No me cuesta trabajo encontrar la sala 235 y al entrar, tampoco me sorprende que Demian no esté. Al parecer, el sentimiento de anticipación es lo suyo, siempre.
Las luces son tenues y me permiten observarlo todo, cada rincón de la habitación. La cama continúa donde mismo, con sus sábanas negras que se confunden con la oscuridad y lo que parecen ser unos grilletes aferrados a los postes en cada esquina. Me estremezco cuando pienso en sus palabras, en su deseo de atarme y hacerme todas esas perversiones que en vez de asustarme, solo me atraen más.
Un enorme estante que antes no había notado, sobresale en el lado izquierdo. Y estoy segura de que ahí, se guardan los ansiados juguetes que usaremos; si no es para eso, no tengo idea qué contengan.
Al mirar hacia el lado derecho, me trago un
