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Lecciones de piano para dos

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Blurb

Calíope toca el piano desde que tiene memoria, escuchar a la profesora de música o a cualquier persona elogiando la elegancia en sus movimientos y el dulce sonido de las teclas mientras mantiene una ocupada agenda tratando de ser la chica perfecta a los ojos de sus padres era lo natural para ella.

Pero su vida como la acostumbraba da un vuelco cuando llega un profesor nuevo que altera completamente la rutina a la que estaba adaptada y deja una marca crítica en su orgullo al catalogarla como ''Aburrida''. Para colmo de males la emparejan con Ariel, el escuálido chico cuyos dedos tenían la misma coordinación y ritmo que un tronco seco que habia llegado de repente con un fuerte deseo por aprender y cuya melodía terminaría haciendo saltar su corazón.

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Introducción
— Plié... Relevé... Battement tendu... Ahora regresen a la primera posición . Calíope levantó la mirada por encima del piano, el tiempo seguía pasando y Belinda estaba concentrada con sus clases de Ballet. Le encantaba ver a la juventud inspirada pero tiempo era un factor que no tenía de sobra. Organizó el horario dentro de su cabeza, tocando la melodía simultáneamente. «Si me salto la hora de la comida y la sesión de autoestudio podré llegar temprano...» Pensó. — Muy bien, eso es todo por hoy. Recuerden continuar con los estiramientos. Callie, un trabajo excelente como siempre, gracias por deleitarnos con tu música. En ese momento dejó de tocar el piano. Desde que la anterior pianista ocupó su permiso por maternidad tres veces a la semana se encargaba de ayudar a Belinda en el conservatorio de Ballet tocando el piano durante las clases, tratándose de una relación ganar-ganar en la que ella tendría la práctica que necesita para sus recitales y Belinda obtendría una nueva pianista. Calíope recogió sus cosas, en eso una tierna niña se le acerca y llama su atención. — Oiga señorita ¿Para la próxima clase podría tocar algo menos aburrido? Aquellas palabras le cayeron como balde de agua fría. — ¿A-aburrido? — Balbuceó, atónita. En su vida jamás le habían dicho que su música era aburrida. — Connie, eso ha sido muy grosero con la señorita Calíope. La música de piano es un arte sutil que necesita ser comprendido, no todos pueden hacerlo, es por eso que la señorita es alguien muy especial. Ahora regresa a casa y espero que este incidente no se repita.— Belinda la corrigió — No te preocupes por lo que dijo, Callie. todavia son jovenes, no conocen sobre la verdadera música clásica. — Sí... Supongo que es eso así — Murmuró sin estar demasiado convencida. Recogió su mochila, de manera simultánea Belinda sirvió un par de tazas de té de jazmin, por excelencia eran buenas para relajar el alma, la mente y el cuerpo. Sin embargo se vio sorprendida al ver que Calíope no estaba dispuesta a tomar té con ella. — Lo siento, tal vez será la próxima. — Nena, nunca tienes tiempo para una taza de té conmigo. Calíope suspiró. — Ya sabes cómo son mis padres, me echarán de casa si llego tarde a mis clases de piano con la señora Robinson. Belinda la miró, no podía retener a la terca Calíope así que simplemente la dejó marchar sintiéndose mal por la niña sin tiempo libre para respirar. [.      .      .] Afuera parecía que el cielo y las nubes estaban cayendo en forma de gotas de lluvia. Calíope miró a través de la ventana una vez más, afuera habían personas tratando de resguardarse de la lluvia usando cualquier cosa que tuviesen a mano: Mochilas, sweateres e incluso cuadernos. «Es gracioso porque igual van a mojarse...» Pensó. — ¿Tiene todo listo para su clase de piano con la señora Robinson? — Prgeuntó Alex, el perro guardián asignado por sus padres para vigilar cada uno de sus movimientos. — Lo tengo. — Pasaré por usted exactamente a la hora de salida para llevarla a sus clases de teatro. Calíope asintió. — Alex — Lo llamó — Hoy es miércoles 18, hace tres meses agendé una cita para cenar esta noche con mis padres ¿Ya confirmaron su asistencia? La mueca de su asistente dejó mucho que desear. Calíope rodó los ojos — Siempre hablan sobre la importancia de cumplir las promesas que se hacen ¿Acaso no pueden cumplir la que le hicieron a su propia hija? — Sabe que son personas ocupadas, así es la vida de un adulto. — He conocido adultos cuyos hijos no tienen que agendar una cita para cenar con ellos con tres meses de anticipación para que al final decidan no asistir. — Dijo Calíope — Gracias por traerme, no era necesario que lo hicieras hasta la puerta de entrada. Habría podido continuar su camino en paz, sin embargo un incesante risita molesta continuó a sus espaldas, era chocante, tenía la burla hacia algo que no sabía como único objetivo. Enojada Calíope se voltea y lo ve. Alto, delgado y envuelto en una oscura sudadera con capucha. — ¿Qué es lo que te da tanta risa? ¿Hay algo que tengas que decirme? — Decide enfrentarlo directamente. Él parece retroceder, al momento en que levanta la cabeza Calíope puede observar la piel pálida de su rostro y las marcadas ojeras bajo aquellos vibrantes ojos que parecían ser capaces de escudriñarla, sintió miedo, por un momento creyó que se le había aparecido un fantasma. — Estaba cerca así que no pude evitar escucharte antes, solo me ha hecho gracia que alguien deba agendar una cita para cenar con sus padres ¿Qué son? ¿Un restaurante? — Dijo con burla. Calíope le dedicó una falsa sonrisa. — Omitiendo el hecho de que es muy irrespetuoso de tu parte escuchar las conversaciones de otros y luego señalarlas quiero hacerte saber que no debería importarte nada acerca de mi vida. Él pareció muy divertido con la respuesta que recibió. — Que amargada, con razón no tienes novio. — Tengo mejores cosas que hacer que desperidiciar mi tiempo en relaciones que no van a ningún lado, soy mucho mejor que eso. — Respondió ella — ¿En serio? ¿De qué clase de libro de autoayuda sacaste eso? Podía jurar que escuchaba el rechinar de sus dientes, Calíope se acomodó los libros entre brazos. — Tampoco tengo tiempo que perder con un vagabundo de tu categoría así que realmente agradecería que te fueras al diablo y no nos volviésemos a encontrar nunca. Adelantó sus pasos con la idea de dejarlo atrás, él miró el camino por donde la arrogante chica se habia marchado hecha una bola de enojo mientras volvía a reírse. Casualmente se dirigian por el mismo camino.

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