Cap #2 La Muerte te Espera.

2659 Words
No sabía cómo había llegado a mi habitación, suponía que era obra de Bael, o tal vez que lo que se suponía que viví tan solo fue un amargo sueño, me levanté de la cama por un vaso de agua, pero el peso de un collar en mi cuello con un talismán me hizo reaccionar de inmediato, tan pronto lo toque dos mujeres se hicieron presente en mi habitación, salte del susto pegue un grito que ahogue inmediatamente con mi mano, ya que al aparecer estas mujeres di un par de pasos atrás y varios de mis lápices que usaba para dibujar cayeron al suelo y traspasaron las figuras de estas tres mujeres. — No temas, niña. Solo venimos a advertirte. — dijo la mujer más anciana. — Tu madre está ansiosa por conocerte... — prosiguió la otra. — Mis padres murieron. — susurré, sin saber si se trataba de mis supuestos padres mortales que murieron en un accidente automovilístico o de aquel angel y aquel demonio de mi sueño. — No, niña. La única capaz de poder darle vida a un milagro, robándole la vida a otros... — susurro la otra, mire a la más anciana, iba en medio y sostenía una vela en sus manos que alumbraba tenuemente la habitación. — Algunos la llaman parca, otros solo le dicen muerte, y al pasar el tiempo, solo se ha visto frustrada y renegando de el don que le tocó, quitar la vida en lugar de darla, llevarse a aquellas almas en su última caminata, tu creadora... — No se de que están hablando. ¿Quiénes son? ¿Cómo es qué lograron entrar aquí? — pregunté alterada sosteniendo el collar con el talismán en mi mano derecha. — Son muchas preguntas, niña. Pero fuiste tú quien nos llamó. — respondió la de mediana edad mirando el talismán fijamente. — Las tres somos una... Pero no es por lo que nos llamaste, ¿O sí? — preguntó la más joven de las tres. — Lo que tu corazón realmente desea saber. — susurro la de mediana edad. — Es cierto, Lucifer esta perdidamente enamorado de ti. Especialmente de tu poder. — dijo la anciana. — Fuiste una burla para Dios y aunque la muerte te creo, fue el mismísimo Lucifer quien más lo disfruto. — respondió la más joven con una sonrisa torcida. — ¿Lucifer? — pregunté desorientada. Porqué disfrutaría de mi nacimiento. — Oh, dulce niña. También lo amas... — susurro la anciana mientras se acercaba a mí. — es una pena, se acabaron tus preguntas. — dijo al tiempo que se desvanecía junto con las otras. — ¿Qué fue eso? ¡¿Y qué carajos es esto? — me quite el collar, pero una punzada en mi cabeza apareció tan pronto lo hice, la imagen del hombre que había estado en mis sueños apareció delante de mí. — Debes ponerte el collar, solo así, mi padre no te encontrará, si te lo quitas, mañana por la mañana ya estarás muerta... — suspiro dramáticamente. — no quiero verte muerta, estoy deseoso por saber que puedes hacer... Eres la hija de uno de mis demonios más poderosos... — se acercó a mí y tomo el collar de mi mano para luego ponerlo alrededor de mi cuello. — él solía ser un ángel, pero después de la rebelión, sus recuerdos fueron borrados, al menos los que tenía de ser un celestial, aunque sabía que había sido un ángel... En el infierno fornico con las demonias más deseadas, aún así, nadie logró enamorarlo como lo hizo tu madre... Jamás lo habría imaginado de ella, una de las favoritas de papá, es por eso que está tan enojado, pero yo no permitiré que te haga daño. — levantó mi mentón con su dedo índice obligándome a ver sus ojos color ámbar, y dejó un casto beso en mis labios, no era la primera vez que lo besaba, en mis sueños lo había hecho varias veces, pero ahora, se sentía demasiado real, ya no estaba soñando. — debo irme. — susurro alejándose un poco de mí, lo mire perdida en su mirada. — ¿Tú me diste esto? No te vayas, tenemos mucho de que hablar, necesito aclarar todas estas dudas. — él sonrió dulcemente y acarició mi mejilla brevemente. — Te lo puse cuando dormías, después de que Bael te dejará aquí, supe que Cassiel vino por ti, y no le permitiré que te toque, y sobre tus dudas, creo que ya sabes todo lo que tienes que saber, sino, recuerda tus sueños, es allí donde más nos vemos. — dijo con una enrome sonrisa. Algo de picardía había en ella. Sabía a qué se refería, muchas veces en mis sueños le pedí que me hiciera suya, la verdad es que pensaba que era solo un sueño, pero estar a su lado era sentir una mezcla de deseo y desesperación, quería que me besara, que me tocará y me proclamará como suya, porque sabía que estaba soñando, pero él siempre se negó, me preguntaba porque si era mi sueño, no podía controlar sus actitudes, así que simplemente me resigne, pero ahora lo entendía, y la vergüenza en mi rostro denotaba que sabía a qué se refería él, más que eso, ya antes me había