Rosa y su esposo, finalmente estaban en el avión rumbo a Boston. La espera había sido eterna y mucho más abrumadora cuando hablaba con Camila y esta le contaba a la mujer lo que iba pasando cada día. Escuchar las palabras del piloto, pidiendo que ajusten sus cinturones, porque están por aterrizar, la hicieron sentir emocionada, pues estaba más cerca de Violeta y poderla abrazar con fuerza y transmitirle todo su amor y apoyo. En el fondo se siente culpable por haberse ido del lado de su hija, pero también es consciente de que, si se quedaba a su lado, se habría convertido en una carga, pues la depresión por la muerte de su primer esposo y su madre, la habría vuelto un ser inútil, del que su hija se tendría que hacer cargo, mientras que, al lado de Frank encontró un nuevo motivo para ser