CAPÍTULO 2

2485 Words
POV SETH.  Conduzco por las calles de Chicago, la llamada ciudad del viento. Las mismas que he recorrido toda mi vida. La cual no me canso de admirar. Entro al suburbio de Oak Book, y las sirenas de una patrulla me indican que debo detenerme. Al parecer, rebase él imite de velocidad. De nuevo. Sin problemas, estaciono a un lado de la carretera y veo al oficial bajar de la patrulla. Con diversión, le veo avanzar hasta mí. Bajo la ventanilla de mi coche y lo miro. —¿Algún problema oficial? —¿Sabe que iba por encima del límite permitido? —Por supuesto—acaricio el volante de mi Aston Martin Vantage—Esta belleza solo puede conducirse sin miedo a romper el límite de velocidad. Sus labios son una línea fina. —Sus documentos, por favor. —Un segundo. Esto será divertido Abro la guantera y se los tiendo. Cuando mira la identificación, levanta la mirada un par de veces y veo el momento exacto que se da cuenta de quién soy. —Debes ser nuevo—digo—Todas las patrullas en esta ciudad, saben a quién pertenece este auto—lo miro directamente—El sargento, es el primero. Se remueve. —Lo siento, señor Abbenante. No sabía que era usted. —Lo supuse—digo en tono bajo. —Puede seguir su camino. Me entrega los documentos. —Hasta luego, oficial —intento no reírme, pero su gesto no me ayuda. El sargento de la policía es un simple panfleto. Los policías de la ciudad están bajo la ley de lo Abbenante. Nosotros somos la ley. Sigo mi camino hasta llegar al vecindario de Tuscon Woods. Lugar que ha sido de la familia desde que la segunda guerra mundial termino. Entro a la propiedad franqueada por un sendero de árboles. Cuando estaciono me doy cuenta de que soy el único que faltaba por llegar. Me bajo, tomo mi chaqueta y me la pongo al tiempo que avanzo a la entrada. Al llegar a la puerta. Esta se abre y Mari, el ama de llaves aparece. —Mari, cada día estás más hermosa— cuchicheo inclinándome y dejando un sonoro beso en su mejilla. La mujer me vio crecer. —Llegas tarde. —Mi tío sabía que iba a llegar tarde—susurro. Ella sacude la cabeza con una sonrisa. —¡Seth! —escucho que me llaman. Le guiño a Mari y avanzo por el vestíbulo para encontrarme con Adrienne Abbenante. Mi progenitora. Ella, abre los abrazos y le correspondo el abrazo. —Me tienes abandonada—me recrimina—Si no es porque Lucas convoco una reunión familiar, no vienes a verme. —Madre—murmuro rodando los ojos. Mi mamá, es la hermana menor del clan Abbenante. Pero tiene el mismo carácter de sus hermanos, que no la hacen dócil. Los enfrentamientos entre hermanos son para verlos con palomitas de maíz. Sin embargo, hay una línea de respeto hacia la cabeza de la familia. Me alejo de esta, que me regala una sonrisa y posa sus manos en mi rostro. Sus ojos oscuros me estudian con atención. —Estoy muy orgullosa de lo que estás haciendo por la familia. Ya sabes… —La familia lo es todo, con ella hasta la muerte—repito la frase que nos han repetido desde que éramos conscientes. —Eso es todo—susurra. Mi madre y el tío Lucas han sido mi ejemplo a seguir. Hoy en día, soy la mano derecha de este último. Todos saben quién es la próxima cabeza de esta familia. Eso, me lo he ganado con mi propio esfuerzo. No conocí a mi padre. Al parecer, mamá no tenía nada serio con el donador de esperma. ¿La verdad? Es que tampoco me interesa. No me ha hecho falta. Mi madre rodea mi cintura con su brazo. Yo, poso el mío en su hombro mientras avanzamos hasta el salón, donde la familia está reunida. Exceptuando el tío Lucas. —Buenas noches—saludo. —Llegas tarde. Ladeo la cabeza y miro a la persona que lo ha dicho. —También me da gusto verte, tío Uriel. Este me mira con aversión. —Deja en paz a mi hijo—sisea mi madre. —Hermanita—replica este con una falsa sonrisa—Dejas de mimar tanto a tu hijo—niega y mira a su esposa, Gloria. Que está sentada a su lado— ¿No es eso lo que hace? La mujer no es santa de mi devoción. Es una arpía que se abre de piernas a cualquiera que le apetezca, el tío cree que tiene una santa como mujer. Pero, yo sé de qué está hecha. —Cuñada. Opino que es injusto que esperemos por él cuando la familia llama. —No te equivoques, cuñada —el tono de mamá es letal—Mi hijo, si es