#PRÓLOGO.

445 Words
Prólogo. Cuando nos graduamos de la universidad y sabemos que el día de mañana tendremos que buscar un trabajo, siempre soñamos con tener un buen jefe o en otro caso tener buenos empleados. Bueno, ese no es mi caso. Soy la abogada del Sr. Vahamonde, un hombre que es impredecible, nunca sabes cuándo se meterá en un problema, una pelea o lo que sea y ¿Qué tengo que hacer yo?, pues sacarlo de todo lío. Mi nombre es Lara, Lara Bell y soy una buena abogada a mi consideración y no, esta no es otra historia donde la empleada se enfrenta a su guapísimo jefe y cree odiarlo, pero secretamente lo ama. No, esta es la vida real. Esta es mi vida, y no odio a mi jefe, ni mucho menos lo amo. Solo no nos llevamos de maravilla, a veces pienso que debería ser más amable. Pero él es una persona que no cambiaría, aunque con sus hijas es un buen padre. Dice la leyenda y con eso me refiero a los ingenieros y trabajadores de la constructora, que él Sr Vahamonde antes, mucho antes él era un hombre muy amable y considerado hasta que su esposa, bueno ella le fue infiel con su mejor amigo. ¿Predecible?, el amigo se hacía pasar por gay, eran casi hermanos. Triste, lo sé. Vahamonde después de eso comenzó a ser más irresponsable, a meterse en líos y casi pierde la constructora hasta que su heroína o sea yo, ¿lo rescate? ¿Lo salvé? Yo le di mi ayuda, el me contrató y aunque no es un grandísimo jefe la paga es G E N I A L. – ¡Lara!, necesito la orden del cliente inmediatamente, deja de estar alucinando con tus inexistentes vacaciones. — Y ahí lo tienen, mi jefe tan amable como siempre. Camina hacia la cafetería y cierra la puerta detrás de él. Me levanto de mi asiento, tomo la carpeta con los documentos y me dirijo hacia la oficina del Sr malhumorado. Creo que tiene un trastorno que lo hace ser grosero con quien se le cruce, es un maldito imbécil a veces. Es extremadamente raro que sea cortes con alguien. Abro la puerta de su oficina y dejo en perfecto orden la carpeta después de revisar que todo esté ahí adentro. Arreglo un poco mi blusa y tomo el pomo de la puerta cuando iba abrirla, esta me da bruscamente en la nariz tirándome contra el piso. – ¡Maldición!— me quejo frotando mi nariz.— mi jefe se puso de cuclillas mirándome seriamente, bufé – Lo siento.— le dije, me levante y salí de la oficina. Ni una disculpa recibí, caminaba hacia el baño refunfuñando. Mi jefe es un maldito imbécil, de eso estoy muy muy segura.      
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