Soy el que se enamoró, no te preocupes

Miro por la ventana y Matthew me sonríe con esa maldita risa burlona. No lo soporto, lo odio tanto. —¿Qué pasa, Sarah? —Estaba viendo a tu hermano, sabes que nos odiamos y no entiendo sus insinuaciones. Desde la mañana se burla en mi cara, es como si estuviera esperando que algo pase. —No le hagas caso, Matthew es un idiota. Por cierto, mis padres lamentan no estar aquí, sabes que te quieren como a una hija. —Lo sé, no te preocupes, lo único que me importa es mi felicidad. ¡Jenn, me voy a casar! —Por supuesto, amiga. Esa es la actitud, ¡estás preciosa y tus ojos brillan! Sabes, pensé que nunca ibas a superar a mi hermano, pero lo hiciste y te enamoraste y formarás una familia con un hombre increíble. —¿Tenías que mencionar mi momento humilde, Jenn? Ya superé a tu hermano, no viene ni al caso tu comentario. —Tienes razón, lo siento, soy una tonta. No debí mencionarlo. ¿Me perdonas? Le doy un abrazo y acaricio su cabello. —No te preocupes, espero que algún día tú también encuentres a alguien, Jenn. —No quiero, Sarah, soy una mujer joven y soltera. Los hombres solo causan problemas. —Está bien, como tú digas. Matthew entra a la habitación junto con mi prometido, Liam. Aún no entiendo la maldita expresión burlona de Matthew. —¡Jenn, lárgate de aquí! —No me hables así, Matthew, ¡o le diré a nuestros padres! —Entonces quédate, pero cierra la maldita boca, hermana menor. Liam, ¿se lo dices tú o mejor yo? —Cómo tú quieras, Matthew. —Se lo diré yo. Sarah, no habrá boda. Todo esto lo hice yo. No puedo creer esto, es solo un maldito juego de Matthew. —¡Liam! ¿De qué habla? —Sarah, lo siento, pero Matthew me pagó una gran suma por enamorarte e ilusionarte. No vamos a casarnos, tengo dos hijos y una esposa. El dinero lo usaré para ellos, lo siento. —¡Eres un bastardo, Matthew! —le grita Jenn a su hermano. Siento que perderé la cabeza, me voy a desmayar. Me sostengo de la pared para tratar de asimilar todo esto. —¡Sarah! Me acerco y le doy una bofetada a Liam. —Eres una maldita basura, ¡lárgate de aquí! Jenn, déjame a solas con tu hermano. El bastardo de Liam se va y Jenn también. Trata de calmarme para no hacer algo de lo cual me pueda arrepentir. —¿Por qué? —pregunto. —Porque quise hacerlo. Es poco a lo que me debes. —¡Habla claro, maldita sea! Cuando teníamos quince años nos amábamos y yo imaginaba una vida juntos, pero después de pasar tres años separados cuando te fuiste al ejército, yo te esperé y cuando volviste, desde ese momento me odias y aún no lo entiendo. ¿Qué te hice? —Me di cuenta de que eres una basura. Iré a comer un poco de tu pastel de bodas. Ah, los invitados esperan abajo. No quisiera ser tú en este momento. Imagina la humillación que sentirás cuando les digas a tus invitados que la boda se cancela. La puerta se cierra y siento mis piernas temblar, mi corazón se saldrá de mi pecho. Me quito el velo y lo arrojo al piso, grito de dolor mientras caigo al suelo. La puerta se abre y me sorprendo al ver a la señora Pierre, madre de Jenn y el bastardo de Matthew. —¡Sarah, lo siento tanto! El señor Pierre entra minutos después. —Sarah, tenemos que hablar, linda. Me levanto y me siento en las sillas del vestidor. Ellos también toman asiento. —Tú y mi hijo decían cuando eran adolescentes que se amaban, que algún día tendrían hijos y se casarían. Ahora no entiendo por qué se comporta de esta manera, nos lo dijo todo Jenn. —Lo sé, señor, yo también le pregunté. Jenn me dijo que no vendrían. —Queríamos darte una sorpresa, sabes que mi esposo y yo te consideramos nuestra hija. —Esto es suficiente, Sarah, no te preocupes, te casarás esta noche. Los miro a ambos muy sorprendida. —No quiero que obliguen a Liam, tiene esposa y dos hijos. —No hablo de Liam, espera aquí. El señor Pierre se va, la señora trata de consolarme hasta que ambas escuchamos gritos. Nos levantamos y vamos a una habitación donde escuchamos detrás de la puerta. —¡Lo harás, Matthew! Si no lo haces, juro que dejarás de ser mi hijo, te dejaré en la calle y no tendrás ni un maldito dólar, se lo daré todo a Sarah y Jenn. ¿Cómo le haces eso a la mujer que amabas? Creció con nosotros. —Sarah solo es hija de la sirvienta que murió y por eso ustedes se quedaron con la bastarda. Escucho un golpe. —¡Te prohíbo que hables así de Sarah o de cualquier otra mujer! Yo nunca le he faltado el respeto a tu madre. —¡Porque mamá es una buena mujer, papá! —¡Sarah es una mujer increíble! Tú te casarás en este momento con ella. Al escuchar esas palabras entro rápidamente a la habitación. —¡No lo haré! Prefiero perder la vida a estar con su hijo. —¡Yo pienso lo mismo! Además, mi prometida está embarazada. Es una mujer respetable, ama de casa y además, hermosa. —¡No me importa! Pagaré el aborto. No tendrás un hijo con esa mujer. Debes sentir el mismo dolor que sintió Sarah, porque ella... No quiero que Matthew se entere así que intervengo rápidamente. —¡Es una locura! Me quitaré el vestido y no quiero volver a ver a Matthew. —Sarah, vas a casarte con él o te quitaremos todo, lo mismo para ti. Me duele por ti, Sarah, pero por Matthew, que es mi propio hijo, no puedo decir lo mismo. Ustedes serán marido y mujer, me darán un nieto lo antes posible y si me entero de que me engañan de alguna forma, no tendrán nada de mí y haré que no los contraten en ningún lugar. —¡Mamá! —¡Señora Pierre! —Mi esposo tiene razón, tú no mereces esto, Sarah, pero mi hijo debe aprender que todo tiene consecuencias. Todo está listo y los invitados esperan. Arregla tu maquillaje y se casarán en este momento. —¡¿En este momento?! —Decimos al unísono. —Ya escucharon a Margaret. Tú espera en el altar y tú ve a prepararte. Yo te llevaré al altar y así los invitados no hablarán. Matthew toma mi brazo. —¡Eres mi maldito problema! Esto es por tu culpa. Que te quede claro que siempre te voy a odiar. —¡Matthew, ve y espera abajo! —le grita su madre. Margaret y Sander Pierre son dueños de media ciudad. Sé que podrían arruinar mi vida con tan solo chasquear los dedos. No quiero esto. Creo que podría huir para detener esta locura.