familia. Tú, sobras. —Tú, ¿no? —ataca la otra. Mamá le da una sonrisa de superioridad. —Yo soy una Abbenante. En cambio, tú. Eres la mujer que mi hermano tuvo la idiotez de recoger. —Tía —me doy la vuelta y levanto mi dedo, para hacer callar a mi primo. Cuando las mujeres se riñen, no me meto. Así que ellos no deberían hacerlo por su madre. —Salvador, ¿no sabía que tu madre necesitaba defensor? Una sonrisa torcida brota de sus labios e intercambia una mirada con su hermano, León. Me mira de nuevo. —Si lo tiene, no es asunto tuyo—se pone de pie. Me alejo de mi madre y me detengo en frente. —Siéntate. —¿En serio? —Si —me cierno sobre él—Te hablo como alguien que tiene más rango que tu dentro de la organización, no como tu primo—digo la palabra clave. La palabra que les purga. Siempre me ha quedado claro que, al tío Uriel y sus hijos le molesta mi posición dentro de la familia y organización. Ellos quieren mi cabeza y sé que en la menor oportunidad me la arrancarían, solo que tengo ojos en la espada y primero me los llevo a ellos. —No eres el jefe de esta familia—sisea sus ojos claros me atraviesan. Pero, me importa una mierda. —Sí, lo soy. ¿Acaso se te olvido el rol de cada uno aquí? Este se inclina antes de susurrar. —Un día, primito. Un día, te vas a arrepentir. Sonrío con chulería. —No lo creo. No soy uno de tus mercenarios a los que intimidas—lo barro con diversión antes de tomarlo de la americana. —Seth. —Salvador. Escuchamos a mi madre y al tío Uriel decir. —Sabes, ¿Por qué no lo creo? —digo ignorándolos—No tienes las bolas. Además, tu manicura perfecta y traje a medida, se estropearían—lo suelto con un empujo. Salvador se lanza hacia adelante. Pero, su hermano León le detiene al tiempo que escuchamos pasos. —Ya estamos todos—la voz del tío Lucas. Cabeza de la familia, se hace presente. Salvador está que mata y como del muerto. Le doy una sonrisa cabrona. Me doy la vuelta y enfrento a mi tío. Es un hombre de mediana edad, tiene un aspecto formidable y sus ojos perspicaces no dejan pasar nada. Es el encargado de mantener el orden, el honor de la familia y quien se hace responsable de cualquier error que cometa algún miembro de la misma. De hecho, cada uno tiene un rol. Al lado de la cabeza de la familia. Está el tío Uriel, que tiene el rol de Consigliere. No es más que la cara diplomática de la organización. Es el abogado de la familia, se encarga de todos los asuntos que arreglar con la ley. Y asesora legalmente a mi tío. Luego, estoy yo. Algo que le cabrea a Uriel. Para él, el subjefe de la familia debería ser alguno de sus hijos. Soy la mano derecha del tío Lucas. Mi trabajo es mantener orden militar dentro de la organización, planear los movimientos de las entregas y recepción, pasar desapercibidos ante la ley, chantajear, matar si es necesario. Por debajo de mí, están León y Salvador. Ellos dirigen grupos de matones bajo las órdenes del tío Lucas y las mías. Mis primos errantes obedecen nuestras órdenes y a su vez, ordenan a sus reclutas. Eso es lo que les provoca ese odio. Se supone que mi puesto es para el sucesor de la familia. Creen que yo tomare el puesto de mi tío cuando sea el momento. Y, no están errados en su teoría. —¿Por qué todos están tan tensos? —cuestiona el tío. —Ya sabes, cosas de muchachos—interviene la esposa de Uriel. —Querida. No son unos muchachos, son unos hombres hechos y derechos—las palabras salen de los labios de Melissa. La esposa de mi tío Lucas, la mujer es hermosa. Su cabello pelirrojo siempre llamó mi atención desde que era un crío. —Bueno, Melissa—replica, Gloria—Mis hijos siempre serán mis pequeños. Así como lo es para ti, Paulita—su tono dulzón no engaña a nadie. —Paula—dice la aludida, haciéndose presente—Mi nombre es, Paula—ella desvía la mirada para brindarme una sonrisa. —Es bueno tenerte en casa—me acero hasta ella y dejo un beso en su mejilla. Paula es la única hija de mi tío Lucas y Melissa. Paso mi mano por su rubio cabello y esta, se aleja, no sin antes darme un manotazo por mi osadía. Somos como hermanos. Nos hemos criado juntos en esta casa. Mira detrás de mí, a donde están Salvador y León. —¿Qué tal El gordo y el flaco? —se mofa haciéndome reír. —Si los niños