Capítulo 5. ¿Tú hiciste eso?

2136 Words
Mi charla del día anterior con Kim me sirvió mucho para conocerla, llegué a comprender que era antisocial, no tenía ningún amigo y no le hablaba a nadie. Eso explicaba porque en su funeral solo había profesores de la escuela y familiares cercanos. Pero Kim era Kim, era extraña pero graciosa, molesta pero amable, y con mucha frecuencia me llamaba idiota o tonto. Me acostumbré al hecho de verla atravesando paredes. Me contó toda su vida escolar, los sueños que tenía para convertirse en astrónoma, y por consiguiente yo le conté la mía, pero omití el hecho de que aún no sabía que estudiar, era bastante patético confesarle que solo pensaba en el basquetbol.   Nuestras vidas, según ella, se cruzaron por primera vez en el primer grado, cuando yo le presté un lápiz.   Un lápiz, un simple lápiz fue suficiente para que ella se "enamorara" de mí, según su palabras.   "Derek, fuiste el primer chico amable que conocí, tú me diste tu lápiz y la profesora te regañó por eso. Ya que al quedarte sin lápiz ella pensó que habías olvidado llevar uno. No le dijiste que me habías dado tu lápiz a mí, yo que si había olvidado llevar el mío.  Fuiste tan amable y caballeroso conmigo, que ese día me enamoré."   La verdad yo no recordaba eso, así que fui al anuario escolar. Y ahí estaba, en la esquina superior izquierda, una Kim sonriente con coleta alta y overol de granjera. Durante los siguientes años Kim siguió siendo invisible para los demás, pero en cada foto ella aparecía y siempre en las esquinas. ¿Cómo era posible eso? Jamás la había visto, no tengo recuerdos de ella.   ― ¿Acaso me seguiste todo el tiempo?― Le pregunté. ― No, solo tuve la fortuna de ir a la misma escuela que tú, en el mismo grado y en el mismo salón. ― Pero no estabas conmigo en ninguna clase en el Instituto. ― Es porque ahí se acabó mi suerte del amor, fuiste arrebatado de mí.― Me confesó. Cuando dijo eso solté una carcajada. Lo dijo como si yo le hubiera pertenecido.   Sus comentario respecto a mí y su supuesto amor, me hacían sentir abrumado. Era linda, eso sí. Tenía la cara muy pequeña y su rostro era ligeramente ovalado. Sus pómulos no eran prominentes en absoluto pero cuando sonreía sus mejillas se inflaban como un sapo, sus ojos eran enormes y redondos, sus cejas largas y finas. Había uno rasgos en ella que no sabría identificar, creo que eran los rasgos de su madre, su madre, según tenía entendido era coreana. Pero... aun con todo eso, su insistencia en decir cada dos por tres que me amaba y que le gustaba hacían que su figura angelical se tornara en la de una psicópata.   Los siguientes dos días no pudimos encontrar ningún momento de hablar con su madre, estaba llena de trabajo, le llovían citas y citas en su clínica dental. De ese modo consideramos hacer una cita en mi nombre para ir a verla.   Y así sin más, el día de volver al instituto se llegó y yo solo me sentí más y más nervioso. No quería que la gente se me acercara a preguntar sobre el accidente y sobre Kim. Pero a ella eso no le preocupaba, iba y venía de mi casa a la suya, y en nuestro tercer día juntos aprendió a poder sentarse y recostarse sobre superficies planas, aun no podía tocar cosas, pero para ella todo eso era un gran avance.    El día Lunes llego, me levante temprano, era el día de volver al instituto. Me alisté como de costumbre y bajé para desayunar, no me sorprendió ver a Kim recorriendo la sala y mirando mis retratos familiares. Actúe como si nada, me senté y comencé a comer el cereal que había en mi tazón.   Kim se acercó y se sentó en la silla a mi lado.― ¡Buenos días!― dijo sonriendo. La miré un momento y negué con la cabeza.― Es cierto, no hablar en público... ¡Hola mamá de Derek!― gritó en dirección a mi madre. ― Por Dios, cállate...