Martina despertó y encontró el otro lado de la cama frío y vacío.
No quería sentirse mal, sabía que Javier era un hombre que cambiaba de mujer como de calzones, y si bien a ella le daba igual tener una noche solo de sexo, le había parecido que tenían una conexión especial.
—Ilusa —murmuró para sí misma mientras se vestía.
Soltó un bostezo y se incorporó con lentitud. Sentía que las piernas le temblaban y no puedo evitar sonreír. Debía admitir que hacía mucho que no la satisfacían de tal manera y aunque Javier era una idiota, lo hacía muy bien.
Salió a la sala y se encontró con Inés y la mesa de cocina llena de papeles y apuntes. La pobre no daba abasto con tanto estudio, hasta ojeras tenía.
—Ah, la bella durmiente —comentó la chica con diversión al verla, y al ver que la rubia hi