han dejado de jugar, les pido que se sienten. —Por supuesto, papi—habla en tono dulce Paula. La única mujer que tiene poder sobre el Boss es su hija. Algo, que ella sabe y aprovecha muy bien. Me siento junto a mi madre en un sofá de dos plazas. —Bueno. Les mandé a llamar porque tenemos dos asuntos que tratar. Seré rápido—comienza —Primero—nos mira de soslayo a mis primos y a mí— Pueden decirme, ¿Por qué carajos, en el club han desaparecido las tres últimas mujeres que Susan ha contratado? León, salvador y yo intercambiamos una mirada. Tampoco sé que carajos pasa. Lo preocupante, no es que se vayan. Si no que desaparecen sin dejar rastros. —Ya estoy en eso, tío—digo—He puesto varios ojos en el lugar y yo mismo, daré con la persona responsable de esas desapariciones. —Debes ser rápido—Uriel interviene—Lo último que queremos es, a madres histéricas llamando la atención por la desaparición de sus hijas—chasquea los labios—Facilítame el trabajo, muchacho. Aprieto las manos en puño ante el tono petulante de este. —Necesito que lo resuelva a la brevedad—su tono es reflexivo—Sobre todo, ya que he recibido una llamada del partido republicano y quieren que participe en las primarias que están por venir. Uriel se ríe. —Te imaginas que mi hermano. El jefe de una organización criminal de generaciones sea electo como gobernador. —Ya tenemos la policía bajo nuestro mando. ¿Qué importa un poco más de poder? —digo —Exacto—sonríe el tío—Vez, muchacho. Pensamos igual. León resopla bajo. —El fin de semana que está por venir, haré una pequeña recepción al aire libre. —Ya comencé a organizar todo con Paula— replica su esposa, Melissa. —Necesito que estén bajo perfil—mira directamente a Salvador. Salvador tiene la reputación de hacer fiestas en su departamento que terminan en orgías. La cosa se sale de control rápidamente. —Así será, tío—responde en tono tenso. —Si no hay más nada de qué hablar. Yo me retiro—se pone de pie Uriel. —Eso es todo—me mira—Vamos a mi oficina. Me pongo de pie y lo sigo en silencio. Atravesamos las puertas francesas de su oficina y toma asiento detrás de su escritorio de roble. Me quedo de pie frente a él. —Necesito que recojas información del ruso. —¿Volkov? —inquiero. —Así es, Damián Volkov ha tomado el puesto de su padre en Los ángeles. —Puedo preguntar, ¿Por qué? Me mira un momento en silencio. Pienso que no me dirá nada, pero suspira y pasa sus manos por el rostro. —Está interesado en una alianza. —¿Alianza? —frunzo el ceño. —Quiere tener mi respaldo y la verdad, es que su respaldo sería muy beneficioso. —¿Qué podríamos darle para sellar esa alianza? —inquiero confundido. Mi tío arquea las cejas y entiendo. —¿De verdad? —cuestiono. —Seth. Su tono es de advertencia, pero no me amilano. —No vas a entregarle a Paula como moneda de cambio. —Es mi hija—gruñe. —Y la quieres en manos de ese hombre. —¿Estás cuestionándome? —No, pero es Paula—señalo afuera. —Será bueno para todos—se pone de pie—Además, de que estaría protegida siempre. —O en manos del mismísimo diablo—gruño. Me atraviesa con la mirada. —Vas a hacer lo que te digo y punto. Asiento de mala gana antes de darme media vuelta. —Seth Me detengo en seco cuando dice mi nombre. Me doy vuelta. Este, arquea la ceja y me da una mirada brillante. Me muerdo la lengua antes de hablar. —¿Puedo retirarme, tío? Él suspira. —La familia lo es todo Seth. Conozco a mi hija y no es una débil mujer. Confía en mí cuando digo que sabrá hacerse un lugar entre los Volkov. —Si le toca un solo cabello, sabrá lo que es meterse con un Abbenante—susurro. —No espero menos de ti—hace un gesto hacia la puerta—Puedes retarte. Lo hago. —¿Te vas? —mi madre me intercepta a medio camino, al tiempo que mi móvil vibra dentro de mi chaqueta. —Debo ir a reunirme con Hunter y David —ella asiente. Son mis hombres de confianza y amigos desde la secundaria. —Ven pronto a verme. —Eso haré—digo en tono ausente antes de salir pitando de la casa. Me detengo frete al auto y saco mi móvil. Es Hunter. «Estoy en club con David.» Tipeo rápido una respuesta. «Voy en camino.» Le doy enviar antes de subir a mi coche, lo enciendo y salgo del lugar.
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