― dije en un tono muy muy bajito. ― ¿Dijiste algo cariño?― preguntó mi madre y moví la cabeza en señal de negación. Unos minutos más tarde mi pequeño hermano Isaac bajo las escaleras, luego se quedó quieto mirándome, no… Espera, no me miró a mí, miró Kim. ― ¿Quién es ella?― exigió saber. Me quedé perplejo, pero enseguida recordé que los niños ven fantasma. Kim se acercó a él y le dijo que era una amiga mía. ― Podemos ser amigos ¿si quieres?― Propuso Kim. ― Vale.― contestó Isaac y luego fue con mamá, quien afortunadamente no estuvo cerca para notar como su hijo menor se hacía amigo de una fantasma, claro que ella bien lo pudo haber interpretado como que su hijo hablaba con un amigo imaginario, Isaac estaba en esa tierna edad. Termine mi comida me despedí y salí rumbo al instituto, recorrí todo el camino acompañado de Kim, no hablamos, solo caminamos. Hasta que finalmente las puertas del instituto rojas y grandes se veían más que atemorizantes para mí. En la puerta estaban Darién, Tom y Alex. Se acercaron a mí con paso veloz y antes que dijera algo me asaltaron con preguntas. ― ¿Todo bien? ― Preguntó Alex con visible preocupación. ― ¿Qué se sintió ser salvado por una chica? ― Exclamó Tom ― ¿Te sientes culpable? ― Me cuestionó Alex con una mirada seria.   Respiré hondo y contesté cada una de sus preguntas. ― Si, todo bien, no sé exactamente lo que se sintió, y sí, me siento un poco culpable.   ― ¡¿Un poco!? Si por ti se murió Kayla.― gritó Tom mientras me agitaba los hombros con ambas manos. ― No era Kayla, era Kelly.― Intentó corregirlo Alex. ― ¡Estúpidos, me llamo Kim!― Bufó muy molesta mi acosadora fantasma. ― Se llamaba Kim― acertó Darién. ― Que bien, el si me agrada. Él lo dijo correctamente.― Agradeció la chica mientras señalaba a mi mejor amigo con un dedo. La escena fue tan graciosa que me reí. Me miraron como si estuviera loco. Pero yo les dije que no era nada. Y que no hablaran más del tema. Unos cuantos gañidos de Alex y Tom fueron su única señal de inconformidad, sin embargo accedieron.   ―Bien, vayamos a clases.― Dijo Tom y comenzamos a andar.   Darién me dio un ligero codazo para atraer mi atención. ― ¿Seguro que estas bien? ― Susurró para que solo yo pudiera escucharlo. Yo lo miré y supe que a él no podía mentirle.   ―Maldición.―Dije y baje la vista, en ese momento sentí todo cayéndome de golpe. La culpa me carcomía por dentro. Tristeza de solo ver a Kim ahí estancada en ese estado, frustración porque ella jamás podría vivir la vida que quería.―No.― Dije finalmente mientras cerraba los ojos.   Darién puso su mano en mi hombro y me dio unas palmaditas. ― Estoy aquí, amigo.― Asentí levemente y miré de soslayo a Kim. Su rostro reflejó la mayor de las tristezas, intenté decir algo más pero ella me dio la espalda y atravesó una pared con casilleros.   Ya en clases nos separamos, cada uno tenía horarios diferentes.   Caminaba por los pasillos y notaba las miradas de todos, algunas eran miradas de... ¿Lastima? Quizá algunos otros estaban deseosos de saber toda la noticia completa. Bola de entrometidos.     Unas chicas se me acercaron, eran tres y la más guapa del grupito habló. ― Derek, supimos que casi mueres, pero que una alumna del instituto te salvo. Qué alivio que no te pasó nada. Aunque es una lástima lo que le paso a ella.― A pesar de sus "amables" palabras, podía sentir su mirada lasciva y sus intenciones ocultas. ― Si, gracias.― Fue lo único que pude decir, mientras ella posaba su mano sobre mi brazo y la paseaba de arriba a abajo. ― ¡Aléjate de él, sucia mujer! ¡Es mío! ― La voz de Kim provino de algún lado y como por arte de magia el casillero que estaba detrás de la chica, se abrió y la golpeó con fuerza en la cabeza. Ella gimió y sus amigas se apresuraron a consolarla. Aproveché ese momento y salí del lugar. ― ¿Tú hiciste eso?