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1254 Words
—¡Él solo me estaba defendiendo! —exclamó Inés en cuanto llegaron a la casa. Martina estuvo insultando durante todo el camino en italiano, el taxista no paraba de mirarla por el retrovisor e Inés intentaba calmarla, aunque era imposible. La modelo se sacó sus tacones y los hizo volar hasta la otra punta de la habitación. —¡Arruinó la noche! Iba a ser un lindo desfile y lo cancelaron por su culpa —contestó poniendo los ojos en blanco. —¡Ese tipo me estaba tocando el culo! Obvio que Javier iba a defenderme —gritó la menor. —¿Qué pasa? —interrogó Nina entrando a la habitación de su hijo al escuchar la pelea de las dos mujeres. Martina puso sus brazos en jarra e Inés suspiró. —Un tipo me tocó en la fiesta, Javier se enojó y se le tiró encima. Se pelearon a golpes y terminaron cancelando todo porque se armó una batalla campal. Nina bufó y se acercó a su hija para darle un breve abrazo. —¿Estás bien? —le preguntó tomando su rostro entre sus manos. —Sí, ma, estoy bien. Solo fue un susto. —Martina, ¿vos estás bien? —Bien, pero enojada, arruinaron el desfile. —Chasqueó la lengua—. En fin, ahora solo quiero dormir. Javier entró a su hogar, solo. Había dejado a su amigo en su departamento hacía unos minutos. Se fue sacando la ropa de a poco y se dirigió a la cocina para agarrar un poco de hielo. Le dolía la ceja y al verse al espejo se dio cuenta de que tenía un corte, producto de la pelea. —Ese estúpido de Federico, se va a arrepentir de haber tocado a mi hermana —murmuró con pesadez. De todos modos, debía prepararse para dar un discurso en los medios. Iban a tildarlo de borracho, de drogadicto, de busca pleitos y vaya a saber qué cosas más, así que debía pensar muy bien cómo defender su nombre y el de la empresa. Tenía su ojo hinchado y tomó una pastilla para reducir la inflamación antes de acostarse. Estaba seguro de que su enemigo estaba peor porque recibió sus golpes cargados de furia, pero no podía borrar de sus pensamientos esa sonrisa ensangrentada que le había dedicado. Le agarró un escalofríos y arrugó la nariz. ¿Cómo podía ser tan cínico ese hombre? Al cerrar los ojos, no pudo evitar recordar a la modelo. ¿Qué le había pasado por su cabeza? Esa manera en la que lo abofeteó como si él tuviera la culpa lo había excitado, pero en cuanto pasó esa emoción, lo llenó de enojo. ¿Por qué ni siquiera lo dejó dar una explicación? Creía que esa chica estaba un poco mal de la cabeza, ¡ni siquiera lo conocía y lo juzgaba! —Claro, seguro que Federico le gustó y por eso prefirió defenderlo a él —murmuró para sí mismo con tono amargado. Al otro día, cuando despertó y vio que su celular estallaba, soltó un insulto por lo bajo. El video de anoche ya había visto la luz, tenía mensajes de sus padres, de su hermana, de su amigo, de periodistas y varios medios. También tenía mensajes de desconocidos insultándolo y muchos otros del lado de él. La verdad es que era un desastre y no tenía ganas de ir a la empresa, pero debía hacerle frente a la situación. Además, él tenía las pruebas restantes, tenía el video de Federico tocando sin consentimiento a su hermana. Se dio un baño y exhaló por la nariz al ver que tenía el ojo aun más inflamado y morado que anoche. Era obvio que había tenido una pelea, no había manera de disimular eso. Se puso su mejor traje e intentó fingir una sonrisa mirándose al espejo. Estaba acostumbrado a que los periodistas lo siguieran, a dar entrevistas y discursos, pero siempre fueron cosas buenas. Esta vez era hora de defenderse y de decir la verdad, aunque no estaba seguro de si iban a creerle. En el mensaje de su padre, le estaba ofreciendo un guardaespaldas, algo que Javier rechazó rotundamente. No le gustaba la seguridad, tener a un tipo pegado en su cuello las veinticuatro horas del día no le gustaba para nada, y si bien Esteban insistió bastante, siguió diciendo que no. Él podía solo. Llegó a la empresa y entró a toda velocidad. Los flashes de las cámaras y los gritos de la prensa se hicieron notar en cuanto lo vieron, pero rápidamente fueron acallados en cuanto se cerraron los cristales de la puerta tras él. —¡Perdón, hermano! Es todo mi culpa —expresó Inés en cuanto lo vio—. No debería haber ido a la fiesta. Javier le sonrió y le dio un beso en la frente. —No te preocupes, Ini, va a estar todo bien —replicó él tratando de sonar firme. Ella asintió y lo abrazó—. La conferencia de prensa está programada para dentro de diez minutos, solo debo decir la verdad. Ese tipo te estaba tocando. Subieron al ascensor. Esa vez no tenía ganas de hacer ejercicio. —Sí, y si es posible voy a salir y decir mi versión… —No —la interrumpió—. No des la cara, conozco a Federico y sé de lo que es capaz. Dejame a mí, solo eso. Sus padres entraron a la oficina y también le transmitieron su apoyo dándole un cálido abrazo. —¿Estás preparado? —le preguntó Nina. Él suspiro y se encogió de hombros. —No, pero tengo que hacerlo. Me están crucificando en las redes y no tengo culpa de nada, solo estaba defendiendo a mi hermana —respondió. Su familia le dio varios consejos para verse tranquilo y salió a hablar con los periodistas. Era la hora y debía decir la verdad. Además, también quería ser sincero con Martina y devolverle su bofetada con palabras. Seguía enojado con ella por no haberlo escuchado, así que se enfocó en eso. Al terminar su versión de la historia frente a las cámaras, hizo un gesto para que se enciende el proyector y la pared blanca detrás de él se iluminó, mostrando las imágenes de Federico en primer plano tocando a Inés. Apretó su mandíbula e inspiró con fuerza para contener su furia. Cuando terminó el video, subió nuevamente al estrado y esbozó una pequeña sonrisa. —¿Lo ven? —interrogó—. El señor Federico solo está dando la versión que lo beneficia a él, probablemente quiere extorsionarme a mí o a mi familia… Martina apagó el televisor, avergonzada. Anoche le había dado una cachetada que le había dejado la palma ardiendo y ahora conocía la verdad de las cosas. ¿Por qué tenía que ser tan impulsiva? Ahora iba a tener que pedirle perdón, y era tan orgullosa que no se iba a animar a decírselo de frente, así como le pasó cuando lo quemó con el café. Negó con la cabeza. No, no iba a pedirle perdón. Aunque haya sido por una buena causa, igual arruinó su fiesta. De todos modos, al saber que se había peleado porque defendió a su hermana y no porque era un imbécil, le pareció un poco más tierno. Un cosquilleo recorrió su cuerpo al recordar cómo la había acorralado anoche. Era un estúpido, agarrarla de ese modo para pedirle explicaciones de porqué Inés salía a divertirse… Pero debía admitirlo, era un estúpido muy lindo.
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