Allison
Cuando dos días pasaron y no recibí su habitual toque en mi puerta, ni su girasol y la nota, que acostumbraba dejar, creí que Gonzalo se había dado por vencido o al fin había entendido que esto no funcionaria. Pero me había equivocado, ya que esta mañana , mientras observaba a mis vecinos del edificio de enfrente hacer su rutina diaria, la puerta sonó.
En el instante en el que escuché el toque, todo mi cuerpo se congelo, al igual que mi respiración, la cual se quedo atascada en mi pecho y no estaba lista para soltar el aire.
Sabía que no debía temer, pero no podía evitarlo. Él era amable, parecía preocuparse a mi alrededor, pero no podía sentirme tranquila.
Caminé lentamente hacia la vieja puerta de entrada, mientras otro toque sonaba. Con cada paso mi piel se erizaba un poco más y mis latidos aumentaban.
—Vamos Allison, dijiste que lo intentarías, supera el miedo. —su voz se escuchaba cansada, parecía no haber dormido nada.
Él tenía razón, le había dicho que lo intentaría. ¿Por qué había hecho algo como eso?
Lo que sea que me haya llevado a tomar la decisión de darle una oportunidad, ahora no importaba, lo hecho, hecho estaba.
Abrí la puerta con tanta lentitud, apenas viéndolo a través de un pequeño espacio.
—Hola. —aún tenía mi mano aferrada a la madera.
—Creí que te habías arrepentido de nuestro trato, me asustaste Allison. —¿Yo lo asusté? No soy yo quien golpea a su puerta e insiste en formar una amistad.
—Lo consideré, pero no falto a mi palabra. —Prefería ser sincera, de nada me servía mentirle.
—¿Puedo pasar? —apreté con más fuerza la madera y seguro lo noto. —Traje donas, pensé que te gustaría tomar un café.
Miré su rostro, evaluando cada rasgo, antes de bajar mi mirada a su mano izquierda, la cual tenía una caja de Dino’s.
Le había dicho que lo intentaría, me repetí, mientras me hacía a un lado y lo dejaba entrar.
Él lo observaba todo, no es que hubiera mucho, pero cada cosa en este lugar la había escogido yo misma. Mientras caminaba, se detuvo en la pila de tarjetas sobre el aparador en la entrada, claro que iba a reconocerlas, eran las que venían con sus girasoles.
Con una media sonrisa se volteó y me miró, no podía descifrar su mirada, era intensa pero tierna a la vez, con algo más que no lograba adivinar.
—Lamento no haber venido estos días, tuve trabajo. Hubo una toma de rehenes en un edificio cercano y luego de eso, el papeleo fue terrible. —Asentí, no tenía que explicarme nada, sin embargo lo hacia. —Me hubiera gustado llamarte, pero olvide que no tengo tu número.
¿Qué debería decirle? Si tenía que ser sincera, no hubiera respondido la llamada, además lo creía ya desinteresado.
—No importa. ¿Cómo tomas tu café? —pregunté, consciente de que mientras más rápido lo tomará, más rápido se iría.
—Con un poco de leche, pero puedo tomarlo oscuro si quieres.
—Espera aquí, iré a prepararlo. —no tarde en huir a la seguridad de la cocina.
Cuando llegué allí, lleve mi mano a mi pecho y traté de regular mi respiración. Debía relajarme o podría sufrir una crisis de nervios.
No era un asesino, o eso esperaba, simplemente es un vecino. No esta mal hacer sociables con alguien, en caso de una emergencia, él podría socorrerme.
¡Respira Allison, respira!. No dejaba de decirme a mi misma, eso me calmaba, me centraba en el ahora y mientras preparaba las dos tazas de café, ese nerviosismo disminuía.
Lo malo fue que al regresar a la sala, lo encontré con la mirada fija en la ventana.
—Tienes una vista más amplia que la mía. Solo llego a ver los ladrillos. —volteó hacía mi sonriendo y sentí como mi rostro comenzaba a arder.
—Sería bueno para alguien a quien le gustará mirar a sus vecinos. —cosa que por desgracia hacía.
—Pero de cualquier manera eso estaría mal, se estaría violando la intimidad de esas personas. —lo sabía, me había atrapado.
En la boca de mi estomago, una bola de fuego comenzó a crecer, a medida que me imaginaba que me creerían una acosadora por mirarlos.
Pero no dañaba a nadie, solo los comprobaba para ver si estaban bien.
—¿No deberías estar durmiendo? Dijiste que tuviste mucho trabajo. —por favor que acepte el cambio de tema, por favor.
—Treinta y tres horas de guardia, pero no podía irme a dormir sin verte y recordarte que el trato continua.
—Eres un poco intenso, ¿Lo sabías?
—Me lo han dicho un par de veces. —bromeó, llevando la taza a su boca y bebiendo un buen sorbo. —¿No te llegó el próximo cuadro?
—Me dijeron que estaría para el viernes, aún faltan dos días.
Pero el tiempo se me estaba haciendo eterno. Quería trabajar, distraerme en algún nuevo cuadro.
Me aburría sin hacer nada, aunque había encontrado cosas en las que ocupar mi tiempo.
—¿Has salido estos días? —negué rápidamente. —¿Y en qué has ocupado tu tiempo?
—He hecho limpieza general, leí algunos libros y miré películas. —respondí encogiéndome de hombros, no necesitaba salir para divertirme.
—Eso cambiará hoy. ¿Quieres ir a cenar conmigo?
—No.
—Allison…—sabía que diría nuevamente que acepté el trato, pero no quería salir. —Vamos solo será una cena.
—No quiero salir, no tengo ganas.
—¿Y si cenamos aquí?
—No he ido de compras, por lo que tengo muy pocas cosas. —era una excusa pobre, ya que rara vez iba al supermercado, todo lo encargaba y me lo traían.
—Podemos encargar algo.
—¿Por qué insistes tanto? ¿Acaso no notas que solo te rechazo?
—Soy persistente. Además debes comer y también debo hacerlo, así que, ¿Por qué no comer juntos?
—De acuerdo, pero ya deja de hablar, al menos unos momentos.
Me sentía expuesta, él estaba consiguiendo lo que quería. ¿Desde cuando era tan sumisa?
Pero tenía razón, debíamos comer y sería bueno tener un poco de compañía, para variar.
—Una cosa más y me quedaré mudo hasta terminar el café.
—¿Qué?
—Necesito tu número, no puedo ser un buen amigo y no saber como estas o si necesitas algo.
—Estoy bien y no necesito nada, no te preocupes.
—Seguiré hablando hasta que accedas, solo es tu número, no te pido que te cases conmigo.
No alejé la mirada de la taza en mis manos, las donas olvidadas sobre la pequeña mesita frente a nosotros, parecían tener más suerte que yo.
Si le daba mi número, él llamaría y escribiría diario, varias veces al día probablemente, pero solo eso lo calmaría.
Dejando la taza sobre la mesa, caminé hacía mi bolso y saqué el teléfono, para entregárselo.
—Ten, cópialo. —suspiré y tomé una de las masas chocolatosas entre mis dientes. Necesitaba azúcar, de lo contrario terminaría perdiendo el sentido.