Luego de mi pequeño espectáculo del que ahora me avergüenzo me doy una ducha y me envuelvo en una manta. Tomo mi iPad e intento leer un poco. No sé cuánto tiempo estoy intentando leer un solo párrafo de la historia cuando la puerta de la habitación se abre. No levanto la vista y mantengo mi postura indiferente. Aunque por dentro quiero darle un puntapié por ser tan obstinado. Sin decir nada deja una taza a mi lado junto a unas de las galletas que había puerto en los tarros de la cocina. Continúo leyendo las mismas malditas líneas cuando este se agacha en cuclillas. —Supongo que no vas a hablarme. No respondo. Resopla. —Doc. Nada. —¿Puedes siquiera mirarme unos segundos? Suspiro y dejo a un lado el IPad. —Para, ¿qué? Ya dejaste claro tu postura allá abajo —sus ojos oscuros me