a levantarle la mano y ahora nos aferramos necesitados al cuerpo del otro… Creo que si alguien me hubiese dicho que aquella niña sin nombre que invadió nuestras vidas desde mi adolescencia sería hoy la increíble mujer que tenía ahora entre mis brazos y a la cual adoro con locura por cada momento que hemos vivido, bueno y malo, no le habría creído, es más, me le habría burlado en la cara por decir semejante ridiculez, pero aquí estaba amándola con todo mi corazón. —Sé la guardiana de mi familia, asegúrate de guiar y proteger a mis nietos y a mis hijos en cada paso que den en nombre mío y de mi padre, especialmente con su locura. —Eso no tienes ni qué pedirlo, obvio lo haré —apartó un poco su rostro permitiéndome acariciarla. —Al menos me voy tranquilo al saber que uno de ellos es la viva copia de mi padre —rocé nuestras narices observándola con picardía—, y algo me dice que te apegarás bastante a él —mordí su labio sacándole una hermosa sonrisa que la delató. —Todavía es pequeño, pero sí, es su viva copia. —Por cierto, refuerza la seguridad este fin de semana, recuerda que cada vez que los Oz y los Wintar se reúnen es un caos, en especial las últimas generaciones. —Tampoco es para tanto, solo hacen un par de travesuras. —¿¡Un par de travesuras!? —pregunté entre divertido y desconcertado consiguiendo que ella mordiera pícara su labio—. ¿Acaso olvidaste lo que hicieron mis nietos la última vez? ¿O el día de las bicicletas, la redecoración del jardín en Halloween, la “bromita” a Santa el diciembre pasado?… Esa chimenea tocó reconstruirla… —Y no olvides el incendio en el hospital —¿Cómo olvidarlo?, si estuvimos bajo investigación policial una larga temporada—, aunque en su defensa, diré que fueron los fuegos artificiales más maravillosos del mundo y ellos fueron muy ingeniosos al asegurarse de que tuvieran la forma que querían, lo más increíble es que el más pequeño de la familia no llega a los cinco años y sacó ideas espléndidas para respaldar a sus hermanos y primos. —¡Deja de acolitarles sus travesuras, Rag! Comprendo que algunos sean unos niños, pero no todos lo son y… —Ya deja de sonar como un viejo cascarrabias, tu padre estaría feliz y muy orgulloso de saber que en la siguiente generación nacieron todos unos genios, dementes, pero muy inteligentes, incluso más que sus padres. —Es inútil discutir esto contigo. —Como si no pensaras lo mismo que yo —volteé los ojos sin dejar de lado mi felicidad y el orgullo que sentía por ellos. Por eso siempre me encantaba discutir estas travesuras con ella, claro que en su momento los adultos nos ponemos serios con los chicos cuando salen con sus “juegos inocentes”, pero al dormirse, nos quedamos hablando entre copas terminando en un mar de risas al recordar nuestras propias experiencias, por eso las reuniones familiares son tan especiales para nosotros dos. —¿Qué te parece si nos adelantamos? Me gustaría ir a la casa que hiciste con mi padre y recordar viejos tiempos, solo tú y yo. —¿Quieres que también prepare el avión para ir a Nueva York? —¡¿En verdad me preguntas eso?! ¿¿Acaso perdiste la razón?! —ambos reímos quedando abrazados una vez más—. Sabes que ese pent house es importante para mí y solo contigo lo visitaría, pero que sea después de la reunión familiar. —De acuerdo… y si quieres nos podemos llevar a tus nietos —es increíble que después de tantos años me siga dando los dolores de cabeza más fascinantes del mundo. —Solo si se comportan el fin de semana y mejor que tú también lo hagas o te castigaré —le di algunas mordidas en el cuello sacándole la risa más hermosa de todas terminando en un casto beso. —¿Travis…? —¿Sí? —¿Q-Quieres que esté contigo al final? —y de vuelta a la desoladora realidad… No imagino cuánto se habrá esforzado por hacer esa pregunta considerando las circunstancias, así como tampoco sabía bien si ser egoísta y aceptarla o evitarle el dolor a costa del mío, porque sí, anhelaba que estuviera en el momento en que tuviese que dejar este mundo, pero… —No programes mi partida, mejor disfrutemos el ahora y agradezcamos por cada día que tenga igual que lo hizo mi padre desde que nací —nuestros firmamentos se cruzaron conectando no solo el amor que sentíamos, sino también las vivencias—. Te prometo que te encontraré en mi próxima vida, no sé si logre ver a mi padre, pero sí te volveré a ver. —¿Y cómo te reconoceré? ­ —Soy un petirrojo, ¿lo olvidas? —Hay millones de petirrojos en el mundo, Trav —renegó cual chiquilla conmoviéndome—, no puedes encarnar en uno y que sepa sin más que eres tú, además, con esa forma no podré desnudarte cuando duermas —comentó con una picardía infantil tan ilusoria, que creí verla siendo una niña otra vez. Por eso la adoro. De pronto me quedé viendo sus tatuajes, una idea vino sin más y con la misma ingenuidad que ella le expresé mi deseo. —Ya sé, busca una marca de nacimiento con forma de ave, seguramente estará en la espalda o el hombro, así sabrás que soy yo. —¿Lo prometes? —Te lo prometo, y si tengo suerte, no solo te veré en esta vida como Ragnar, sino que quizás te encuentre en tu próxima vida junto a mi padre ¿Quién sabe? Ya veremos cuán piadoso es el destino conmigo. En ese momento comprendí por completo por qué ella y mi padre hicieron esa promesa hace tantos años y así como tuve la oportunidad de hacerlo con él, no perdería esta oportunidad de hacer una promesa con ella, así tal vez podría encontrarme también con mi padre en otra vida siendo feliz junto a la mujer que siempre amó, pero antes, disfrutaría junto a Ragnar cada recuerdo del pasado mientras vivía el bello presente obsequiado por mi padre junto al resto de mi demencial familia.

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