dicho en mis sueños lo importante que yo era para él, pero nunca el porque, siempre me reconfortó, al no tener a nadie no me importaba porque lo tenía a él, era mejor que cualquier chico real. — Sobre mi sueños... — dije haciendo énfasis en esa última palabra. Él me miró atentamente. — ¿No eran sueños? — pregunté dubitativa. Él sonrió y desvío la mirada. — Puede ser que no. — dijo sin poder contener una sonrisa, ella agarro su rostro haciendo que me mirará, el rey del infierno clavo sus ojos rojos en los míos, ya los había visto antes, pero no entendía porque cambiaban de color. — ¿Por qué tus ojos cambian de color? — pregunté con curiosidad. Él volvió a sonreír, pero esta vez con una pizca de picardía. — ¿De verdad quieres saber? — respondió a mi intriga con una pregunta más. Asentí, embobada en sus bonitos ojos. — Pasa cuando algo me excita, no necesariamente tiene que ser sexual, solo debe ser emocionante. — susurro tan cerca de mis labios que jure que me besaría. Posó su frente en la mía y subió su mano, poniendo su indice en mis labios en una señal de silencio. — ahora, guarda el secreto, nadie sabe lo que le pasa a mis ojos, a excepción de ti. — dijo con voz ronca, el sonido de su voz era incluso mucho más hermoso que cualquier sonata que haya escuchado antes. Se alejo de mí repentinamente. — ¿Te vas? — pregunté en un susurro audible. Él se giró hacía mí y asintió con un gesto serio. — Ella vendrá hoy, la verás a los pies de la cama de tu padre... Pero no temas, ella no viene por ti. — volvió a girarse, dándome la espalda. — también debes recordar que no siempre lo que dicen las Moiras sale tal cuál lo predicen, menos cuando se trata de mí. — y antes de que pudiera preguntar de que hablaba y a que se refería con todas esas advertencias inconclusas, desapareció de mi habitación. Tome el talismán en mis manos, nerviosa — ¿Ella? ¿De quién hablaba? ¿Por qué una persona estaría a los pies de la cama de mi padre? — me pregunte sin entender las palabras de Lucifer. Volví a la cama con un pesar en el pecho, no había dicho cuando lo volvería a ver, tampoco me explicó que quería ese Cassiel conmigo, aunque básicamente me dio a entender que era el mensajero de Dios, quien me llevaría a la horca por un bien mayor, no había tardado mucho tiempo en acostarme cuando escuché los gritos de mi madre en la habitación subyacente, mi padre sufría del corazón así que le costaba subir escaleras, por eso dormían en el primer piso, me levanté con rapidez, me puse una bata y mis pantuflas, corrí rápidamente escaleras abajo, tenía suerte de no haberme tropezado con mis propios paso y haberme ido de bruces. Mi madre gritaba fuertemente desde la habitación, había despertado a la empleada que esperaba en la puerta. — ¡¿Qué pasa?! — pregunte alarmada. — Señorita, su padre está muy mal, dice que no puede respirar y... Antes de que pudiera continuar y decirme cualquier cosa corrí y abrí la puerta de la habitación de mi padre, al parecer sufría un ataque cardíaco, se apretaba fuertemente el pecho y mi madre le gritaba reproches, como si eso fuera a tener su ataque, mi padre me miró e intento calmarse, vi en sus ojos el miedo, su hija estaba presente mientras él tenía un ataque, mis manos temblaban y no me di cuenta de que lloraba hasta que una pequeña lágrima resbaló por mi mejilla, sentí en la habitación la presencia de alguien más, gire mi cabeza para encontrarme con una mujer de cabellos largos y enredados, era bastante hermosa, la mire sorprendida y ella me sonrió, ¿Quién era? ¿Mi madre no la veía? — Mi niña, no tengas miedo, hoy no vine por ti... Pero prometo que él estará mejor, debo guiar su camino, aunque se resista a abandonar este mundo. — me dijo ella con una voz dulce, un tanto maternal. Fruncí el ceño confundida, volví a mirar a mi padre y me acerque hasta él, mi madre sostenía su mano y lloraba. — Mamá, estás haciendo que papá se altere más... — le susurré, pero mi madre no me miró. — Mamá... — susurro la mujer a los pies de la cama. — a mí debiste haberme dicho madre... — dijo con un deje de melancolía en su voz, la ignore, me incline al lado de mi madre, cerca de mi padre. — Tú... ¿Tú la ves? — preguntó mi padre temeroso, le había costado decir cada palabra, lo sabía, pero miraba a esa mujer con miedo. — dile que aún no quiero irme, ah... — se quejó y volvió a apretar su pecho tratando de apasiguar el dolor. Suspire mientras lo miraba preocupada. — es la muerte, vino por mí. — me dijo mi padre. — ¡Oh Dios mío! Ahora está delirando. — dijo mi madre angustiada. Solo él y yo la veíamos, la muerte: mi verdadera madre. — Tranquilo papá, se irá, porque tú vas a vivir muchísimos años más. — dije al tiempo que tomaba su mano. Sentí