― le pregunté a Kim. Ella siguió mis pasos y se colocó a mi lado. ― No...No lo sé, pero puede si haya sido yo.― Respondió nerviosa.     Me lo pensé un rato antes de preguntar, abrí la boca pero Kim me interrumpió. ― No te preocupes por mi Derek. No quiero que sientas culpa por mi muerte. Ya deberías saber que solo quiero que te arrepientas de una sola cosa.   No necesite más, ella sabía lo que quería decirle antes si quiera que yo lo dijera. Sus palabras me dieron alivio, pero solo sería por ese breve momento.   En el resto de las clases aún podía sentir como me miraban, hasta que algún profesor llamaba la atención al grupo y volvían a centrase en la pizarra. Kim se paseaba por las aulas, podía notar como se empezaba a desesperar. En el almuerzo más chicas se acercaron a mí, Kim se veía molesta cada vez que eso pasaba, pero lo del casillero o por lo menos algo similar, como bandejas de comidas flotando, no volvió a suceder.   En las últimas clases Kim se me acercó y dijo que estaba aburrida y que se iba. Yo asentí con la cabeza muy levemente para que solo ella lo pudiera notar. Después de clases fui a comer al restaurante de los padres de Darién. ― Amigo, estas portándote medio extraño durante las clases.―Me dijo Darién. ― No es nada, solo estoy algo estresado por toda la atención innecesaria. ― Sabes que lo que me digas no se lo diré ni a Tom ni Alex. ― Lo sé, pero de verdad solo es eso.― Confiaba en él, pero no podía decirle "hey, Kim volvió de la muerte y ahora me acosa como fantasma, y además me hizo ayudarla a salvar a su familia." Era estúpido y no lo creería. O ¿Si?   Cuando llegue a casa, mamá estaba practicando las lecciones de piano de Isaac, él era muy bueno. A decir verdad, él era talentoso en muchas cosas que para mí eran como respirar en el agua, es decir, imposibles. Subí y me topé a Kim mirando fijamente la lámpara de mi buró.   ― ¿Qué haces?― le pregunte. ― ¡Shhh!― Me calló y siguió mirándola, así que me senté a su lado y esperé a que hablara. Pero para mi sorpresa la lámpara se encendió sola y luego se apagó. ― ¡¿Viste eso!? ¡¿Lo viste!?― Sonrió tan emocionada como una niña pequeña. ― Woo...Ahora me dirás que tienes poderes fantasmales. ― ¡Así es! Solo debo practicar más, pero bueno, solo quería mostrarte esto, ya me debo ir. Iré con mi familia. Nos vemos Derek.―Me lanzó una amable sonrisa y se fue.   Ni siquiera me dejo responder, llevaba prisa. Solo esperó a que yo llegara para mostrarme su truquito de magia y se fue. Como se atrevía a dejarme así como así. Tenía tantas ganas de hablar con ella sobre el día tan estresante de hoy. Como sea, no le tomé más importancia. Encendí el ordenador y busqué universidades de todo el país, algunas llamaban mi atención, pero siempre había algo que me hacía descartarlas. Kim, no volvió a aparecer en toda la noche. Pero a la mañana siguiente se presentó muy agitada en mi habitación. ― ¡Derek, mi madre tuvo una crisis.― Lucia muy nerviosa y eso me afecto, no me gustaba verla así. ― Cálmate, dime que pasa. ― Mi madre, ella... Ella esta...― Las lágrimas se escaparon de sus ojos, se tapó el rostro y se dejó caer en el piso. Me incliné y traté de tocarla, pero me di cuenta que era inútil, ella no podría sentirme y yo tampoco a ella. ¡Maldita sea! ―Kim, tranquila por favor, no llores. Mírame.― levanto la mirada y sus ojos se clavaron en los míos. No sé qué sentí en ese momento, pero algo se agitó dentro de mí. ― Vamos a decirles todo, diles que puedes verme. ―Pero eso... No me creerán. ― Te creerán.―Se vio tan segura cuando lo dijo. ― ¿Que te hace creer eso? ― Porque la gente debe creer en lo que es verdad. Y esto es verdad.   
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