Después de un largo día, Javier volvió a su casa acompañado de Salvador, que dormía acurrucado en el asiento de al lado. No daba más del sueño y sentía que la cabeza estaba a punto de estallarle, aunque eso también se lo atribuía a Martina. Sus fideos habían estado muy ricos, debía ser sincero, pero el almuerzo se le había pasado muy lento entre miradas que iban y venían, quizás hasta estaba ojeado. Inés no había dejado de decirle cosas extrañas, como hablar del amor en medio del almuerzo, una charla bastante incómoda. Llegó a su casa, le sirvió la comida y un poco de leche a su gato y subió hasta el baño para darse una ducha. Necesitaba calmar un poco las hormonas revueltas que esa mujer había provocado, pero no funcionó la ducha fría ni tampoco el descargo manual que había hecho pens