como un hormigueo pasaba desde mi pecho por mi brazo y por último a mi mano, para luego desaparecer, mi padre pegó un brinco hacía delante soltando nuestras manos, lo miramos sorprendidas, parecía que había vuelto a vivir. La muerte me miró estupefacta, mientras que mi madre se lanzaba a los brazos de mi padre, ella camino hacia mí, al parecer ahora solo yo la veía, cuando estuvo justo frente a mí abrió su mano haciendo aparecer una vela, estaba por la mitad, pero su luz era constante, en el fondo sabía lo que significaba. — ¿Cómo lo hiciste? — preguntó ella. — está vela había llegado a su fin, la mecha se estaba apagando entre la cera derretida. — comento mirando nuevamente la vela. — tu grandiosidad se va reflejando, pero hoy le quitaste una vida a tu madre, no permitiste que lo llevará conmigo, has violado las reglas de la naturaleza, del destino. — me reprochó. — Lo dice quién le quitó la vida a muchos seres vivos por un capricho. — le reproche el modo que uso para crearme. Ella sonrió y luego suspiro resignada. — Eres increíble, todo lo que yo deseaba. Al menos no tienes más familia a quiénes salvar, solo recuerda que aunque tu vela sea la más grande y la más hermosa, se puede apagar en cualquier momento... — dijo levantando su mano hasta mi mejilla y rozando levemente en un gesto maternal. — mi trabajo aquí se terminó, pero me tomo un minuto para decirte que me alegro verte, hija mía. — apreté la mandíbula conteniendo mi rabia. — y cuídate del diablo, por algo es el rey de todos nuestros males... — me advirtió antes de desaparecer al fin. — ¿Hija? — preguntó mamá, mire a mi madre que abrazaba a mi padre de costado. — ¿Estás bien? Por un momento parecías perdida en otro mundo. — intente sonreír y mire a mi padre con un gesto agradecido. — Ven aquí. — dijo mi papá abriendo sus brazos para mí, salí de mi ensimismamiento y me apresure en llegar a sus brazos, él me apretó entre sus brazos, mamá se retiró para darnos espacio. — se que la viste, la mujer que estaba a los pies de mi cama... ¿Hiciste algún trato con ella? — preguntó papá alejándose de mí y obligándome a verlo a los ojos. — Yo... No se de qué estás hablando papá, no había ninguna mujer allí, solo estábamos los tres. — susurré, mamá nos miraba con una sonrisa desde lejos, tal vez pensaba que nos susurrabamos palabras amorosas. — No me mientas, Nati. Yo estoy seguro de que la viste. Y se que ella también te notó, porque aunque estuviera sufriendo todo este dolor me di cuenta de una cosa: cuando tomaste mi mano, el dolor comenzó a desaparecer, y tu mirada se posaba por segundos a los pies de mi cama, así que, no vengas a tratar a tu padre de loco. — dijo enfurruñado, solté un suspiro. — ¿Crees en la muerte? — le pregunté con una mirada interrogante. — Por supuesto, alguien debe acompañarnos y caminar a nuestro lado cuando se termina nuestra vida, ese es el trabajo de la muerte. — respondió mi padre con seguridad. — ¿Y en el diablo? — pregunté curiosa, sabía que no tenía nada que ver, pero quería saber lo que opinaba mi padre, para saber si no me estaba volviendo loca. — Oh, bueno... Qué pregunta tan extraña, pero te diré que sí. — dijo encogiéndose de hombros. — a alguien tengo que echarle la culpa de las malas decisiones que he tomado. — dijo divertido, solté una risita ante su comentario. — Al parecer tengo un padre muy creyente. — comenté divertida al tiempo que me alejaba de él. — ¡Espera, niña! ¡No me vas a dejar con la duda! Explícame lo que paso, porque yo estaba seguro de que ese era mi adiós. — dijo en un tono molesto, suspire y me gire hacia él, me senté sobre la orilla de la cama y espere que mi padre se acomodará también. — Si padre, esa era la muerte. Y no sé cómo, pero pude hacerle saber que no quería que murieras, así que te di parte de mi vida. — dije volviendo mi mirada hasta él, preocupada. — por favor, no te alteres, no fueron muchos, pero no pienso dejarte ir, te amo demasiado, tú y mamá son lo único que tengo. — sin darme cuenta estaba llorando, las lágrimas caían por mis mejillas. — Entonces no estaba delirando, sabía que la estabas viendo... Por eso me respondiste así, tú me diste tus años... ¿Por qué lo hiciste? Yo ya viví suficiente, mi niña. Tu vida es mucho más importante que la mía, debiste haberme dejado ir. — respondió molesto, pero trataba de disimular su irá y su frustración. — Guardemos el secreto, no quiero que me encierren en un manicomio. — le dije en un tono divertido. — Claro, es lo ideal, pues si yo digo algo de esto, será a mí a quien encierren. — respondió papá tratando de ocultar su descontento. Sonreí y volví a abrazarlo, feliz de que estuviera bien.
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