Finalmente Eric aceptó, pero se negó a ir en mi auto, así que tuvimos que ir en el suyo. Llegamos a una heladería que los niños eligieron, ya que tenía una enorme área de juegos. Tenían cerca de veinte sabores, los cuales Eric tuvo que mencionar al menos tres veces para que Ethan y Millie pudieran decidir, en especial esta última, quien aún no sabía leer del todo bien. —¡Fresa! —dijo Millie, quien estaba en brazos de su hermano. —¡Vainilla! —se unió Ethan. —Me hicieron repetir los sabores ¡tres veces! Para elegir lo mismo de siempre —les reclamó en juego y ambos rieron, al igual que la cajera, quien con una enorme y por supuesto estúpida sonrisa, no dejaba de mirar a Eric. —Chocolate —dije de mala gana, queriendo sacarle los ojos por mirona. Como era de esperarse, no me dejó pagar y

